Sin religión no hay culpa. | Forum

Los cinco líderes pastorales. (Cualquier parecido con la realidad No es coincidencia)

En un tiempo y época desconocida donde la religión había perdido muchos adeptos, por motivo en que la razón fue sobreponiéndose ante la fe. Eran pocos los creyentes que asistían y muchas iglesias se cerraron para convertirse en bibliotecas u hospitales. La humanidad ya no dependía tanto de sus líderes religiosos, sino que confiaban en sí mismos. Los supuestos milagros eran desengañados en poco tiempo. Preocupado por esto, cinco líderes religiosos se reunían anualmente para buscar nuevas formas de atraer creyentes.

Sesión1: Debemos demostrar que existe un dios.

El pastor Nehemías cabeza de la gran iglesia única junto a los más importantes líderes pastorales, los reunió en una mesa, donde les esperaba una grata merienda. Terminando esto, debatieron el tema.

-Buenos días a todos –dijo Nehemías con ímpetu y alegría.

-Buenos días hermano –respondieron todos casi al unísono

-Como bien sabemos, los masones nos han ganado la guerra, ellos dicen que existe un dios pero no precisamente que es cómo el que nosotros hablamos en el libro sagrado. Tenemos que encontrar una nueva forma de demostrar que nuestro dios existe. Antes que la religión se convierta en mito.

-Yo he pensado en una forma, dijo uno de los líderes que estaban en la mesa. –hacer que se revele el espíritu santo en una persona común y corriente, alguien de mente débil y que sea susceptible a cualquier sugestión.

-Podría funcionar –dijo el pastor que estaba a lado suyo, busquemos a un adolecente que esté bajo la influencias de las drogas más dañinas y alucinógenas, para que diga que dios lo sacó de allí, ofrézcameles todo y cuando sirva a la iglesia que nos devuelva el favor al ciento por uno.

-Me parece bien dijo el líder Nehemías.

La sesión se cerró, no duró ni quince minutos. El pastor Melquisedec, quien hizo la propuesta se quedó a cargo de la tarea. Ya estando en la iglesia llamó a uno de sus acólitos para que buscara uno adolecente vagabundo. Este tendría que estar envuelto en su miseria, pero que su vez sea consciente de ella.

El acolito salió a las calles en plena hora pico, una hora en que todos los adolescentes salían a trabajar y a pedir dinero para sus vicios. En la jungla urbana se encontró con todo tipo de personas, le fue difícil elegir al correcto, había niños de cinco años, ancianos, mujeres embarazadas y con niños en brazos. Sobraban las personas que le pedían dinero, pero no querían escuchar nada de religión. Habían niñas de trece y catorce años que se prostituían, pero el acolito no estaba seguro de llevarse alguna de ellas. Pero aun así decidió acercarse y hablar con una de ellas.

-Buenos días.

-Si vas a querer algo son doscientos y tú pagas el hotel, pero antes tienes que hablar con ese tipo de allá –le señaló la niña con la vista.

-No, hija, en realidad quiero hablarte de la buenas nuevas que dios tiene para ti.

-No vengas a hablarme de dios ¿Cuándo vas a entender que ese ser imaginario no existe? Que es más falso que las novelas de Gabriel Domínguez.

-Sin tan siquiera abrieras tu corazón sabrías que…

-Cállate.

Fue inútil, si bien la niña sabía que lo que hacía estaba mal, no tenía ningún tipo arrepentimiento por lo que hacía, incluso parecía despreocupada. El acolito siguió buscando hasta que encontró un niño que aparentaba tener catorce años, estaba ahí tumbado, con su botella a un lado de su nariz. Sucio, desnutrido, y débil. Murmuraba palabras de suicidio, abandono y decepción paternal. El acolito sintió compasión del muchacho y lo llevó a la iglesia. Ahí, lo aseó, lo vistió y le dio de  comer y mientras comían tuvieron una conversación agradable. El acolito descubrió que fue un niño abandonado desde que nación y aprendió a vivir en las calles gracias a sus hermanas adoptivas que también eran vagabundas, y con una de ellas tuvo un hijo. Al muchacho nadie le había hablado de religión y se ilusionó tanto cuando el acolito le platicó que un ser supremo que nos vigila, nos mantiene y nos provee de todo los bueno, pero claro, para tener esos beneficios necesitas se hijo de dios y para ser hijo de dios debes de consagrarte de tal manera que tengas que vivir para él. El niño no tenía nada que perder, pues ya había desperdiciando diecisiete años de su vida en las calles.

-Cierra los ojos y hagamos una pequeña plegaria –le dijo el acolito

Y el niño cerró los ojos y se entristeció al escuchar la plegaria, sintió culpa y se arrepintió de todo lo malo que hizo a pesar de que no era consciente de ello.

-Ahora eres libre.

Esas palabras funcionaron como el mejor ademan mágico, porque el muchacho se sintió libre.

Pasaron varios días y el pastor Melquisedec experimentó con su mente, hizo que el joven asintiera a todos los mandatos y leyes de la iglesia, se sometió a él con alegría pues ya en su mente habitaba la idea de que a dios le agradaba eso. No tenía que preocuparse por su mujer e hijo ya que todo le proveía la iglesia y le permitían verlo de vez en cuando.

Llegó el día en que tuvo que dar testimonio a la congregación, como en todas las iglesias, había creyentes brutos y creyentes razonables que no se dejaban engañar tan fácil. El joven habló de que fue rescatado por uno de los acólitos de Melquisedec, él estaba sumiso en la droga y en las calles sin rumbo durante décadas. Pero desde entonces es un ejemplo vivo de que dios existe.

-¡Eso cualquiera lo puede hacer! –Gritó un hombre al tiempo que se levantó de su banca.

-¿Qué quieres decir con eso? –preguntó Melquisedec un poco nervioso

-Si yo tuviera el dinero que sus creyentes dan con estúpida alegría pudiera rescatar a cualquier niño de la miseria y hacerlo mi mayordomo.

Los murmullos no se hicieron esperar, si bien la historia del joven fue conmovedora. La duda entró en las personas cuando este hombre demostró la verdad. Pero de pronto el niño cayó herido pensando que todo fue un engaño y se desvaneció. La gente se asustó al verlo y el hombre gritó: llamen a una ambulancia. El acolito sabía que sus desmayos eran repentinos debido a su mala alimentación y aprovechó el momento para demostrar que dios existe, cuando el hombre estuvo a punto de cargarlo sacarlo de la iglesia.

-Reprendo espíritu de muerte ahora mismo.

-Está usted loco. Hay que sacarlo de aquí.

Al tiempo que pronunció esas palabras, el niño se levantó.

-¡Aleluya! Gritó el acolito y las personas que sí creían también exclamaron con alegría. Después de esto se llevaron al niño y la misa continuó. La gente que creía, creyó más y los dudosos comenzaron creer y los incrédulos se confundieron.

 Habrá continuación… si es que agrada el tema