No es usual decir esto de un cómic (o de una obra de ficción en general, sobre todo las actuales), pero «My friend Dahmer» es todo sobre su contexto. Su autor, Derf Backderf, trató de estudiar artes antes de abandonar y dedicarse por completo a los cómics. O algo así. Mientras trabajaba dibujando para algunos periódicos, recibió la llamada de su pareja periodista para decirle que habían capturado a un brutal asesino en serie del que ni siquiera sabían su existencia hasta que una de sus potenciales víctimas logró escapar del cautiverio. Cosas que pasan todos los días en Estados Unidos, al parecer. Pero el asunto no terminaba ahí: el asesino había estudiado en la misma escuela y en el mismo año que Beckderf. Había sido algo así como su amigo y el artista había incluso sido presidente de su club de fans. Ese hombre era Jeffrey Dahmer.
Me encantaría tener a la mano la viñeta en la que, tras comunicarle el hecho y preguntarle quién de sus excompañeros podría haberlo hecho, Dahmer es su segunda opción.
Aunque esta parte viene hasta el final del cómic, no es difícil identificar a Dahmer como el Carnicero o Caníbal de Milwaukee. Fue arrestado a los 31 años por el asesinato de 17 hombres, el primero de los cuales asesinó a los 18 años. Dahmer solía secuestrar a jóvenes en bares gay y llevarlos a su casa, donde los drogaba, violaba, asesinaba, descuartizaba y en muchas ocasiones comía. Sus crímenes son especialmente grotescos dentro del amplio recuento de asesinos seriales en Estados Unidos. Pero, como suele decirse en muchas ocasiones, estos individuos también tuvieron un antes (incluso en casos como Dahmer, que empezó bastante joven). Ahora imaginen lo que era ir a la escuela con él.
En realidad no tienen que imaginarlo, porque podemos directamente leerlo.
No puedo decir que me sorprenda.
Backderf empezó el proyecto de «My friend Dahmer» en 1994, poco tiempo después de que Dahmer fuera asesinado en prisión. Fue un proyecto largo que requirió algo de investigación pero sobre todo la búsqueda de un editor interesado en publicarlo (fallo en ver por qué alguien no querría publicarlo, pero tal vez se deba en parte al estilo temprano de Derf). En 2002 logró autopublicar un pequeño tomo de 24 páginas que sería su primer boceto antes de la novela gráfica de más de 200 páginas que le tomaría otros 10 años poder publicar.
La perspectiva es única en un aspecto que es muy difícil de imaginar en otras condiciones. Aunque hemos reseñado otras novelas gráficas de circunstancias excepcionales (como los reportajes de guerra en versión ilustrada, por ejemplo), aquí se añade el factor de la coincidencia totalmente casual (nadie planea estudiar con un futuro asesino en serie) y el hecho de haber sido de las extremadamente pocas personas que pudieron asomarse de algún modo a la vida de un adolescente trastornado como se intuye que era Dahmer prácticamente desde que Derf empezó a tratarlo. Hay algo increíblemente cotidiano y deslumbrante en estos escenarios comunes y en esos pequeños detalles, tristes y crueles a la vez, que el autor sólo pudo ver en retrospectiva. Relacionando, en el tiempo y la distancia, a ese extraño joven retraído, a ese extravagante antisocial, con sus futuros y horribles crímenes.
Esta perspectiva, que cuenta con la posibilidad de incluir una primera persona que no sea el protagonista temático (y a la que se suma una limitada perspectiva de lo que no se podía ver en aquellos momentos, resultado de una investigación posterior), es la principal fortaleza de una novela gráfica que de otro modo no hubiera destacado por sus cuestiones técnicas. Aunque el estilo de Derf se nota mucho más trabajado que en la historieta del 2002 e incluso que el de los bocetos que presenta como extra, no se puede decir que destaque especialmente más allá de una cierta estética americana. Su manejo narrativo tampoco parece algo a destacar e incluso por momentos, debido a su fragmentación, da una sensación de que el ritmo se interrumpe o que algún detalle no termina de cuadrar del todo.
Finalmente, y por desgracia, no vamos a saber más cosas de Dahmer de las que podríamos descubrir por otros medios (por ejemplo, una vez preso, se dedicó a dar largas y muy detalladas entrevistas a especialistas sobre el comportamiento criminal). Lo que vamos a saber son otras cosas, que por momentos puede que nos desconcierten más que sus propios crímenes al dibujarse en un contexto de aparente normalidad.
Personalmente, algo que me resultaba contrastante y desconcertante (y que no se aborda realmente) es la imagen caricatura de Dahmer, sobre todo que se presenta constantemente con muecas grotescas, y la del verdadero Dahmer. Habría que mencionar que Dahmer era un hombre bastante atractivo.
Aquí una de las fotos más conocidas, durante su juicio.
Entiendo que en la práctica, no depende de la apariciencia y cualquiera bien podría llegar a ser un asesino serial (chan-chan-chaaan), pero resulta que alguien que incluso en sus fotos de juventud daba la imagen de inclinarse más hacia el asesino sociópata carismático que lo tiene todo bajo control se acerque más al monstruo enajenado que vemos retratado a lo largo de la novela.
O seguro soy yo y mis prejuicios estéticos sobre asesinos.
Y hablando de descubrimientos justo a tiempo (bueno, en realidad esta reseña lleva en espera un buen rato), este año se estrena una película basada en la novela gráfica, dirigida por Marc Meyers, que hasta el momento (se ha presentado ya en algunos festivales) tiene un buen recibimiento de la crítica pero no tanto del público. Ya veremos.
El actor es estéticamente apropiado, como podrán ver.
Pueden pedir «My friend Dahmer» en inglés o en español por Amazon México.
Jeje, algo que se debe saber es que normalmente cuando alguien con baja autoestima se ve asi mismo, no se ve atractivo.
daamn….no puedo negar que el concepto suena de lo mas interesante….aunque un comic sobre la vida de un chico que se va a convertir en asesino serial me deja intranquilo…. creo que pasaré en esta oportunidad….
dicho eso gran reseña como siempre Sam :D, gracias por traer a la luz un proyecto tan curioso.