Entre el reportaje gráfico y la ficción fantástica está Parque Chas, primero un barrio real en la ciudad de Buenos Aires y después un mítico cómic argentino creado por Ricardo Barreiro y Eduardo Risso. Y es que la idea que da origen a esta historia pareciera que estuvo siempre esperando, ahí, dentro de un mapa, invitando a entrar en el laberinto.
Ésta es una historia real. Le sucedió al amigo de un amigo.
La pregunta entonces parece obvia: «¿Por què al señor Chas se le ocurrió encomendar, en 1925, a los ingenieros Frehner y Guerrico el diseño de ese barrio donde la calle Dublín de repente se podía llamar Londres?». Ese barrio cíclico, laberíntico y errático parece proponerse como espacio para todas las historias. Y Barreiro se propuso transformar eso en magia, entre la leyenda urbana y la fantasía literaria. Un hombre llega a vivir a Parque Chas por casualidad y no tarda demasiado en darse cuenta de que quizás no pueda volver a salir: los taxistas le advierten que no entran en esa maraña de calles, su casera le pide que no abra nunca una ventana que se mantiene cerrada con candados. Y en ese punto sabe que ha cruzado una línea delicada entre su realidad de todos los días y un mundo de posibilidades con las que puede encontrarse en cada esquina.
La trama se divide en dos tomos, que fueron concebidos en momentos distintos y que inicialmente se publicaron en la Revista Fierro a partir de 1987 y que en total juntan unas 150 páginas. En un primer momento se trató tan solo de un abanico de historias que se encontraban ante la obsesión del protagonista por recopilar historias extrañas del barrio después de haber vivido su propio encuentro sobrenatural con la ventana cerrada. Y en lo cotidiano, en el desfile de los personajes de un barrio que se encuentran en el café o tomando una cerveza, es que esas calles se van convirtiendo en otras, en que las historias van tomando el control y configurando otro mundo, en el que cualquier cosa puede suceder.
Esas primeras historias son los sucesos en el departamento recién alquila por el protagonista, con la ventana que nunca se debe abrir; la construcción de una línea de metro secreta durante la época de Perón que debía de terminar en Parque Chas, la batalla entre los niños del barrio con unos invasores cuasi vampíricos, el acecho de un misterioso asesino en serie recorriendo las calles de noche, una fiesta en la mansión de Casanova, el taxi que nunca pudo salir de Parque Chas, la búsqueda del libro que cuente toda la historia del barrio en una biblioteca subterránea, la aventura de unos niños por el rescate de un auto de juguete que cayó en las alcantarillas, la leyenda de unos eternos maratonistas que no han dejado de correr. Y entre esas historias aisladas, contadas en la confidencialidad de unos minutos, se dan también los encuentros y desencuentros entre el protagonista y Aitana, quien fuera su casera y el anzuelo que lo atrapó en Parque Chas. Del baile en casa de Casanova a persecuciones y secuestros, Aitana se volverá la musa imposible, la sirena que llama, y la principal razón de que este hilador de historias permanezca atrapado en el laberinto.
En este mundo oscuro se aparecen también figuras míticas de lo fantástico argentino. Cafés en los que se puede platicar con Dolina, cuartos cerrados donde te espera Borges, das un paso más y puedes cruzarte con el Eternauta. Y entre una calle y otra el sentimiento es que todo eso es posible en Parque Chas, que ese enredo de calles podrían llevarte finalmente a dar esa vuelta de la que no regresas.
Sin embargo esta emoción que es la que configura el arco considerado posteriormente como el primer tomo, se pierda casi por completo en el segundo, escrito tiempo después, y para el que los autores recuperan los personajes antes que el concepto, volviéndose una nueva aventura de damisela en peligro porque al parecer Aitana es una mujer altamente secuestrable. Para entonces más que el aire de leyenda urbana posible, esa intromisión de historia fantástica justo en medio de la realidad, el mundo de posibilidades de Parque Chas se vuelve una serie de detalles al margen, situaciones más allá de lo normal que no terminan de cuajar porque el protagonista va corriendo de un lado a otro, en lo que casi podría parecer una larga extensión del último capítulo del tomo anterior. Ambos tomos parecen también dispuestos a modo de opción: puede leerse de manera auto-conclusiva el primero, que sin duda encarna mucho mejor el espíritu que da inicio a las historias, o puede verse el segundo tomo como un complemento que responde a sus propias motivaciones. Además de que permite disfrutar por algunas páginas más del fantástico estilo visual de Eduardo Risso, quien consigue darle un toque fantástico de grises a una historia muy film noir.
Pero sin duda uno de los mejores elementos del cómic, el que en gran parte le ha valido su condición de clásico, es que dentro de su aparente sencillez, esta sensación de que es una historia mil veces contada y escuchada, consigue invitar al lector a imaginarse como parte de ese otro mundo. A imaginar su propia realidad configurada dentro de esa posibilidad de leyendas urbanas. Y si Buenos Aires nos ofrece esas fantasías tan argentinas, ¿qué más cosas podríamos encontrarnos en otras calles?
me da vergüenza admitir que soy de argentina, fanático de los comics y que jamas escuche de este comic. mañana mismo voy a una tienda de comics a ver si lo encuentro.
muy buena reseña Sam!