Recuerdo que leí sobre la película cuando la estrenaron en 2016 en el Festival de Sitges y luego resultó que incluso ganó el premio del público (lo cual es bastante subjetivo, obviamente), pero en ese momento la verdad es que me llamó poquísimo la atención y sospeché, por algunos de sus elementos, que sería el tipo de películas de ‘horror’ que no suelen gustarme. Así que, cuando se cruzó por mi camino la semana pasada ni siquiera es que la tuviera en lista de espera o algo y lo más que esperaba es que no fuera terrible y resultara un poco entretenida. Y bueno, lo que se vino.
Basada en una serie de novelas para jóvenes adultos (un detalle que no recordaba, pero que seguro era otra razón para no querer verla), la historia trata sobre John, un adolescente que desde hace tiempo se ha obsesionado con la idea de que cumple con todos los requisitos necesarios para ser un asesino en serie (de acuerdo con los perfiles que se han hecho) y que se ha propuesto controlar esa parte de su naturaleza justo para no ir matando gente. Podrán imaginarse que es un chico de lo más raro y que por momentos parece que oscila entre usar como excusa su psicopatía y realmente no entender del todo el mundo a su alrededor, mientras que busca una manera de mimetizarse con él al menos para no llamar la atención. Y esa es la parte relax de la historia, John es relativamente convincente en su intento de ser un joven ‘normal’. Oh, pero luego aparece un muy particular asesino en serie en su pequeño pueblo en el que nunca pasa nada.
Obvio en la parte en la que John se obsesiona también un poco por perfilar a este inusual y brutal asesino no puedo menos que sentirme identificado. Es claro que los dos hemos visto demasiados programas de true crime y bueno, la oportunidad está en bandeja de plata. De cualquier modo, no es como que a las personas a su alrededor les encante esto. Por una parte está la preocupación de algunas personas en su vida en relación con que se está clavando demasiado o que tiene otros problemas que está ocultando; al mismo tiempo que él de alguna manera (indirecta) se preocupa por las pocas personas que entran realmente en su mundo: su madre y tía, sus vecinos mayores, su único amigo, una chica que es amable con él. Y bueno, ¿qué mejor que solucionar todo atrapando al asesino?
Porque ya sabemos que esto resulta en las películas (y en la vida real), ¿no?
Jugó (mucho) a mi favor que como no planeaba ver la película y había olvidado muchas de las razones originales por las que no la quería ver, borré de mi mente uno de los detalles más destacables de su primicia: el asesino no es humano. Pero esa posibilidad no es evidente desde el inicio y creo que esa primera parte realista va construyendo de manera maravillosa lo que se viene después. No es propiamente una película de terror (de hecho lo más cercano es horror, pero tampoco tanto), es una suerte de fantasía oscura que gira alrededor de una trama usual de asesino serial. Y de hecho, de forma muy temprana en la cinta descubrimos quién es el asesino y más o menos por qué, pero eso no disminuye ni un poco la tensión de la trama ni las situaciones por las que tiene que atravesar el protagonista. No tengo modo de describir cuán rápido quedé prendada y maravillada y encantada por la película, que además logra mantener esta fuerza durante todo su metraje y entregar una pieza excelente y muy particular en su género.
El joven protagonista, Max Records, tiene algo extraño que al inicio puede hacerlo parecer como que no fue la mejor elección para el papel, pero conforme nos vamos adentrando en John Wayne Cleaver (asumo que la combinación de nombres es un guiño a Gacy, el asesino serial payaso) y vemos que en efecto es un personaje de lo más raro e incómodo y complejo, esta extrañeza inicial va tomando una fuerza que sostiene en gran medida la película más allá de sus grandes elecciones sobrenaturales. Y me sorprendió descubrir que el director lo eligió para el papel después de haberlo visto en «Where the wild things are», increíble película de Spike Jonze pero donde era todavía un niño, aunque sin duda ya daba muestras de la profundidad que podía darle a una actuación.
Y siguiendo con las increíbles decisiones de todo tipo, pueden ver que participa también el enorme Christopher Lloyd como el Sr. Crowley, uno de los vecinos de John. La verdad es que no me hubiera imaginado que me daría tanto gusto verlo, pero supongo que esa es una de las grandes ventajas de no esperar absolutamente nada de una película y que todo resulte maravilloso.
Creo que queda bastante claro lo mucho que me gustó la cinta, cuánto me extraña que no sea mucho más reconocida y cómo le deseo a todos que puedan disfrutar descubrimientos cinematográficos maravillosos cada cierto tiempo, ¿no?
«I am not a serial killer» es una coproducción de 2016 entre Irlanda, Reino Unido y Estados Unidos. Está dirigida por Billy O’Brien («Isolation», «Scintilla», «Ferocious planet») y protagonizada por Max Records («Where the wild things are», «The brothers Bloom», «The sitter»), Laura Fraser («Breaking bad», «A knight’s tale», «Better call Saul»), Christina Baldwin («A stray», «Stay then go»), Karl Geary («Nadja», «The burrowers», «The book of stars»), Christopher Lloyd («Volver al futuro», «Who framed Roger Rabbit?», «Addams Family values»), Dee Noah («Factotum», «Cold justice») y Raymond Brandstrom («Strange nature», «Here there be monsters», «Cold november»). Tiene 6.2 estrellitas en IMDB, 5.6 en Filmaffinity y 93% en el Tomatometro. Y yo estoy con el Tomatometro, obvio.