11:05 pm
Don Queca Árabe
abril 20, 2011
…Amanece, apenas si pude dormir unas cuatro horas, sin embargo el nuevo sol solo me traía nuevas preocupaciones. Empezé la rutina diaria de las mañanas, típica como cualquier otra, bañarse, vestirse y desayunar cualquier cosa. Salí de mi departamento y tomé rumbo a la base número 2. Con algo de paranoia, normal por los últimos acontecimientos llegué al cuartel de reserva esperando tener más claro que acciones tomar el día de hoy. Jamás esperé que Daniel Gaus apenas entrara yo me recibiría con un pequeño pastel de cumpleaños. No más grande que una sandía, de color amarillo claro, con una cereza roja brillante decorando el tope del pastel.
-Feliz cumpleaños.
Era uno de esos detalles que ya pocas veces tenía el honor de disfrutar; siempre me consideré más un sujeto solitario, claro, tenía a mis buenos amigos…pero también tuve otros que ví morir a lo largo de mi carrera. Decidí que la amistad era un lujo que se paga caro en el trabajo. Sin embargo me sentía afortunado de decir, que de los pocos amigos que conservo, han sido lo mejor a lo largo de estos años; pero hay algo…dudas…miedo, cosas que me alejaban de ellos.
-Gracias, de verdad, es algo que no me esperaba.
-Tranquilo, Claire dijo que estabas algo distante estos días, empezabamos a organizar una salida los 4, no se; pero con todo esto…lamento que sea en estas fechas.
-No pasa nada, habrá otros días…Daniel…¿Santiago ha hablado contigo?
Daniel me llevó a lo largo de un pasillo y me invitó pasar al almacén de la base. El sabía de la muerte de del general Antonio Corvera. Pero veo que también se le pidió mantener el secreto.
-Descuida, ya lo se, no he averiguado nada. No hay rastro, los únicos que saben además de nosotros, incluida Claire, es un grupo de CORSARIOS más leales a Corvera que a la compañía misma. Ellos fueron los que le avisaron a Santiago primero, y por respeto a lo que fue su tío, también accedieron a mantenerlo en secreto.
-Ya veo, las cosas se complican conforme pasan los días, la bomba, el asesinato del general. Y seguimos en blanco; los demás SHARKS están investigando al sujeto que ví en el edificio, pero llego a pensar que eso fue una distracción.
-Algo se ha de averiguar, estamos muy agitados, debemos tranquiilizarnos.
En ese momento, el celular de Daniel empezó a sonar, interrumpiendo la conversación.
-¿Bueno? Hola *****…mandé el control de personal a inteligencia. Por ahora cinco escuadrones, duplicarán en la noche.
Cuanta envidia sentía yo por Daniel, almenos, aunque sea por trabajo, el podía entablar una conversación con *****.
-¿Qué te ha dicho el doctor *****?….¿Y tú cómo te sientes?…Vale, pero no quiero que trabajes de más y quiero que tengas cuidado, viaja con la escolta que se puso en la entrada, para eso lo arreglé.
Daniel Gaus, lo conocí 4 años después que ingresé a la corporación; era rubio, de pelo ondulado, la misma edad que yo, y que ironía…el sentía envidia por mi, por ser un SHARK. No se que mérito le podía ver al trabajo de un sicario del gobierno. Él intentó la prueba de SHARK por 3 años, pero le faltaban aptitudes físicas para convertirse en uno. Desde entonces se la pasó detrás de un escritorio, el cerebro detrás de las misiones, así como *****.
-Dale, iré para allá, te veo después de comer con el resto de los papeles…Lo siento, la llamada nos cortó la platica. Tengo que subir, las patrullas que mandamos deben estar por darnos informes.
-Ok,te veo después…y Daniel…gracias.
-De que hermano.
Daniel salió del almacén mientras yo me quedé a reflexionar un poco las cosas, aun tenía que encontrarme con Santiago. Apenas jalé la puerta para salir y ahí estaba Claire, recargada en la pared del pasillo, con el pastel que habíamos olvidado en el lobby.
-¿Sabes que podría aventarte esto en la cara?
-Perdona, hablaba con Daniel sobre lo del tío de Santiago. No fue mi intención.
-Ya ya, toma.
Claire sacó 2 tenedores de su abrigo y como Dios le dió a entender, cortó dos pedazos del pastel. También venía preparada con servilletas, y solamente caminamos por el pasillo comiendo el pastel.
-¿Y ya te animas a decirle?
Ella era una de las pocas que se había dado del secreto que celosamente guardaba, los sentimientos que sentía por *****.
-No, no es algo que importe ya.
-¡Ja! ¿Es que acaso estuve a punto de ver lagrimas en el «gran Dimar» el día de la explosión?
-…
-Pensé que eso te abriría la mente, no se cuanto tiempo crees que tienes.
-No le diré, ya está decidido. Además no le he dirijido la palabra en más de 10 años ¿qué se supone que debo hacer? Hola, soy Dimar, nos conocimos de niños…te amo…Debes estar loca si crees que haría algo como eso.
-Un amor cobarde siempre esta lleno de arrepentimientos. Yo no se por que te ayudo, o por que me importa. ¿Daniel te dijo de la salida que estabamos organizando?
-Si.
-Pues ya la he invitado.
-¡¿Tu qué?! ¡¿Cómo?! ¡¿Por qué?!
-Cosa de mujeres.
-Cosa del diablo diría yo.
Mi rebanada de pastel se acababa al igual que el pasillo. Llegamos así a la cámara de conferencias, donde vi a Santiago a lo lejos platicando con los del alto mando.
-Te dejo. ¿Anima a Santi quieres?
-Espera. ¡Si la has invitado no iré!
-Si hombre, acaba de detonar una bomba donde trabajas…no es momento de pensar en eso.
-Pero entonces…¿por qué me lo has dicho?…Argh.
Claire se alejó sin prestarle atención a mis últimas palabras. Pero tenían razón, hay demasiado en que ocuparse para pensar en frivolidades. Caminé hasta Santiago, que de inmediato hizo contacto visual conmigo. Habló rápido con las personas que le tenían ocupado y se acercó a mi.
-Feliz cumpleaños.
-Hombre, gracias, pero olvidate de eso…Lo lamento.
-Gracias, lo mismo digo, salgamos de aquí, me estan haciendo muchas preguntas acerca del paradero de mi tío. No podré ocultar esto por más tiempo.
Nos dirijimos a la parte trasera de la base para abordar el automóvil de Santiago, un hermoso Mustang negro. El condujo hasta el callejón donde se encontró el cuerpo de su tío.
-No lo se…quisiera encontrar algo, una pista, un rastro…algo.
Santiago mantuvo una expresión sería, normal cuando se pierde a un familiar y más a uno tan cercano. El general Corvera fue uno de los hombres más valientes que jamás conocí, un hombre estricto, pero valiente.
-Tu tío realmente fue una persona digna de admirar. Almenos lo he mantenido como un ejemplo. Y cuentas con nuestro apoyo para lo que pidas en estos momentos.
Trataba de consolarlo con palabras que honraran la muerte de su tío, pero nunca he sido muy bueno en aliviar el dolor de otros.
-Gracias, ya lo se, son más que amigos, familia.
Buscabamos en el callejón algo que indicará como fueron los últimos momentos del general, pero desde que Daniel me había dicho que los CORSARIOS que encontraron el cuerpo, no obtuvieron un rastro alguno, supe que nosotros tampoco lo haríamos. Santiago no buscaba nada, solo quería desahogarse.
El general Antonio Corvera, un hombre fuerte tanto táctica, como físicamente. Apodado por varios como «El ejercito humano», por la fuerza y habilidad que poseía. A cargo de un regimiento de CORSARIOS, todos entrenados por él. Sin duda alguna un hombre que no cualquiera pudo matar.
La primera vez que lo ví fue cuando hice mi prueba para formar parte de los SHARKS, el inspeccionaba a cada recluta haciendole una prueba final. Yo todavía un crío, me las había ingeniado para sobresalir con el uso de armas; el general, un hombre grande, cerca de los 2 metros y de gran corpulencia, se acercó a mi, me arrebató el arma y dijo:
-No puedes depender siempre de las armas, tienes que usar los puños.
Acto seguido, me lanzó un puñetazo en la mejilla izquiera que me hizo volar hacia atrás.
-¿Dónde está tu habilidad sin tu pistola?
Arrojó el arma lejos y poniendose en posición de combate me grito:
-¡Encarame y demuestra de que estas hecho!
Con mucho dolor en la cara y lleno de ira, me fui en contra de otro de los reclutas ahí presentes, tome su arma y antes de que el general pudiese llegar a mi, yo ya tenía encañonado con una pistola al coronel.
-No eres nada sin tus armas.
-Algo así.- Respondí temerario al tiempo que arrojaba la pistola por los aires, y apenas noté como la vista del general se apartaba de mi para seguir la trayectoria del arma, corrí hasta él y con toda la fuerza que pude juntar en ese breve lapso de tiempo, conecté un gancho al estomago. Sin embargo, era como golpear un muro de ladrillos, los abdominales del general eran tan duros y sólidos que mi puño no pudo avanzar nada, solo se detuvo de golpe.
-¡Ja! El general reaccionó al momento y de un rodillazo en el abdomen me dobló por completo, seguido de eso estiró su pierna y me mando a volar varios metros hacia atrás.
-Te doy puntos por la estrategia muchacho, pero tienes que ejercitarte más, ese golpe no mata a nadie por dolor, pero si de risa…¡¿Todos vieron eso?! De eso se trata ser un SHARK, jugarte todas tus cartas y tratar de estar un paso adelante del rival. De otra forma ¡se mueren! Ya tenemos al primer recluta aprobado ¿quién sigue?
De ese primer día lo último que recuerdo fue que pasé el resto en el hospital.
Santiago y yo nos sentamos en la acera, solo viendo la gente pasar, meditando. De repente el sonido de un disparo acabó con la calma. La gente de la calle comenzó a gritar y buscar refugio. Por nuestra parte, nos incorporamos y buscamos el origen del sonido.
-¡¿Ves algo?!
-¡Nada, sonó a unas calles de aquí quizá!
El comunicador en mi cinturón comenzó a sonar:
-¡¿Dimar, dónde estás?!
-¡Claire, escuchamos el disparo ¿tu disparaste?!
-¡El sujeto de negro, lo estoy persiguiendo!- La voz de Claire se escuchaba distorcionada y agitada.
-¡No estamos lejos ¿dime dónde estás?!
-Calle Pinzón, casí esquina con…- Se escuchó otró disparo.
-¡Claire!
Abordamos el carro y arrancamos, la gente se encontraba espantada aun, por lo que el tráfico se detuvo, dandonos oportunidad de acelerar. Yo manejaba mientras Santiago buscaba en el asiento de atrás su rifle.
-¡Claire, respondeme maldita sea!- Otro disparo que se escuchaba y yo ya temía lo peor.
-¡Calle Pinzon casi esquina con Caboto!- Escuché nuevamente su voz y me tranquilizé un poco solamente. Pisé el acelerador y Santiago ya tenía en sus manos un rifle de asalto.
-¡Aquí es Pinzon!- Santiago me dijo al tiempo que bajaba la ventana del carro para poder apuntar.
Recorría la calle a toda velocidad buscando rastro de Claire, pero no veía nada más que gente pecho tierra e histérica.
-¡Claire responde! ¡¿Dónde estás?!
-¡Arriba, miren arriba!
Ambos miramos al techo, sin ver nada aun, cuando de repente vimos una figura oscura a lo lejos, saltar de un edificio al otro con una facilidad enorme; la figura saltaba de edificio en edificio escapando de lo que parecía ser Claire que lo seguía detrás con su sniper.
-¡Siguelos!.- Aceleré siguiendo al extraño desde tierra, pero era dificil verlo por la perspectiva que teníamos a ras de calle. Y Claire no podía alcanzarlo por el rifle que llevaba y cada disparo que lanzaba la retrasaba aun más.
-¡Se acaba la calle, entraremos al río! ¡Túmbalo!- Le grité a Santiago acelerando una última vez antes de que dieramos a parar al Río de las Platas.
Un edificio más corto de lo usual favoreció el rango de vista de Santiago, quien encontró una brecha perfecta para disparar. El extraño estaba acorralado entre balas, las de Claire o las de Santiago. Escuché con claridad el mecanismo de su rifle moverse para disparar. Pero mi vista que estaba en el extraño vió lo increible: un campo de fuerza surgió de la nada desvaneciendo al perseguido en el acto. Las balas de Santiago simplemente atravesaron el aire.
-¡¿Qué coño fue eso?!- Escuchamos la voz de Claire que también vió lo mismo que nosotros.
-¡Desapareció!- Santiago se encontraba incredulo, mejor dicho, los trés nos quedamos pasmados. Frené al ras de la orilla del río. Se esfumó ante nuestros ojos. Las únicas palabras que pude pronunciar fueron:
-¡No jodas!
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