«Appropriate behavior», Desiree Akhavan
Desiree Akhavan es uno de mis más gratos descubrimientos de este año, aunque no tenga una filmografía especialmente larga y aunque este mismo año haya estrenado «The miseducation of Cameron Post» (ya hablaré de ella en otra entrada) que no me encantó especialmente. Es probable que gran parte de lo que funciona con «Appropriate behavior» sea la faceta indie autobiográfica y el increíble sentido del humor que tiene la directora, guionista y protagonista; además del sentido tan íntimo y tan universal de una historia que, aunque ya hemos conocido mil veces, no deja de sentirse en carne propia.
Shirin es una mujer iraní-americana que perdió a su pareja, Maxine, y su trabajo al mismo tiempo. Dispuesta a rendirse al drama de que su vida se caiga a pedazos tiene que mudarse a un departamento más pequeño, compartido con una pareja de artistas, y por si no fuera lo suficientemente problemático que su familia no sepa que es bisexual, su hermano contrasta con una vida ejemplar ante los ojos de sus conservadores padres. Shirin acepta su caos y se sumerge en aventuras fortuitas e igualmente caóticas: un trabajo como maestra de cine para niños de kinder, una serie de citas con hombres y mujeres que conoce abruptamente, recuentos constantes de su relación con Maxine, lo bueno y lo malo. Todo esto, como comentaba, condimentado con un particular pero muy apropiado sentido del humor y el encanto de su personalidad.
Aunque poco tenemos en común (ella es una iraní extrovertida que parece de dos metros de altura), no pude sentirme identificada con parte de su personalidad: su sentido tragicómico del drama, su modo de rendirse a un destino que intuye funesto aunque no lo sea, y algo en su sentido del humor torpe y sin disculpa. Pese a que la cinta podría pintarse como una trama clásica de ‘saliendo del clóset/aceptando mi orientación sexual’ o de superación de una relación pasada, en realidad en una mirada hacia dentro y un recuerdo esperanzador aunque tibio de que la vida continúa y eso no necesariamente es algo malo.
Esta cinta, que es su primer largometraje, fue su titulación de la Universidad de Nueva York. No tiene todavía una carrera muy extensa y aunque no todas las producciones en las que ha participado tienen buenas críticas, es seguro que la seguiré a ver qué tiene por ofrecer. Estoy leyendo que actuó en la cinta «Creep 2» y yo que me había prometido que tras no encantarme la primera, no vería su continuación, pero ahora…
«Our time will come», Ann Hui
Ann Hui es una directora china bastante prolífica, aunque su nombre pueda no sonarnos, que lleva trabajando desde los años 70. Hace ya varios años vi una de sus películas ochenteras y no me pareció nada especial, por lo que no me interesé demasiado en seguir su carrera, pero qué increíble diferencia con lo que ofrece (y consigue) con «Our time will come».
Sin preocuparse demasiado por darnos un contexto histórico, nos remontamos a la ocupación japonesa en Hong Kong a inicios de los años 40. La ocupación buscaba capturar a figuras prominentes de la sociedad, sobre todo las relacionadas con la cultura y la academia. Una unidad de guerrilla busca resistirse rescatando a estos perseguidos para llevarlos a China continental. En la casa de la señora Fong y su hija, Fong Lan, rentan un cuarto un reconocido poeta y su esposa, quienes acaban de avisarles que tendrán que mudarse pronto. Sin sospechar las razones, el día de la mudanza Fong Lan se encuentra con que aparentes agentes encubiertos se han aparecido en su casa seguidos por un hombre que se encarga de ellos y ayuda al matrimonio a escapar. Fong Lan ayuda con el escape sin darse cuenta hasta tiempo más tarde que se trata de la guerrilla. Blackie Lau, el hombre que orquestó el escape y dirigente de una fracción, aprecia el temple de la joven y comienza a involucrarla en actividades sencillas.
La trama de la película abarca un extenso periodo de tiempo y, aunque se centra en Fong Lan, quien se convertiría en una figura casi mítica de la resistencia, va dibujando también a un gran número de personajes y el modo en que esta red conforma una lucha cotidiana e implacable contra un régimen extranjero. Uno de los recursos más interesantes de la cinta es que, además de la recreación de una historia real, se intercalan algunos testimonios documentales actuales de personas que participaron de algún modo en la época o que recuerdan a los personajes que vemos retratados en la ficción. Si la interpretación de Xun Zhou (increíble actriz) como Fong Lan ya es lo suficientemente interesante, fuerte y compleja, el escuchar cómo las personas (ya mayores, aunque en su mayoría eran niños o jóvenes durante el conflicto) se refieren a ella y su legado es conmovedor y ayuda a darle una dimensión histórica más allá del margen de tiempo que podemos ver.
Con una excelente producción, lo que siempre ayuda a las películas de corte histórico/bélico, a la cinta se suman otros increíbles actores como Eddie Peng y Wallace Huo. Probablemente lo menos logrado de la historia es la subtrama entre la protagonista y su madre, que se plantea como de una importancia especial pero que en la práctica no consigue transmitirla del todo.
«El niño pez», Lucía Puenzo
Después de que me encanta con «XXY», también protagonizada por Inés Efron, no se entiende que me tardara tanto en ver «El niño pez» (ya ni hablemos de «Wakolda», que tampoco he visto). En cierto sentido me disuadieron un poco las malas críticas que leí al respecto y las cuestiones criminales relativas a la trama (porque ya, América Latina). Con todo, y aunque tal vez la película no sea lo que yo (ni muchos otros) esperábamos, creo que hay distintos modos de verla y de leer lo que trata de decir.
Basada en una novela de la directora, nos encontramos con Lala, hija de un reconocido abogado y joven de clase alta, y La Guayi, la chica paraguaya que trabaja en el aseo de su casa. Se conocen desde pequeñas y su cariño esconde ante la familia la naturaleza de su relación: son amantes y llevan tiempo planeando escaparse juntas de aquella casa y asentarse en el pequeño y lejano pueblo paraguayo donde La Guayi nació. Han robado algunas cosas, con La Guayi Lala conoce un submundo muy alejado de su acomodado entorno, pero llegado un punto los enredos familiares y la noción de que tal vez no están esperando las dos lo mismo de la huida, comenzará a irrumpir en su relación.
Como comenté, la historia se puede ver de varias maneras, a lo cual contribuye (y no siempre de forma positiva) el modo en que se va ramificando en subtramas que van desde la Latinoamérica violenta a la mitología de pueblo, descubrimiento personal durante la adolescencia, historia de amor, culebrón latino, realismo mágico. Aunque la historia sigue a Lala en todo momento y su encuentro con otros personajes que se relacionan de algún modo con ella o con La Guayi, me parece mucho más interesante lo que no sabemos que lo que se nos muestra. Concretamente, me parece mucho más interesante el personaje de La Guayi pese a que no parece haber una intención en ningún momento de realmente descubrirla, lo que para muchos puede quedarse como un efecto amarillista de ‘se enamoró de la criada’. Que no sería nada sorprendente si no fuera un romance homosexual que incluyera al menos a una menor de edad.
Me parece que en lo que no se dice hay una historia de opresión y supervivencia que puede obviarse y quedar en el ‘ella vino de un pueblo de Paraguay, era pobre’. Otros detalles sobre su vida que Lala va descubriendo pueden ser revelaciones que contribuyan al culebrón o pueden ser también el recuento de la violencia inherente a muchas zonas pobres del tercer mundo. Lo que se descubre no parece corresponder con la imagen que La Guayi da en sus apariciones, lo que la hace todavía más enigmática y no creo que necesite mayor revelación. No sé si Puenzo tenía algo así en mente al escribir la historia (voy a asumir que la novela desarrolla más muchos puntos de la trama), pero incluso si se deja de lado profundizar en esa faceta de los personajes por descuido, eso habla mucho de lo que representa ese personaje, aunque se nos quiera vender que la protagonista última es, como siempre, la mujer de clase alta.
«The three rooms of melancholia», Pirjo Honkasalo
Y hablando de cintas que no sienten la necesidad de darnos todo el contexto de lo que estamos por ver, con «Los tres espacios de la melancolía» es muy fácil que nos preguntemos constantemente qué es lo que estamos viendo, antes de que podamos hilar naturalmente las imágenes y lo que se nos dice de ellas, para finalmente tener que investigar a profundidad la historia detrás de lo poco que podemos ver.
Una academia militar para niños, una ciudad devastada por la guerra, un campo de refugiados para niños. Esos son los tres cuartos de la melancolía, una mirada específica al conflicto ruso-checheno y el modo en que lo viven y cómo les afecta a los niños. Sin mayor narración, todo lo que sabemos lo vamos construyendo con sus testimonios. ¿Qué piensa un niño que crece preparándose para una guerra? ¿Cómo interpretan ellos la cuestión étnica? ¿Cómo convences a un niño que debe abandonar a su madre enferma porque no puede vivir más en un edificio destruido? ¿Cómo sacas adelante a niños refugiados si el futuro es totalmente incierto? Las preguntas se quedan con nosotros, las imágenes no buscan ofrecer respuestas, sólo retratar y dejarlos que hablan libremente, como puedan articular lo que alcanzan a comprender de una situación que lleva siglos.
Después de la confusión inicial por la falta de información, uno se deja atrapar por lo que ve y lo que se le comunica, y construye una historia general y universal que puede o no confirmarse con el contexto histórico. Honkasalo, directora finlandesa, tuvo que entrar de manera ilegal a Chechenia, ya que las autoridades rusas no permitían la libre entrada de extranjeros. Y supongo que menos si supieran lo que planeaba mostrar con su documental. Su estructura quieta y poética sin duda no será para todos, sobre todo aquellos quienes busquen una visión más informativa del género, pero es un modo bello de retratar la melancolía de una manera sutil pero poderosa.
«Sister my sister», Nancy Meckler
Empecé a ver la película sin leer antes su premisa, pero no tomó mucho tiempo sospechar que estaba basada en el caso de las hermanas Papin, dos jóvenes criadas francesas que en 1933 asesinaron brutalmente a la señora y la hija de la casa donde vivían y trabajaban. Es una historia que se ha vuelto muy conocida porque fue retomada por muchos artistas de la época (y posteriores) con distintos fines y desde distintas perspectivas, ya que la información real y concreta con la que se cuenta no es demasiada. Como la obra de teatro de «Las criadas» de Jean Genet, que es buenísima y me gusta más su enfoque que el de la de Wendy Kesselman, en la que se basa la película.
Christine trabaja como criada de planta en la casa de la familia Danzard, compuesta por la señora y su hija (joven pero que, para la época, bien podría estar ya casada), y consigue que su hermana Lea entre a ocupar el otro puesto de sirvienta. Por su relación inicial podemos deducir que ambas provienen de una familia disfuncional, que Lea es bastante más inmadura y que Christine es bastante histérica y está muy resentida por varias cuestiones de su pasado familiar. Al inicio todo parece idílico (o tanto como podría ser la vida de una empleada doméstica en aquel entonces), incluso llevan una buena relación con las señoras de la casa. El desarrollo completo de la historia gira en torno a su relación, que rápidamente va tomando tintes sexuales y que comienza a crear tensión en todo lo demás a su alrededor.
Ésta una versión de los crímenes de las Papin, sin duda explotada por sensacionalista, y a la que la trama de la película se dedica por entero. Incluso es poquísimo lo que podemos ver desde la otra perspectiva, la de la señora Danzard y su hija, lo cual las deja como figuras maniqueas en una historia que llega a explotar de manera algo radical, al menos por lo que alcanzamos a ver. Aunque obviamente entiendo el interés por esta visión de los hechos (Genet, por ejemplo, se centra en la cuestión del choque de clases), creo que el no abordar otros aspectos de la situación hace que la película se quede muy limitada, incluso en lo que respecto a la violencia o al juicio que siguió al crimen, puntos que podrían haberse aprovechado perfectamente.