Para celebrar el día de las madres, nada mejor que un thriller que no tiene en absoluto que ver con la maternidad.
Anyway, aquí les dejo un maravilloso póster de ese gran subgénero de ‘terror obstétrico’.
Ahora podemos empezar con la reseña.
Parte de ese culto al director (a ciertos directores, al menos), nos lleva a definir una cierta cantidad de los estrenos como si se tratara una carrera de filmografías: La próxima película de…
La próxima película de Woody Allen, la próxima película de Harmony Korine, la próxima película del tipo ese que hace películas de monstruos donde nunca vemos al monstruo. La próxima película de Danny Boyle, con letras grandotas, y entonces parece que no importa que no tengamos ni idea de qué va, qué hace James McAvoy en el póster por qué no sólo le dejaron «Trance» al título. No importa porque todos vamos a estar pensando ya en Danny Boyle.
Les doy permiso de pensar en «Trainspotting», yo me sigo quedando con «28 days later».
Pero no todo ha sido miel sobre hojuelas, ¿verdad, Danny? Después de todo has experimentado con cuanto género, escenario, tipo de tramas se te han cruzado, desde thrillers terroríficos espaciales, tributos bollywoodenses, hasta biopics de un tipo y su piedra. Con sus altas y bajas, pero sabemos que el público te adora. ¿Verdad?
Claro que lo adoran.
«Trance» (perdónenme si me ahorro el inútil ‘en’ inicial) no ha sonado demasiado para ser la última pieza de alguien que ha triunfado de manera arrolladora en ámbitos tan dispares como el cine de culto, el cine de zombies y el cine comercial, pero en la cabeza de Boyle el proyecto viene tomando forma desde los 90, cuando fue introducido al guión por primera vez. Siendo entonces apenas un novato no se atrevió con la complejidad de la historia y unos años después fue adaptada para la televisión inglesa por Joe Ahearne, el propio guionista. Los años pasaron y el Boyle de ahora, el que puede llamar por teléfono a Michael Fassbender para ofrecerle uno de los protagónicos, decidió que era momento de regresar a esa propuesta.
Fassbender no pudo aceptar el papel finalmente pero ¿a quién le importa? si en su lugar nos dejan al fantástico Vincent Cassel, razón principal porque me decidiera a ver la película después de un trailer que no me había cautivado demasiado. Y yo sé, regreso al ‘la próxima película de’, pero con todo lo que puedo amar el estilo de Boyle, no puedo olvidar que lleva unos buenos años sin encantarme. Nada personal.
Simon trabaja en una casa de subastas y es uno de los encargados principales de una noche que culmina con la venta de una pintura de Goya. Eso hasta que un grupo de ladrones entra a encargarse del asunto. Franck, jefe del grupo, consigue quitarle la pintura a Simon quien trata de evitarlo y consigue una muy buena contusión cerebral a cambio. Simon pierde la memoria, lo cual no sería particularmente malo sino fuera porque el robo fue un trabajo interno orquestado entre él y Franck. Y la pintura desapareció en algún momento entre las manos de Simon, quien no puede recordar nada al respecto. Franck decide llevarlo a una terapia de hipnosis con la terapeuta Elizabeth, quien comenzará a sospechar lo que sucede y aprovechará su capacidad de meterse en la mente de los hombres para sacar provecho de la situación.
Y bueno, si la hipnosis no fuera suficiente: ¿ya mencioné que se trata de Rosario Dawson?
Con un vertiginoso inicio propio de los asaltos cinematográficos más inteligentes, una premisa que consigue una interesante vuelta de tuerca a la típica trama sobre ladrones y sus originales hazañas, el punto fuerte de la película comienza a partir de que la terapia entra en el juego. Precisamente por tratarse de hipnosis y el control inconsciente que puede ejercer sobre el individuo, las intrigas comienzan moverse alrededor de las dudas y el ambiguo concepto de la verdad. Elizabeth entra en el juego pero es posible que tenga más de un as bajo la manga, los recuerdos de Simon comienzan a aflorar de manera arbitraria, escondiéndose unos detrás de otros, y Franck y su grupo, si bien mantienen ventaja física sobre la situación, se ven acorralados por una circunstancia inesperada que no pueden precisar y de la que no pueden ocuparse sin poner el peligro el resto del plan. El psicológico juego de poker entre el trío protagónico se condimentará con una estructura narrativa y una estética que evidencien el delicado equilibrio entre la realidad y lo que se cree percibir como la realidad.
Y es por ello que Boyle tiene permiso de usar todas los colores neón que quiera.
Todo esto suena muy bonito, en gran medida porque eso de *no sabemos qué es real* hace que cualquier trama se vea interesante. Y abre la posibilidad de que tomes una trama lineal y la llenes de nudos. Un montón de nudos. Ahora bien, esa complejidad es bastante necesaria en una película que trata precisamente de *las posibilidades de la memoria* (sobre todo cuando no puedes darte el lujo de no recordar) y también es cierto que la trama de Ahearne dista bastante de ser lineal pero ¿eran verdaderamente necesarios todos esos nudos?
«Trance» se asegura de asestar un sólido golpe apenas iniciar. La introducción, incluso siendo guiada por McAvoy, es excelente, la fotografía es inmejorable y pese a no esmerarse demasiado en ello es claro que Anthony Dod Mantle (se ha encargado de la dirección de fotografía de casi todo lo demás de Boyle) consigue un retrato psicodélico y esquizoide de un Londres perfecto para la trama; actores de primer nivel que viven fácilmente sus personajes, excelente soundtrack, excelente ritmo narrativo y visual. A nadie tenemos convencer ya de que Boyle, independientemente de cualquier cosa, es un genio en el aspecto técnico y se mueve de maravilla entre las ambiciones de blockbuster y su sello personal. Y la premisa, claro, no puede sonar más interesante, ¿no es así?
Y sí, todo eso es cierto: «Trance» sale de puerto seguro dirigiéndose hacia lo que pretende ser un giro inesperadísimo de los eventos que va sucediendo desde mediados de la película, una y otra vez. Mi problema es que, precisamente, cuando la trama comienza a requerir más y más nudos, ya que nos quedó claro qué es lo que sucede y qué es lo que se pretende, el conflicto central se detiene y empieza el juego de espejos. Para mí ese bajón en el guión rompe el efecto deslumbrante que todos los demás elementos habían conseguido antes. La película entonces se esmera tanto por resultar sorprendente, por confundirnos una vez, mil veces, por recalcar hasta lo incansable que nada es lo que parece y que no podemos acceder a la verdad, que harta. Porque para sostener ese continuo y elaboradísimo juego de espejos es necesario llenar la trama de elementos innecesarios y perdonar muchos huecos en el guión, desde los más inocentes hasta algunos demasiado notorios.
Y bueno, no les voy a hablar del final porque seguro el problema soy yo.
Imagínense que me fastidió tanto que ni por Cassel pude mantener la compostura.
Es uno de esos casos donde la contraposición de elementos positivos y negativos es casi injusta: los positivos son increíblemente buenos pero el hecho de que sean sobre todo en el aspecto técnico hace que no pueda entusiasmarme demasiado, y por otro lado los negativos están tan íntimamente ligados a la historia misma que consiguen desinflarme la película. Y es que no cabe duda que, lo dicho, Boyle es un excelente director, aunque quizá su nombre en letras enormes arriba del póster pueda predisponer un poco al visionado de la película. Para mí cuesta siquiera verla como una película decente para pasar el rato (porque la suma de elementos molestos se volvió insoportable) y encima me encuentro con que tiene reseñas más que positivas. Lo cual, claramente, será otro de mis eternos desacuerdos con Hollywood. Algún día tendremos que saldar cuentas.
Y duelearnos a muerte.
Me debatía entre reseñar esta película o «Una mirada dentro de la mente de Charles Swam», lo cual no hace que mi semana parezca precisamente ideal. La moraleja es que debí ir a ver «Star Trek», al menos tendría el consuelo de Benedict Cumberbatch.
Aunque no es como si Vincent Cassel o Jason Schwartzman me hayan servido de mucho en mis otras opciones.
«Trance» o «En trance» (gran diferencia) es una película inglesa del 2013 dirigida por Danny Boyle («Trainspotting», «28 days later», «Slumdog millionaire») y protagonizada por James McAvoy («El último rey de Escocia», «Wanted», «X-Men: Primera generación»), Vincent Cassel («Irreversible», «El odio», «Cisne negro») y Rosario Dawson («Sin City», «Death proof», «Siete almas»). Tiene 7.3 estrellitas en imdb lo que me parece una exageración. Si pasamos por alto mi increíble capacidad para enojarme con la ficción audiovisual, seguro que como entretenimiento comercial funcionará para muchos. Está en cartelera y me imagino lo estará por un rato más.
Será porque yo soy de mente simple o simplemente no me gusta sobre-analizar las tramas confusas que la verdad siempre terminan gustandome xDDD
me llamó la atencion la recomendacion/no recomendación hehehe voy a verla a ver que tanto le entiendo y si quedo conforme con ese final del que no quisiste hablar Sam hehe
buena reseña! ;D
Y luego de verla regresas a contarnos qué te pareció.
mmmm…..nunca habia oido hablar de esa pelicula XD debo ver mas lo que hay en cartelera XD
concuerdo contigo, y como lo dicen en un buen episodio de South Park; una trama mientras más complicada no la hace más inteligente o »genial», simplemente lo hace complicada, deja muy a la vista hoyos de guión y da WEBA. (me encantó la referencia a Inception que tampoco me gustó nada)