Día 23 | Forum

…Y entró a la cafetería; tenía la mirada baja, así que no vi su rostro apenas entró; permanecí quieto, sin mostrar interés alguno en su presencia, pero algo en su persona me hacía voltear a mirarla, mis ojos fijos en su silueta. De un gorro de lana color negro, una playera ceñida del mismo color, pantalones anchos, parecían de trabajador, y una mochila en su espalda. Muy diferente del look casual que las jóvenes usan hoy día, incluso para la época. Ella era el centro de atención de los caballeros en la cafetería, que mediante viejos trucos «rabo verdes» intentaban cada vez más con cada nueva mirada, adivinar sus curvas e imaginarla desnuda. Se dirigió a la barra del lugar y tomó asiento, mientras acomodaba su mochila en otro asiento y se dispuso a ojear el menú; cuestión de ser paciente.

Pasó una hora, y ya había agotado mi desayuno, no sabía que más pedir para seguir esperándola, me había llenado de jugo de naranja, y tenía miedo de que al ir al baño ella ya no estuviera…Ella era de las que leen mientras comen…maldita. No me di cuenta de cuando saco su libro, pero debía ser de lo mas interesante, aunque siendo un poco frívolo, seguro era alguna mariquera que a las mujeres les gusta leer.

Mi desesperación aumentaba, pero al cuarto para las 12, alcancé a escuchar como le pedía la cuenta a la camarera. Giró sobre su asiento y su mirada se cruzó con la mía en un instante carente de sensaciones. Su rostro, de tez clara, cabello castaño largo, boca color fresa, mejillas de melocotón, complexión delgada, debía hacer alguna clase de ejercicio o labor para mantenerse en tan buena forma; pero sus ojos…nunca en mi vida sentí tanto miedo de mirar a alguien a los ojos; eran grandes, delineados, eran…perfectos, la mirada más hermosa que jamás ví, y estaba posada sobre mis ojos en ese momento que parecía que nunca terminaría. Como cuando se mira a un extraño, esa mirada tan indiferente y fría, me tenía paralizado, me sacudí el hechizo de sus ojos sobre mí. Pedí la cuenta, y aquella extraña tomó su mochila y salió del lugar.

No tengo tiempo que perder, saqué mi teléfono, hice una cuenta rápida con la calculadora y dejé dinero de más sobre la mesa y salí tan pronto como pude. No me fue difícil ubicarla de nuevo entre la calle y las personas, sin duda su figura contrastaba con el resto de las personas; me mantuve con paso lento y a una distancia prudente de ella, así no notaría que la estaba siguiendo. Era el sol de medio día, demasiadas personas, muy pocas posibilidades de hacer una maniobra arriesgada con estas condiciones. Pero…Desde cuando era yo tan precavido? No será que?? Me estaba muriendo de miedo?

Sea lo que fuera, me estaba limitando y las condiciones cada vez me favorecían menos, mientras más caminaba atrás de ella, la cantidad de gente dismiuía, haciendo que mi presencia se diera a notar tarde o temprano. Me sentía yo como un novato en su primera misión, tan nervioso, todo me podía salir mal en ese momento. Por qué?? Quién es ella? Empezaba a sudar, lo cual era bastante extraño para ser los últimos días de diciembre.

Las puntas de mis dedos sentían comezón y el arma escondida en mi brazo bajo mi abrigo se sentía más fría que nuca.

Ella dio la vuelta hacia una calle cerrada, seguro descubrió que la venía siguiendo. Todo pasaba tan rápido como para idear un plan; corrí hacia aquel callejón, jale el cable que liberaba mi pistola directamente en mi mano derecha, di la vuelta…y ahí estaba ella; simplemente parada, buscando no se que en su mochila. La distancia que nos separaba no debía ser más de 10 pasos.

Soy el mejor tirador que este mundo ha visto, mi reputación me precede, inclusive los de mi bando tienen miedo de lo letal que puedo ser cuando tengo un arma en mis manos. Mi pistola, un modelo de colección Smith & Wesson, alterada para la fecha, a la cual he llamado «La Malagueña» y munición es todo lo que llevo en la mayoría de las misiones. Se dice que cada bala que uso lleva escrita el final de una historia y cuando desenfundo…la historia se acaba para el que esté al frente.

Y ahí estaba yo, apuntándole por la espalda, a punto de asesinarla, sin saber respuestas de su identidad, era esa la razón por la cual no había disparado aun. Ella volteó, supuse por la manera en que me miró, en que supo de mi todo este tiempo. Y nuevamente sus ojos me atraparon, era como si el simple hecho de mirarla me hiciera daño y me envenenara. Una sensación tan familiar al verla, que me provocaba dolor y remordimiento. Juro que nunca en mi vida la había visto antes, y sin embargo, me era tan familiar su rostro, y peor aun, me causaba un miedo atroz. No era una atracción cualquiera, era hermosa, quizá una de las chicas más bellas que jamás vi, su edad quizá estaría entre los 23-25, no más grande que yo, eso lo aseguro.

Mordió la parte interna de sus labios, haciendo un rostro de fastidio, como si mi actuación la estuviera aburriendo, y al parecer había encontrado lo que buscaba en su mochila, pues su mano ya no se movía, permanecía quieta, oculta dentro de su mochila, como si estuviera sujetando algo. EL callejón se encontraba solo, con el ruido de coches de fondo, no pasaba gente de nuestro lado de la calle. Parecía el escenario perfecto para cometer un crimen. Apreté los dedos sobre la Malagueña, sonreí cínicamente como solo alguien muy desesperado o muy confiado puede hacerlo, le apunte directo al corazón, quizá porque no quería destrozar tan hermosa y perturbante tez y entonces:

-Tu no eres de esta época.

Le dije sentenciándola…Y apreté el gatillo.