Las fantasías distópicas de ‘todo la humanidad es asolada pero…’ casi siempre suelen enfocarse en la desaparición (o muy particular evolución) del género femenino. Porque al parecer no suena nada mal un mundo lleno de androides femeninas buenotas dispuestas a servir a sus amos. Algunos mangas han creado un paraíso de esta premisa porque, misoginia aparte, lo cierto es que la perfección-femenina-robótica puede ser resultados bastante estéticos.
Quizás no taaan misoginia aparte.
«Y: The last man», como claramente indica su nombre, invierte esa distopía al masacrar simultáneamente a todos los mamíferos masculinos de la faz de la Tierra. Incluyendo, obviamente, a todos los hombres. Sin mayores concesiones para ese abrupto inicio, todos los hombres del mundo comienzan a escupir sangre hasta la muerte. Lo cual deja al mundo poblado por un montón de mujeres histéricas y desconcertadas.
Muy lejos de «Chobits». Muy cerca de un chick flick apocalíptico.
Pero como la evolución y/o el universo de Vértigo tiene un oscuro sentido del humor, queda un único hombre con vida. Hombre que, estadísticamente, era altamente improbable que fuera un macho alfa. Así que, también un poco histérico y desconcertado, Yorick Brown y su mono capuchino Ampersand, son los únicos dos mamíferos masculinos que quedan vivos después de la plaga. Un adolescente no demasiado brillante, con un nombre ridículo, y con la firme intención de ir a buscar a su novia-casi-prometida a Australia.
Lo que a todas luces sería un elemento cómico en cualquier otro cómic, se convierte en un atípico eje de acción en una historia más apropiada para la editorial de Vértigo, aunque sus pretensiones de ‘cómic maduro’ no suelan privar a Yorick de sus constante estupideces.
A partir de esta premisa la historia de Brian K. Vaughan y Pia Guerra deja de lado a este inminente protagonista para centrarse en la construcción de un mundo post-hombres. ¿Qué sucede con las diferentes sociedades cuando al menos la mitad de la población muere repentinamente? La mitad que ocupaba los puestos más altos, la mayor fuerza de trabajo en distintos sectores básicos para la supervivencia de la especie. Ese grupo de mujeres histéricas y desconcertadas tendrán que empezar a plantearse lo que va a ser de su humanidad ahora que han perdido a sus padres, sus parejas, sus jefes, y en general la estructura patriarcal que define en gran medida a todas las sociedades. Si Yorick podría pensar que su mayor problema sería llegar a Australia en un momento que casi todos los medios de transporte han colapsado, apenas está por descubrir un mundo donde su posición como ‘el último hombre’ no siempre tiene un valor positivo.
¡Feminazis!
Probablemente la parte más interesante del cómic se encuentra en los primeros tomos, en que la construcción social de este nuevo mundo está por establecerse y vemos la situación más allá de una posible fantasía o distopía de género. Un gobierno que trata de demostrar su poder y cuyos representantes se debaten entre si deberían sencillamente retomar las estructuras anteriores o si las circunstancias ameritan buscar nuevas formas; la delicada relación entre países que deben buscar su propia supervivencia pero también mantener una cierta diplomacia entre ellos; agrupaciones militares o para-militares con sus propias agendas y que han encontrado el campo ideal para dar rienda a sus deseos más personales; mujeres que proviniendo de ámbitos ahora inexistentes tienen que contribuir a su manera a la recuperación social. Y entre las situaciones excepcionales que Yorick y sus acompañantes se irán encontrando a través de su larga travesía, probablemente una de las más interesantes, por tópica pero también por estar muy bien manejada, son las Hijas de las Amazonas. Un grupo que sin duda le da una nueva dimensión al término de ‘femi-nazi’, al componer un frente violento en contra de cualquier remanente de la anterior sociedad patriarcal.
El arco central que va uniendo a todo el abanico de posibles situaciones es la travesía de Yorick en compañía del Agente 355, integrante de un grupo ultra-secreto del gobierno de los Estados Unidos que ha terminado por convertirse en la niñera del último hombre del mundo, y a la Dra. Allison Mann, una genetista que puede ser la única persona que consiga descubrir cómo es que Yorick sobrevivió y cómo se podrá perpetuar la raza humana a partir de ese descubrimiento. Lo que no debía ser más que un paseo de ‘vamos a un laboratorio a que te tomen unas muestras’ se convierte en un viaje de muchos años y 10 tomos donde los tres protagonistas atravesarán toda clase de aventuras fantásticas, realistas, humorísticas, eróticas y más, en lo que en muchos casos se ha convertido en un mundo sin reglas.
Durante los 6 años que se publicó de manera regular la serie (del 2002 al 2008), ganó toda clase de reconocimientos (sobre todo premios Eisner) y admiradores, cuyas deslumbrantes frases de encargan de adornar las portadas de la colección final de 10 tomos (que recogen los 60 números). Sin embargo «Y: The last man» me deja la sensación de ser un cómic que se logra sobre todo en su propuesta inicial y su puesta en escena, antes que en el desarrollo total de su historia. Después de los primeros 3 tomos, cuando ya nos queda claro que el camino será largo y que se detendrá mucho en las particularidades de los protagonistas y de los muchos otros personajes que se cruzarán en su camino, la historia empieza a perder algo de su fuerza y no la recupera en ningún momento para terminar de dar un golpe contundente. Aunque los personajes están bien retratados y tienen momentos interesantes, se mantienen dentro de ciertos patrones de comportamiento que no presentan mayores sorpresas e incluso en muchos momentos caen en lo tópico.
Aunque Yorick es un personaje que, apropiadamente, pasa de ser un imbécil a estar más o menos a la altura de las circunstancias, los demás personajes no terminan de evolucionar demasiado y tenemos la impresión de que vemos lo mismo en ellos a lo largo de los años y las páginas. Además que le juega en contra la imagen que se tiene ya del sello Vértigo y otras de sus publicaciones mucho más oscuras, siendo que para una historia apocalíptica distópica vemos en realidad muy poca violencia y poco impacto visual, incluso en los momentos que habría sido más que adecuado.
El diseño visual no varía demasiado durante su publicación, probablemente por contar con un equipo pequeño de ilustradores conformado por Pia Guerra, Goran Sudžuka y Paul Chadwick. De hecho su mejor arte se encuentra sin duda en las portadas, a cargo de J.G. Jones y Massimo Carnevale aunque en algunos momentos la hiper-estilización de los personajes abuse un poco.
Creo que es un cómic que funciona mucho mejor si se piensa como un divertimento que además está muy bien planeado y que tiene interesantes implicaciones detrás, antes que querer ver en él una ‘obra de arte en historieta’ por sí misma. Y es que después de leer a Gaiman y a Moore, uno ya tiene que ir con cuidado cuando alguien quiere hablar de obras de arte en otros autores de cómics.
‘Éste no es otro loco cómics de chicas buenotas al servicio de un hombre’
Recuerdo encontrarme con este comic cuando buscaba «lectura post apocaliptica» y la premisa no me termino de convencer.
Buena reseña Sam