Pues ahora sí que nos va a tocar una entrada de cine de Asia más variada, con un poco de Japón, India, China, Filipinas y hasta Corea del Norte.
«El arpa birmana», Kon Ichikawa
Entre mis pequeños maratones de directores a los que no les he prestado la atención que se merecen, me tocó uno de Kon Ichikawa y fue increíblemente maravilloso. De modo que se van a encontrar acá con las tres películas que compusieron ese pequeño maratón, cada una fantástica a su manera. Y aunque por el tema central no hubiera creído que podría gustarme tanto, conforme avanzaba la trama me encantaba más y más.
El soldado Mizushima toca el arpa en el regimiento del Capitán Inouya. Los soldados practican canto y músico con el objetivo de subir el ánimo del ejército durante la Campaña de Birmania en la Segunda Guerra Mundial. Cuando se enfrentan al hecho de que la guerra ha terminado y Japón se ha rendido, el regimiento toma la inusual decisión (contra lo que tanto nos ha enseñado el cine bélico sobre los japoneses) de rendirse ante el ejército inglés, con lo que son trasladados a un campo de prisioneros. Los ingleses no creen en la necesidad de que todos los japoneses combatan hasta la muerte cuando su país ya se ha rendido, por lo que le pide a Mizushima si puede ir a convencer a un grupo de soldados que siguen resistiendo en una montaña.
Hay dos tipos de elementos claros en la historia: la crudeza del momento histórico que retrata y una serie de circunstancias que parecen atenuarla (como el recurso de la música y el hecho de que el grupo principal se rinda). Con todo seguramente es una sorpresa que el material original en el que se basa la película es una novela para niños. La novela se publicó apenas un año después del fin de la Segunda Guerra Mundial y su autor, Michio Takeyama, dijo que lo que buscaba era dar algo de esperanza a los niños después del fin de este terrible episodio para el país, aunque al parecer también tiene un fuerte mensaje antibélico y sobre la responsabilidad de Japón en el conflicto que difícilmente veremos después (de hecho incluso en la película toda esa parte es bastante velada).
Las películas bélicas me generan sentimientos encontrados, ya que no entiendo que puedan exaltarse sin mayor juicio periodos que fueron tan terribles y tan inhumanos. En el caso específico de «El arpa birmana» el conflicto es todavía mayor, ya que si bien tiene algunas posiciones que me parecen demasiado suavizadas para deslindar a Japón de muchas atrocidades, también es cierto que es una película excepcionalmente bella (y dura) y que finalmente el personaje protagónico encarna mucho de la complejidad que una guerra puede representar.
La película fue nominada al Óscar a Mejor Película Extranjera en 1956, pero le ganó «La strada» de Fellini (muy difícil competencia). Muchos años después, en 1985, el mismo Ichikawa dirigiría un remake a color que fue bastante exitoso, aunque me cuesta creer que pueda aportar mucho más a esta increíble película.
«Nobi», Kon Ichikawa
Y seguimos con Ichikawa. Hace ya algún tiempo reseñé otra adaptación de esta misma novela (escrita por Shohei Ooka en 1951), realizado por Shinya Tsukamoto en 2014. La realización me atrapó y aunque ya conocía prácticamente toda la historia (porque en sí no es que la trama sea demasiado compleja), me intrigaba conocer el modo en que Ichikawa la habría adaptado tanto tiempo antes y apenas unos 8 años después de que el texto fuera escrito.
Como pueden ver, el director tiene una preferencia por las tramas bélicas menos gloriosas y representadas por personajes aparentemente menores, pero quienes ejemplifican mejor el horror de la guerra. En este caso nos encontramos con el soldado Tamura, quien se encuentra luchando en Filipinas durante los últimos meses de la Segunda Guerra Mundial. La situación es terrible para el ejército y la compañía de Tamura busca deshacerse de él ya que enfermo de tuberculosis no puede ayudar en nada y sólo consume los pocos recursos que quedan. Rechazado por sus compañeros y por el hospital que se encuentra sobrepasado, se une al grupo de otros enfermos rechazados antes de verse obligado a vagar por la isla ante los constantes ataques del enemigo.
Parecería como si en los 3 años que separan a esta película de la anterior la visión de Ichikawa se hubiera vuelto más crítica respecto a la guerra y la posición de Japón en ella. Aquí no queda ninguna posible redención, ningún acto glorioso o de belleza. Mientras Tamura se mueve de un lado para otro, tan enfermo y demacrado como insistente en sobrevivir, sólo encuentra el peor rostro de la lucha y la tragedia: la muerte indiscriminada, el bandidaje incluso entre compañeros del mismo ejército, el hambre, la desesperación y otras situaciones todavía más extremas, aunque presentadas casi de manera simbólica a modo de mostrar apenas un poco de todo lo que seguramente podía encontrarse en un momento así.
Todo el peso dramático recae sobre Eiji Funakoshi, protagonista y único conector entre toda la tragedia (lo había visto antes en «La bestia ciega» pero jamás lo hubiera identificado) y se complementa de forma excelente con un blanco y negro brutal. Con una fotografía digna de una de las grandes películas de guerra (y su desolación).
«Piku», Shoojit Sircar
Y vámonos ahora la India a otro de mis maratones, aunque en este caso fue alrededor de un actor, el legendario Amitabh Bachchan, probablemente el más clásico de los actores todavía vigentes de este país (que si conocemos la fuerte industria que tienen, no es poca cosa). Con una filmografía de poco más de 300 películas y con una familia también muy reconocida en el escenario cinematográfico. En esta producción, actual y que podría parecer muy atípica en relación con sus papeles más famosos, se le suman además los increíbles actores Deepika Padukone (de mis actrices favoritas) e Irrfan Khan (tan famoso en India como en Hollywood).
Piku es una arquitecta joven y exitosa que vive con su padre, Bhashkor, de 70 años, controlador e hipocondriaco. La relación entre ambos es difícil, pese al declarado amor de Piku por su complicado padre, y ha llevado en varias ocasiones a intervenir en la vida de la chica para que se dedique únicamente a Bhashkor. Una de las discusiones frecuentes entre ambos es el destino del hogar de la infancia de Bhashkor, en Calculta, que ya tiene ofertas de compradores y Piku cree que deberían aprovecharlas, mientras que Bhashkor se niega a vender el hogar de su familia y propone que viajen a Calcuta. En realidad es que él quiere viajar a Calcuta, pero no puede hacerlo solo, ni puede hacerlo por avión, lo que deja muy pocas opciones para ambos. Piku suele moverse con una compañía de taxis propiedad de Rana, pero se ha peleado con un sinfín de taxistas porque puede ser igual de complicada que su padre. Cuando pide un conductor que los acompañe en un viaje de más de un par de días, nadie quiere aceptar, de modo que Rana termina por ofrecerse él mismo para no perderla como cliente.
A partir de este punto seguro ya pueden imaginarse la premisa de viaje de auto-descubrimiento y de las relaciones con los otros, y algo de verdad hay, pero en realidad a eso tenemos que sumar necesariamente a tres personalidades explosivas en el pequeño espacio limitado de un coche. Y sumar también otro pequeño detalle que en realidad es bastante relevante para la trama aunque podría parecer inexplicable: una de las pocas cosas de las que realmente padece Bhashkor es de estreñimiento, y eso ha definido en gran medida el modo en que ve el mundo, y también representará un pequeño infierno para sus acompañantes.
Si por una parte los actores son ya una garantía de calidad, al empezar la película y ver cómo se presentaba la situación, no me hubiera imaginado que pudiera resultar tan entrañable como finalmente fue. Aunque algunos puntos drásticos de la noción india de respetar a los padres pese a todo puedan parecerme poco saludables.
«Pink», Aniruddha Roy Chowdhury
Otra película de Amitabh Bachchan, con un título bastante parecido al anterior y con apenas un año de diferencia. El género del thriller, sobre todo el de connotaciones sociales, empieza a ser aprovechado en India hasta hace relativamente poco, sobre todo en su vertiente más seria y que logra escaparse de la mayoría de los estereotipos del cine propiamente bollywoodense. La premisa de «Piku» era ya bastante interesante y en parte también demuestra la variedad de películas y tipo de personajes que elige todavía Bachchan.
Nos encontramos con tres chicas regresando de noche a la casa que comparten en Faridabad (la ciudad más grande del estado de Haryana), Minal, Falak y Andrea, nerviosas y sin saber que hacer, pero con un comportamiento que claramente implica que se esconden de algo. Por otro lado vemos a tres jóvenes, Raunak, Vishwajyoti y Rajveer que acuden a un hospital porque el tercero tiene una herida en la cabeza que sangra profusamente, pero se niegan a levantar una denuncia policial. No nos toma demasiado sospechar que estos hechos no son aislados. Un hombre mayor, Deepak, vive en la misma calle que las chicas y pronto comienza a notar que se comportan de manera extraña, e indirectamente irá presenciando lo que a todas luces se convierte en acoso y violencia por parte de los jóvenes. Finalmente, cuando las jóvenes son irregularmente detenidas, Deepak se presenta como un ex abogado que puede darles algunos consejos sobre la situación, aunque por su condición actual (por su edad y lo que parece ser algún tipo de deterioro mental) no se siente demasiado seguro de ser quien lleve su caso.
Algo que me gusta del cine indio es que independientemente del tono de su producción, suele preocuparse mucho por las problemáticas del país, aunque puedan parecer cuestiones tan banales (vistas desde afuera) como el modo de relacionarse con el marido que te eligió tu familia. En este caso, siendo además un thriller social, el énfasis es bastante evidente y bastante relevante en una sociedad marcadamente machista y en la que se dan frecuentemente violentos crímenes de género. A lo que le sumamos las también marcadas clases sociales y la corrupción que impera en los sistemas de justicia. Minal, Falak y Andrea son juzgadas de antemano por las nociones conocidas por todos: porque viven solas, porque salen solas de noche, porque se acompañan de hombres que no son sus parejas, porque se quedan a solas con ellos, porque beben. Pero estos juicios no se quedan sólo en las miradas de los vecinos y en la mente de las personas que se enteran del caso, sino que llegan a los tribunales y son juzgadas ante la ley por esto.
La película logra escapar de casi todos los tópicos que podrían haberle restado seriedad al tema, con la posible excepción del personaje de Deepak, que por momentos parece querer en el genio incomprendido (aunque al final no se vea esto y el personaje tenga un merecido desarrollo propio). Las actrices son también toda una revelación, sobre todo Taapsee Pannu como Minal, tanto por sus excelentes habilidades histriónicas como por alejarse también de los estereotipos más marcados de la actriz bollywoodense.
«The warlords», Peter Chan
Seguimos con China, con una película de acción de época protagonizada por Jet Li, Andy Lau y Takeshi Kaneshiro. La cosa no podía pintar mejor, incluso sin tener mayor contexto de la Rebelión Taiping, que es el contexto histórico en el que se inserta y del cual no tenía yo absoluta idea antes de empezar a verla (tampoco podría decir que tuviera mucho más conocimiento al terminarla, claro, lo importante son los espadazos y la sangre).
Qingyun es el único superviviente de la masacre que sufre su batallón, abandonado por otros ejércitos supuestamente aliados y a manos de grupos rebeldes. Con la culpa del superviviente y sin tener a dónde ir, termina vagando en una población cercana, donde conoce al líder de un grupo de bandidos y decide irse con ellos. Por una serie de circunstancias, termina por comprometerse como hermanos de sangre con los dos líderes de este grupo, Erhu y Wuyang, a quienes propone unirse a uno de los tantos ejércitos que luchan por el poder en un complicado momento político en China.
La historia se desarrolla entonces a varios niveles. Por una parte la relación entre los tres guerreros, cada uno con características propias del estereotipo del guerrero honorable, pero al mismo tiempo distintos entre sí. Pese a que la relación se mantiene casi toda la película de un modo en apariencia óptimo, hay ciertas cuestiones que generan roces entre ellos y que irán dirigiendo sus destinos por caminos que no hubieran previsto. Luego está la cuestión de estrategia militar, la cual se muestra de manera bastante resumida, aunque incluso así hay momentos en que no queda claro quién es aliado de quién o por qué atacan a quien, pero que sirve para desarrollar el carácter de los personajes y darnos batallas de lo más épicas a cada oportunidad. A eso se le suma una subtrama amorosa por ahí porque no podía faltar con esos galanazos, aunque estén sucios todo el tiempo.
La producción es excelente y se nota sobre todo en el cuidado de los detalles de la ambientación de la década 1860, lo cual repercute positivamente en las batallas, en el sentido más extenso. En el sentido más directo, no sólo tenemos un trío de excelentes actores, sino que destacan en su arte de coreografiar luchas cuerpo a cuerpo, sobre todo Jet Li. Personalmente creo que el que más se luce es Andy Lau, además de que siempre me ha parecido un actor demasiado bueno. Me encanta.
Hay ciertos detalles que hacen que la cinta se quede al nivel de superproducción y tal vez no ahonde en los aspectos más serios y complejos, pero esto no tiene que ser necesariamente negativo y funciona a la perfección si lo que nos interesa más son las batallas y las escenas épicas.
«The Inugami family», Kon Ichikawa
Con esta película terminé el maratón de Ichikawa, basada además en una novela que me gusta mucho de Seishi Yokomizo, de la serie del detective Kosuke Kindaichi (en español se puede conseguir ésta, como «El clan Inugami» y «La isla de las puertas del infierno»).
La serie del detective Kindaichi está muy influenciada por la literatura clásica de detectives, como muchas de la época (al parecer el autor incluso era amigo de Edogawa Rampo), lo cual guía de alguna manera la estructura general de la trama, pero los sucesos se inscriben estrictamente al contexto social y cultural japonés. Kindaichi es un detective independiente no muy preocupado por las formas y las apariencias (en muchas ocasiones aluden a que puede parecer un vagabundo) que es invitado por un detective de policía a una pequeña población tras la muerte del patriarca de una importante familia de la zona, el Clan Inugami. Aunque la muerte es natural, el policía tiene motivos para sospechar que más cosas están por suceder, pero Kindaichi no tiene ni tiempo de enterarse al respecto porque el detective muere antes de que puedan hablar, a lo que sigue un intento de asesinato contra un miembro de la familia. El nuevo detective a cargo del caso decide extender la invitación previa a Kindaichi para que lo apoye con el caso.
En una premisa digna de historias como las de Agatha Christie, tenemos a las ramas de la familia reunidas por el funeral del patriarca y la lectura del testamento, uno de esos típicos testamentos que parece que a propósito buscan crear ruptura en la familia y sacar lo peor de cada uno de sus miembros. El intento de asesinato no será lo primero (ni lo más terrible) que está por acechar al clan, y obviamente hay varias historias ocultas que tienen que irse desenterrando para tratar de entender la complejidad de la situación. Todo ello en un encantador contexto japonés de clase alta y con el mutismo que se suele asociar con esta cultura.
El caso es de lo más entretenido, así como la novela, y seguro lo es todavía más si no se conoce el desenlace (aunque lo cierto es que yo no recordaba varios puntos clave). Y como al parecer a Ichikawa le gustaba eso de hacer remakes de sus propias películas, 30 años después hizo otra adaptación de la misma novela, en la que sería su última película.
«Una página de locura», Teinosuke Kinugasa
En mi mente pensé que el director de esta película, que tenía pendiente desde hace mucho, era Hiroshi Teshigahara, entonces cuando pensaba en la premisa y lo relacionaba con lo que había hecho con «Woman in the dunes» y «The face of another» (ambas adaptaciones de novelas de Kobo Abe) me imaginaba algo increíble y experimental. Y bueno, como ni me enteré del entuerto hasta que terminé de verla, pues el resultado fue algo curioso, confuso, aunque ciertamente experimental.
La película es muda, en blanco y negro, y con una intención surrealista de entrada. He leído varias premisas que dan distintas interpretaciones de lo que puede entenderse de la trama, pero no sé si podría inclinarme totalmente por una, ya que lo que se muestra en escena no parece querer ser claro en ningún momento, y la falta de elementos explícitos juega en ese sentido. Lo que sabemos de cierto es que el personaje principal es el conserje de un asilo psiquiátrico y que trabaja principalmente en un pasillo específico de personajes con problemas mentales, los cuales iremos reconociendo por sus manías particulares. Parece relacionarse especialmente con una de las internas, por lo que las premisas la señalan como su esposa, aunque la relación tampoco es del todo clara y yo creo que muy bien puede interpretarse como que el conserje tiene una fijación con ella o que también se está volviendo loco. Por otra parte, hay otra joven que se pasea por ese mismo pasillo como si fuera de visita, pero su presencia es bastante irregular, y que a veces se señala como hija de esta supuesta pareja. Pero realmente podría jugar muchos otros papeles.
Si lo que queremos es entender la trama y hallarle un sentido, sin duda terminaremos bastante frustrados con la película. No sólo hay muy pocos indicios que nos permitan hablar una historia sino que parece que de manera deliberada éstos son lo más ambiguos y confusos posible. La película es otra. Una de las primeras escenas es un baile interpretado por una de las internas del pasillo donde sucede casi toda la acción. En su mente ella es una bailarina y se mueve en su habitación como si fuera un espectáculo perpetuo. Del mismo modo, la película es una pieza de teatro experimental que no entendemos. Así como podríamos mirar una obra de teatro kabuki, noh, butoh, desprovistos de símbolos y sumergidos únicamente en lo que queda del ritual, de ese modo debemos guiarnos como ciegos en este psiquiátrico que es todo un universo, pequeño y sin sentido.
La película es sobretodo bella, además de tener la ventaja de durar apenas una hora, aunque con todo uno tiene que estar advertido y dispuesto para adentrarse en este tipo de propuestas. He visto que en muchos lados la clasifican dentro del género de terror pero me parece bastante alejado, aunque tenga algunas imágenes inquietantes. Al parecer el escritor Yasunari Kawabata (primer autor japonés en ganar el Nobel de Literatura) colaboró con el guión, tanto como puede haber un guión.
«Kabhi khushi kabhie gham», Karan Johar
Y también terminamos con el maratón de Amitabh Bachchan con una producción que, si bien es del 2001, se ve como todo un clásico noventero. Y por lo tanto tenía pánico de verla, ya de entrada se ve por dónde van los tiros. Pero además de Bachchan tenía a Shah Rukh Khan y a Hrithik Roshan, era imposible tratar de resistirse.
El título significa «a veces hay felicidad, a veces hay pena», lo cual antecede muy evidentemente a la telenovela que estamos por ver. Yash y Nandini son un matrimonio mayor, él es un muy importante (y rico, obviamente) empresario y tienen dos hijos: Rahul y Rohan. Ambos son la adoración de sus padres, quienes sueñan con verlos seguir el negocio de la familia y básicamente vivir bajo sus deseos. Rahul en realidad es adoptado, pero es tratado como un hijo más y al ser el mayor, los padres tienen especiales esperanzas puestas en él. ¿Y qué va y hace Rahul? Va y se enamora de una pobre, obviamente. Anjali es radicalmente distinta al mundo de Rahul y pese a los choques iniciales (típica historia de ‘se odian, se aman’), el amor vence. O algo así, porque termina rechazado por su familia y Rohan crece sin hermano, para enterarse de todo el drama hasta que es ya mayor (y guapísimo).
La película parte de esa regla de oro india de que los hijos deben obedecer en absolutamente en todo a sus padres, aunque lo que exijan sea ridículo y aunque eso conlleve su propia infelicidad. Aunque obviamente con la partida de un personaje tan noble como Rahul queda claro que lo que buscan es poner en duda la validez de esta regla, tenemos que tragarnos muchas escenas que pueden parecernos ya obsoletas si consideramos que la película no es tan antigua (aunque si consideramos que en India sigue siendo común el matrimonio arreglado, tendríamos que saber que no es tan obsoleto como parece). Además del melodrama familiar hay mucho romance, obviamente, y ahí intervienen las actrices Kajol (al parecer ha hecho cameos en varias películas que he visto, pero no la identificaba, y me encantó) y Kareena Kapoor (quien usualmente no me agrada pero aquí queda adecuada).
La película puede resultar entretenida si uno disfruta de este tipo de melodramas o si está advertido. En cuestión visual/musical los mejores números son los de Kajol, quien tiene un estilo más clásico y no tan bollywoodense. Y bueno, hablando de telenovelas, antes de ver esta película traté de terminar el maratón con «Baghban», otro dramón familiar por el estilo y lo odié demasiado, tuve que quitarlo. Mil veces prefiero a Bachchan como viejito gruñón o como abogado senil que teniendo que pasar por estos rollos familiares.
«Pulgasari», Shin Sang-ok & Chong Gon Jo
Nunca había visto una película de Corea del Norte y no sé si la experiencia vaya a repetirse pronto. O qué otras sorpresas pueda esconder ese hermético país. Porque, además, es una película de monstruos, una suerte de mezcla entre folklor local, kaijus, historia de época y cine ochentero. Su director, Shin Sang-ok, es mayormente conocido fuera de Corea del Sur (dentro sí fue reconocido como El Príncipe del Cine Surcoreano durante las décadas de los años cincuenta y sesenta) por haber sido secuestrado por Corea del Norte y obligado a dirigir películas para este país (sabrán también que su entonces líder, Kim Jong-il, era un increíble fanático del cine). «Pulgasari» fue la última película que dirigió en cautiverio antes de poder escapar, tras haber pasado 7 años en Corea del Norte.
La película está ambientada en la época feudal, durante la Dinastía Goryeo. El rey controlaba a la población con mano de hierro y privaba a los pobladores de su medio de vida (cualquier parecido con Corea del Norte algunos años después, seguro es pura coincidencia). Un viejo herrero trata de defender a las personas de su población y es enviado a la cárcel, donde vive en terribles condiciones. Antes de morir, crea una figurita de un monstruo con un poco de arroz y le pide a los dioses que le dé vida para que proteja a su gente. Los dioses se tardan en responder y la figurita no parece cambiar mucho, hasta que la hija del herrero derrama un poco de sangre sobre ella (casual) lo que le da vida y crea un vínculo entre ambos. Si por una parte es cierto que Pulgasari (nombre del pequeño monstruo) está del lado de los aldeanos, también es cierto que sólo cobra fuerza de comer metal, mucho de lo cual es importante para la vida diaria de los mismos aldeanos a los que se supone debe defender.
Al parecer Kim Jong-il era muy fan de Godzilla (ni cómo culparlo) y quería que se hiciera una película similar, incluyendo una especie de metáfora sobre el poder del proletariado (obvio). Incluso participaron en la realización de los efectos especiales miembros de los estudios Toho, de Japón, quienes fueron engañados haciéndolos creer que China los contrataba para una película. Sin embargo, el resultado final es un poco inexplicable. Yo entiendo que eran otros tiempos y que seguro todo es inexplicable en Corea del Norte, pero considerando la participación de Shin Sang-ok y todos los elementos contradictorios, me cuesta ver qué era lo que trataban de hacer, sobre todo en el contexto del cine de monstruos.
Por otro lado, me intriga absolutamente todo lo relacionado con Corea del Norte.
«Crying ladies», Mark Meily
Y cerramos esta entrada con otra curiosidad, en este caso desde Filipinas.
Stella es una mujer que salió recientemente de la cárcel por estafa. Tras ser arrestada su ex-esposo pidió la custodia de su hijo y desde entonces la mantiene, junto con su nueva esposa. Para Stella ha sido difícil conseguir trabajo y mantener un mínimo nivel de vida, pese a que lo único que quiere es poder vivir con su hijo. En parte por esto, y en parte por la compulsión, no puede evitar recaer en pequeñas estafas.
Un día, al lugar donde trabaja haciendo ofrendas de papel para altares chinos llega un hombre preguntando por plañideras, una antigua tradición de los funerales chinos que ya casi nadie mantiene. La madre de Stella fue plañidera en su tiempo de modo que su jefe la insta a que acepte el trabajo, para lo cual deberá reclutar a dos mujeres más dispuestas a llorar durante un funeral: Rhoda (una antigua actriz que vive fantaseando con las pocas películas que realizó y tratando de convertir a su hija en actriz también) y Choleng (quien tuvo una aventura con el esposo de su mejor, con lo que terminó peleada con ambos y ahora trata de expiar sus pecados trabajando en sitios de caridad).
Se trata de una comedia bastante blanca con un toque folklórico. Aunque en ocasiones parece que está por convertirse en una de esas comedias de enredos donde todo puede salir mal, en realidad nunca depende de situaciones dramáticas para sostener su historia, que está casi completamente centrada en que todos (especialmente las protagonistas) se desarrollen y aprendan algún tipo de mensaje aplicable a su vida. Pese a que fue bastante bien recibida en Filipinas (ganó los principales premios del Festival de Cine Metro Manila, uno de los dos más importantes de esta cinematografía; y fue enviada para representar a su país por el Óscar a Mejor Película Extranjera en 2005), diría que su principal interés es la curiosidad que representa en un aspecto muy específico de una cultura a la que no estamos tan expuestos.