Throwback Thursday!
Vamos a hablar de un cómic desde la emoción: «Calvin & Hobbes», tira cómica publicada originalmente en periódicos entre 1985 y 1995, es sin duda una de esas lecturas que definieron mi infancia y, probablemente (y como a mucha gente más), también definieron la persona que sería después de ella. Calvin es algo así como el niño que todo adulto desea haber sido (o recuerda haber sido, cuando adornamos nuestros recuerdos pasados): sin dejar de lado la importante carga intelectual que las viñetas tienen, Calvin no deja de ser un niño, y como niño juega, imagina tigres que hablan, molesta a las niñas y sueña con ser un astronauta en planetas hostiles. Pero, además de transformar vidas, «Calvin & Hobbes» es también una excelente muestra de las posibilidades a las que una tira cómica de periódicos puede aspirar.
Sólo dos viñetas y seguro tienen más sentido que mi propia tesis.
Como suele suceder con el tipo de historias que se proponen para publicaciones regulares y breves en periódicos, no se necesita más que una premisa simple que pueda explotarse para generar contenido por tiempo indefinido. Calvin es un niño de seis años con un tigre de peluche llamado Hobbes con el que puede interactuar cuando nadie más lo ve. A partir de ello Calvin hará lo que cualquier otro niño desastroso de seis años pero filtrando todas sus experiencias a través de una retórica adulta y la voz de la consciencia de un tigre que lo mismo puede ser la voz de la razón que, bueno, un tigre.
Es casi como tener un gato.
Calvin originalmente era un personaje secundario en una tira que Bill Watterson trató de publicar antes. Uno de los editores que la recibió le aconsejó que se enfocara en él y su tigre de peluche porque parecía un personaje mucho más interesante que el protagonista hermano mayor. El mismo editor volvió a rechazar la tira pero fue aceptada en otra editorial y para el año ya era publicada en unos 250 periódicos en Estados Unidos. Sin duda en una excelente muestra de que el público no necesita sólo humor simple para sus momentos de periodística lectura.
Oh, ¿no todos hacíamos esas reflexiones sobre nuestras tareas de matemáticas?
Aunque el referente de tiras protagonizadas por niños es bastante amplio, Watterson consigue posicionar a sus personajes en un punto atemporal entre la niñez y la voz adulta. Se citan referencias necesarias a su trabajo como «Little Nemo», «Daniel el travieso» o «Peanuts», pero no es necesario estar muy familiarizado con estos trabajos para saber que Calvin tiene preocupaciones bastante distintas a esos otros personajes y por lo tanto configura su mundo de una manera muy distinta, aunque se pueda resumir que, de algún modo, todos están haciendo ‘cosas de niños’. Quizá más cercano a los personajes de la tira «Mafalda», la diferencia esencial es la falta de contenido político (aunque Watterson añada compromiso ideológico de casi todas las demás índoles) y la reconfiguración subjetiva del mundo a través de la mirada infantil (y en este caso un poco caótica) del protagonista.
De las tareas escolares a los sentimientos tras la pérdida de una mascota, «Calvin & Hobbes» es un espacio abierto para la reflexión sobre la vida donde el autor puede mezclan sus propias fantasías ilustradas junto a sus pensamientos sobre toda clase de cuestiones, trascendentes o no: los cereales muy azucarados, Santa Claus, el arte, la obligación que los hijos tienen con los padres, el invierno, los viajes en el tiempo, el sistema de educación en Estados Unidos, y un largo etcétera. La tira conjuga un poderoso dinamismo en sus imágenes, que permite a los protagonistas expresarse con un increíble rango de rasgos pese a la aparente simpleza del trazo e incluso recurrir a tiras completas que son sólo imagen, con un diálogo poderoso que puede convertir cualquier situación en otro mundo. Con personajes ácidos, situaciones simples revestidas de nuevas percepciones, y un estilo fantástico que podían llevarte de una tira estática y simple hasta la prehistoria mediando una página (para los lectores que nos sumergimos en la historia a través de sus compilaciones), es un ejemplo más (uno muy bueno y particular) de cómo un cómic puede leerse y funcionar para distintas edades y para distintos momentos en la vida de un lector. Un público infantil puede acercarse al aspecto más fantástico de la imaginación de Calvin sin necesariamente entender en su magnitud muchas de sus ideas, pero quedándose con un poco de ese pensamiento, mientras que un lector adulto puede volver a mirarlo con nuevos ojos, volver a vivir una inexistente infancia y descubrir cómo muchas de esas ideas cobraron forma en su propia vida a lo largo de los años. El modo en que Watterson, quien realizó en su totalidad todos los aspectos de esta obra, logra concretar esos dos momentos de la vida como son las experiencias infantiles y el pensamiento adulto, en una obra que lo mismo es mordaz que inocente, es incomparable. Es claro que no necesitaba hacer nada más (y no hizo nada más, de hecho) para convertirse en una figura icónica de la cultura popular y uno de los más grandes autores de este género de cómics.
Watterson es, además, un autor que teniendo su correspondiente halo de misterio (sobre todo por el hecho de que al concluir la publicación de esta tira en 1995 se haya retirado del mundo de los cómics y viva aislado a lo Salinger), resulta una figura bastante simpática y que no cuesta imaginar (a través de sus declaraciones, compilaciones y entrevistas) como el padre intelectual de Calvin. Él mismo ha hablado de cómo ese pequeño niño de 6 años tiene un componente autobiográfico mucho más cerca de su presente que de su propia vida a los 6 años. Durante las décadas que duró la publicación periódica de «Calvin & Hobbes» abogó de manera bastante exitosa por las libertades artísticas de las tiras de periódicos, consiguiendo incluso mucho más espacio dominical del que se les ofrecía y una edición más respetuosa por parte de los periódicos que compraban sus viñetas. Gracias a eso tenemos abundantes ejemplos de tiras extensas y con algo de color que permitieron mayores y más dinámicas aventuras a estos protagonistas. También es un autor que vivió de manera congruente con lo que él pensaba era su relación con su propia obra, sin buscar su propia fama o abusar de la mercancía que podría haber generado. Es curioso como incluso el objeto con el que más se identifica a Calvin en la vida diaria es el prototípico sticker en que se le muestra de espaldas orinando y que es totalmente contrario al propio espíritu de sus historias (en la viñeta original está llenando un globo de agua).
A partir de ahí podemos mencionar más detalles, curiosidades, y datos sobre lo que conforma el enorme universo de este niño y su tigre, pero el verdadero valor sin duda está en esas entrañables y muy cortas historias que lo mismo enseñaron a tantos a comenzar a pensar por sí mismos, como a aprender de la amistad y de la vida.
Y yo podría ponerles mil viñetas más pero espero que este manifiesto amoroso los invite a adentrarse en este increíble mundo ilustrado.
Excelente trabajo como siempre Sam. No he leído muchos de tus artículos, pues, ya sabes, «El ataque del ñe. La venganza». Pero los pocos que he leído son de calidad.
¿Sabes que me gustaría ver? Me gustaría ver un lado tres mil veces más galopante hacia la risa y, si me permites una sugerencia, Condorito es el indicado.
Si no me crees, búscalo. Está en la constitución.
calvin y hobbes con el tiempo parecen amigos de tu propia infancia, con mas de 35 años ya encima uno vivia cosas como el o bien las imaginaba, gracias por recordarme que siguen ahi :D
Es una muy buen Comic , entretenido comico y que siempre de alguna manera te recuerda ese amigo o amiga que se parecia muchisimo cuando eramos niños ….. 8-) 8-) 8-) 8-)
yo trabajo en una veterinaria y siempre rescato la tira cómica de calvin y hobbes del periódico que usamos para las jaulas de los perros es de las pocas cosas que me alegran el día cuando el estrés y la falta de horas de sueño me asotan