Curioso que siendo éste un sitio dedicado al gordeo, no hayamos reseñado hasta el momento un cómic gastronómico. Pero esto se resuelve ahora.
Que a los asiáticos les encantan las tramas que giren alrededor de la comida no sorprende a nadie. Basta ver la cantidad de mangas y doramas que tratan sobre restaurantes, chefs, pasteleras y otras personalidades alrededor de la comida. Pero en el basto mundo del cómic japonés, donde uno puede encontrar ejemplos varios de casi cualquier afición, uno podría pensarse que ya se ha visto todo. Y es posible. Es posible también partir de la falta de sorpresa, del ‘trozo de vida’, ese género que representa las posibilidades infinitas de la historia que no busca más que anclarse en lo cotidiano. Y cuando Jiro Taniguchi (un artista consagrado al retrato realista de Japón) y Masayuki Kusumi nos introducen a su ‘gourmet solitario’ no buscan más que eso: transportarnos a la mesa solitaria en un restaurante de Japón.
¿Y no todos soñamos con estar tragando en Japón?
Al principio tenemos la sensación de que este hombre solitario podría ser cualquiera. Un hombre cuyo trabajo lo lleva a recorrer Tokio y otras ciudades cercanas y que de pronto se encuentra hambriento busca un sitio donde poder sentarse y probar algo. El exceso de lo cotidiano, la falta de acción y muchas veces de mayor contexto, mantienen esa sensación de cercanía, de vivir el día a día con la más absoluta naturalidad en ese país de tinta y líneas claras. A través de 19 capítulos nos asomamos a esa vida que es siempre un mismo camino: la búsqueda de un restaurante o un platillo.
Uno podría pensar que un manga que prácticamente no involucra acción podría llegar a ser cansado o terminar por perder al lector, pero entre la fascinación que es capaz de despertar la gastronomía japonesa en sí misma, y la sensibilidad con que es retrata desde la más estricta objetividad (la recreación física de los lugares, las descripción minuciosa de los platillos, las notas al pie sobre información cultural, las guías de precios y zonas) hasta la más íntima subjetividad, consiguen realmente transportarnos no sólo al retrato de un local y un menú sino a sus sensaciones, a las emociones del día de un protagonista del que sabemos tan poco pero del que entendemos tanto a través de detalles aislados como sus recuerdos fugaces o las decisiones que toma cuando entra a pedir algo de comer.
Por una parte tenemos al misterioso protagonista, un hombre que al desdibujarse nos obliga a intuirlo a través de las cosas que hace, o a través de las sensaciones que despiertan en él las cosas que come. Como suelen decir algunas series gastronómicas: Somos lo que comemos. Y ese gourmet solitario parece transformarse a la vez en todo el universo de Japón recorriendo calles y buscando locales, entrando en el sitio más inesperado en cualquier rincón del país. Convirtiendo así a la comida, como concepto físico y abstracto, en el otro gran protagonista de la historia. No sólo resultando una guía bastante didáctica sobre las variedades de platillos a lo largo del territorio japonés (y también la influencia de otras cocinas que han sido asimiladas), sino haciéndole justicia a la riqueza gastronómica que puede presentar un país. Sobre todo cuando se trata de una cocina que ha sido declarada Patrimonio de la Humanidad.
Tip: Cuidado con la hora en que lo leen o corren el riesgo de morir de antojo.
Es, además, una historia que fluye rápidamente a lo largo de sus cortos capítulos y llegando apenas a las 200 páginas en total, y que consigue dejar con una sensación de que lo que ha leído va más allá del mero listado de platillos japoneses. Lo que el manga nos ofrece es realmente ese ‘trozo de vida’ que constituye la experiencia gastronómica como algo cotidiano, emotivo y complejo, así no podamos precisar en muchos momentos a qué debe saber lo que nuestro protagonista está probando.
Aunque nos estemos muriendo de ganas por hacerlo.
Es cierto que la propuesta y el género pueden ser un poco difíciles de asimilar por todos y es una historia a la que uno debe acercarse buscando justamente lo que ofrece: la vida vista a través del amor por la comida. Pero también es cierto que el dueto Taniguchi-Kusumi resulta perfecto para componer este retrato cotidiano. El dibujo claro y realista de uno es transformado por las palabras precisas para construir el momento. Y llevarnos a dar una vuelta por Japón, aunque sólo sea mientras dura el relato.
Que buen escrito sam yo estoy en proceso para ser chef y poder leer un manga de estos meda ideas para cocinar y más con una cocina tan basta como lo es la japonesa un saludo desde Colombia
:bye:
yo si sueño con irme a atascar de comida a Japón… a lo mas que he llegado ha sido a los oniguiris y los fideos de la Friki-plaza, :( los cuales, me atrevo a presumir que no se parecen a los originales japoneses en nada, ya saben, así como los tacos que comemos en México y los tacos que comen en Estado Unidos, la comida de la ultima imagen es la que si me mato!!! ese atún que me estaba comiendo me pareció tan insignificante!!! :(
Jaja yo también me inclino a pensar que la comida japonesa de la Frikiplaza no debe ser muy japonesa.
HAMBRE!!! :reallypissed:
Muy buena reseña Sam :yes: , la verdad no soy de leer este tipo de «cómics» pero vaya que se me antojo (leerlo y la comida) :X-P: , tratare de leerlo, le ayo un poco de igualdad al cómic «Chew» aunque en lo único en que se parecen es que la trama gira en torno a la comida :rotfl:
http://forbiddenplanet.co.uk/blog/wp-content/uploads/2010/03/chew01_p2.jpg
Qué horror ponerse a pensar y sufrir tanto por lo que se come. Así no se puede vivir. Me apunto «Chew» para luego ver qué tal.