«The innocents», Jack Clayton
Empezamos por clásicos de terror injustamente no tan conocidos. Se trata de una de esas piezas que no necesitan elementos explícitamente diabólicos para reafirmarnos que los niños pueden ser el monstruo más aterrador en una historia. Me parece, además, que es una clara influencia de la increíble película mexicana «El libro de piedra».
Miss Giddens es una mujer joven que estudió para ser institutriz aunque no tiene todavía experiencia. Tiene una entrevista de trabajo con un joven millonario en que le explican que es el único familiar que le queda a sus sobrinos, dos niños pequeños que viven en su casa de campo, pero no tiene tiempo ni interés para cuidar de ellos por lo que necesita alguien que, además de instruirlos, se responsabilice totalmente de ellos y de la propiedad en la que viven. Giddens no está del todo segura de estar a la altura de la situación pero es evidente que el hombre no quiere perder más el tiempo buscando, con lo que al poco tiempo se encuentra ante una monumental vivienda en el campo en la que viven Flora y Miles y unos pocos criados.
Ya nos podemos imaginar que, en general, las películas de ‘solos en una enorme casa en medio del campo’ tienen que tener algo perturbador y pronto Miss Giddens se da cuenta de que la propuesta idílica de trabajo tiene mucho que ocultar. Como las trágicas y misteriosas muertes que han sucedido en los últimos años y la fijación de los niños con algunos de estos personajes muertos. Lo suficiente como para afectar los nervios de cualquier institutriz, vamos. Y por si eso no fuera todo, los también idílicos niños por momentos son tan idílicos que son verdaderamente siniestros. Todo esto lejos de la civilización y sin nadie que realmente se interese por lo que sucede. Maravilloso.
La película tiene todo a su favor: una historia bien contada, incluso cuando algunas partes de las subtramas pueden parecer no especialmente interesantes, una producción impecable con una fotografía preciosa y unas actuaciones increíbles. Por una parte tenemos el descenso a la locura de la institutriz, quien encarna de manera apasionada las posibilidades tanto sobrenaturales como histéricas, y por otra unos niños que lucen en exceso adorables para irse tiñendo con detalles que van oscureciendo la atmósfera. Lo cual podría sonar a poca cosa si no supiéramos lo fácil que una mala actuación infantil puede afectar negativamente una película, y el talento que se requiere para de, manera convincente y sutil, convencernos que alguien tal vez se está volviendo loco. O tal vez no.
La verdad es que no esperaba que me gustara tanto y me resultó una maravilla total. Que, como dije antes, es una pena que no sea tan conocida. Como dato curioso, el guion fue co-adaptado por Truman Capote.
«A dark song», Liam Gavin
Y bueno, hablando de maravillas, ésta fue además inesperada. Cuando me dispuse a ver la película apenas si tenía idea de que iba sobre invocaciones o demonios, gracias en gran medida al póster, pero no mucho más. Y qué joya.
Sophia es una mujer bastante hermética que está buscando algo que no parece quedar demasiado claro. En primera instancia, una casa remota en la campiña de Gales. Luego, la asistencia de un ocultista. Luego, aislarse del mundo durante meses. Ha leído bastante y parece muy segura de seguir el camino correcta, pero sus intenciones no son claras ni sus respuestas sinceras y Joseph, el ocultista, deja muy en claro que no podrán llegar al final del camino si no es totalmente sincera. Si no sigue sus indicaciones a los pies de la letra. Si no se queda encerrada durante meses hasta que lo que están haciendo funcione.
No estoy muy segura de cómo referirme a este subgénero pero digamos que es de invocaciones. Esto puede abarcar otras cuestiones como médiums, ouijas y similares. En casi todos los casos la invocación suele ser la parte inicial de la historia y luego la trama se centra en sus consecuencias. En este caso, por el contrario y con una planeación bastante realista, lo que se nos deja en claro que la gente no va por la vida invocando entidades sobrenaturales a la mínima provocación. Sophia ha requerido una profunda investigación y tendrá que atravesar por un más que estricto entrenamiento si es que quiere llegar a asomarse al misterio, y esto compone la mayor parte del metraje de la película. Si bien eso puede significar por momentos que las escenas de terror sean limitadas, el tono con el que construye la historia y a sus personajes no podría haber salido mejor.
Creemos saber y creemos que en relevante entender por qué, pero no sólo las cosas más claras pueden tener más de ángulo, sino puede que todo lo que se nos ha dicho no sea finalmente relevante. Una historia llena de detalles técnicos y de repeticiones infinitas se vuelve una historia puramente emocional y esas emociones son tan puras que son más terribles que las implicaciones sobrenaturales que en principio se persiguen. Todo confinado a un solo espacio (una enorme casa que es un personaje en sí mismo) y sostenido sobre dos personajes. Enorme, bella, dura y maravillosa. Quedé enamorada, de mis sorpresas favoritas de terror en los últimos tiempos.
«The endless», Justin Benson & Aaron Moorhead
Como tal vez notarán en mi entusiasmo, últimamente me han tocado agradables descubrimientos de terror, aunque no todos puedan ser joyas ocultas. En el caso de «The endless», además, la vi por casualidad justo el día en que se conmemoraba el nacimiento de Lovecraft, siendo que se trata de una película maravillosamente lovecraftiana.
Los directores son también guionista, cinematógrafo, productores, editores y protagonistas de la cinta (casi nada), en la que encarnan a una pareja que hermanos que sobreviven a duras penas con trabajos manuales, un pequeño departamento y muchos años de terapia, después de haber pasado toda su infancia en un culto que cree en alienígenas y haber escapado durante su adolescencia. Si las cosas en general no pintan muy bien en su vida mediocre, la cotidianidad se ve interrumpida por un videocassette que les llega del culto.
Aaron era muy chico cuando huyeron del culto, por lo que prácticamente toda la información respecto a él viene de su hermano mayor, Justin, de quien fue la idea y quien luego informó sobre sus extrañísimas particularidades a la prensa. Aaron cree que tal vez las cosas no son como las recuerden e insiste en que vayan a visitar el campamento donde se encuentran, aunque la idea obviamente no encanta a Justin, por lo que el viaje de regreso a su infancia no es precisamente en los mejores términos. Al llegar ahí, es difícil determinar, como espectador, qué es lo más desconcertante: la extrema normalidad que parecen reflejar los habitantes del campamento, lo que puedan estar escondiendo o la posibilidad de que no estén escondiendo nada.
Pero ya les adelanté que es una historia lovecraftiana, así que se imaginarán hacia dónde va. O tal vez no, porque es una maravilla de guion aunque se mantenga dentro de un rango de acción limitada.
Es el tipo de tramas de las que es mejor no decir nada e invitar a que las descubren, se desconcierten y las disfruten dejando espacio a la sorpresa.
«Dog soldiers», Neil Marshall
Cuando elegí la película creí, erróneamente, que el director era Neil Jordan y pensaba que claro, todos sabemos que le gustan los hombres lobo, así que ni siquiera tenía que leer la premisa. El director en realidad es Neil Marshall, también inglés, y se trata en este caso de su primer largometraje. Si lo hubiera recordado correctamente como el director de «El descenso» no sé que hubiera pensado, pero no hombres lobo. Y bueno, que sí que tiene hombres lobo.
Cooper es un soldado que quiere formar parte de un equipo de super élite y está por pasar un intenso examen práctico, pero resulta que no es lo suficientemente hijo de puta como para aprobarlo. Resignado, se une a otro grupo de soldados mucho más relax que unos meses después van a realizar un ejercicio de entrenamiento en un bosque. Un bosque donde misteriosamente han desaparecido varias personas en los últimos años, aunque esto no le interesa demasiado a un grupo de hombres entrenados y armados. O al menos no hasta que encuentran la base del otro grupo con el que participan en el ejercicio con casi todos sus integrantes brutalmente asesinados, con excepción de su capitán, únicamente herido, el mismo que reprobó a Cooper unos meses antes.
No soy especialmente afecta a las películas de hombres lobo y sus tramas no suelen encantarme, pero de entrada ésta es tan particular que no resulta difícil verse atrapada por ella. Se desenvuelve mayormente como una película de acción, construyendo el perfil de los personajes como si formaran parte de una guerra, pero las particularidades sobrenaturales del contexto sirven maravillosamente para conformar los puntos esenciales que le darán su toque único. El protagonista, Kevin McKidd, me saltó inmediatamente a la memoria porque cuando mi hermana veía «Grey’s anatomy» decíamos que quedaría muy bien como Van Gogh. Y lo cierto es que no me lo hubiera imaginado como tipo duro de acción precisamente. Al parecer otros nombres que sonaron para encarnar al protagonista fueron Simon Pegg y Jason Statham, actores tan distintos que prácticamente habrían hecho una película diferente cada uno.
«Prince of darkness», John Carpenter
También me tocaron películas de directores bastante clásicos, como Carpenter, aunque ésta en particular tampoco es que sea la que más recordemos de toda su filmografía. Con eso de que siempre digo que debería planear más mini maratones de directores de terror.
Un sacerdote contacta al profesor Howard Birack, físico cuántico que ha hecho investigaciones científicas relacionadas con la religión, para contarle sobre su descubrimiento en una iglesia abandonada. En el sótano encontró los restos de un monasterio de «La hermandad del sueño», una organización/secta que ha tratado de comunicarse mediante sueños y que ha hecho extraños experimentos a lo largo de los años. Como lo que se encuentra en el sótano y el sacerdote no puede ni entender qué es. El profesor arma un grupo de estudiantes e investigadores de distintas ramas de las ciencias para pasar un fin de semana encerrados ‘investigando’. Claro que omite la parte de la secta y del descubrimiento sobrenatural hasta que ya están todos atrapados en una iglesia abandonada.
Aunque los estudiantes son de posgrado y se ahorra un poco la línea de adolescentes, hay por ahí una subtrama romántica que prima en el desarrollo de personajes y que no aporta demasiado a lo que realmente nos importa, que son las particularidades del culto que son una maravilla. Por suerte, en contraposición, los personajes secundarios y fugaces se mantienen correctamente en su línea y esto permite que la acción avance lo mejor posible. Sin necesidad de que el desarrollo sea especialmente original, los detalles de la historia son lo suficientemente interesantes como para mantenernos enganchados, así como las secuencias de distintos tipos de horror que se van desarrollando dependiendo de lo que necesite la historia.
Con su toque ochentero tiene todos los elementos necesarios para ser un pequeño clásico y sin embargo no lo es. De hecho es posible que sea la menos conocida de las cintas que componen la trilogía ‘del apocalipsis’ del director, que se completa con «The thing» y «In the mouth of madness». Que no es que sean realmente muy parecidas, pero todas son encantadoras a su manera.
«Empire of passion», Nagisa Oshima
En realidad Nagisa Oshima no es para nada relacionado con el género de terror y de hecho el título y el póster de esta película son tan parecidos a «El imperio de los sentidos» (probablemente su obra más conocida) que uno podría pensar que se trata de la misma pieza. Incluso yo la vi aceptando que tal vez se trataba de una historia similar y que la clasificación de terror podría ser un error y que igual estaría bien. Así que no es que esperara demasiado encontrarme con elementos de terror tradicionales del folklore japonés.
Ambientada en el periodo Edo, nos encontramos con Seki, una mujer de mediana edad que está casada con un carretillero, la versión de época de un taxista. El hombre se ausenta frecuentemente de la casa por sus recorridos y Seki suele ser visitada por Toyoji, un hombre joven que es amigo de la pareja y que la ayuda con cosas de la casa. Obviamente con segundas intenciones. Seki disfruta de coquetear con él pero no parece que quiera traicionar a su marido, aunque eventualmente le gana el deseo de involucrarse con un hombre mucho más joven y que la idolatra malsanamente. Hasta ahí las cosas son más o menos esperables, con secuencias eróticas muy típicas de Oshima, hasta que Toyoji no puede más con sus celos y planea que asesinan al marido de Seki. Tampoco es que eso sea del todo excepcional en las historias del director, pero en este caso nos remontaremos a la narrativa tradicional de las leyendas japonesas en las que el alma del amante traicionado no puede descansar en paz y obviamente tampoco dejará descansar en paz a quienes le hicieron el daño.
Este tipo de historias son bastante típicas y en general no tienen muchos giros de guion, pero a mí particularmente me encantan. La idea del fantasma vengativo japonés me resulta fascinante y en muchas películas de época (como ésta), especialmente estético. Y eso es todo lo que yo necesito, aunque no deja de ser curiosa la intromisión de Oshima en este género, ya que no resulta del todo propio de él, aunque la parte del romance nos remita fácilmente a otras de sus películas. Y yo no es que vaya a quejarme, pero me parece importante destacar que es un director enorme que destaca sobre todo por algunas de sus producciones no muy conocidas en occidente.
«The hills have eyes», Wes Craven
Ahora sí, un super clásico que todavía no había visto, y eso que vi su terrible remake de 2006, aunque sea de Alexandre Aja. Debido a eso no es que me muriera de ganas de ver el original pero sabía que tenía que hacerlo en algún momento.
Supongo que a estas alturas ya todos sabemos de qué va la película. Libremente inspirada por la historia real, parte leyenda, de Sawney Bean, nos encontramos con la familia Carter completa viajando con una casa remolque por carreteras rurales en busca de una mina que supuestamente les regalaron a los padres por su aniversario. No sé si en general ese regalo fue una buena idea, ya no digamos considerando lo que se fueron a encontrar. Aunque un local trata de disuadirlos de que esa zona es peligrosa y mejor se regresen a la carretera (lo que nunca suele suceder en una película de terror), la familia hace caso omino y se interna en el desierto, obviamente quedando varados a mitad de la nada y sin posibilidad de pedir ayuda como no sea caminando durante horas bajo un sol terrible y en espera de encontrar algo de civilización.
Si a este ese punto ya podría bien ser una película de terror contra las inclemencias del clima desértico, la familia tomará la gran decisión de separarse, para que algunos vayan a buscar ayuda, y luego se toparán con un clan de caníbales. Craven se inspiró también en «La masacre de Texas», que se había estrenado dos años antes, para retomar la idea (ahora ya hiper-usada) del grupo que se ve atrapado en una zona desconocida y asediado por individuos con muy malas intenciones. En este caso, además, tiene cierta relevancia el hecho de que sea una especie de lucha (muy desigual) entre dos familias radicalmente distintas. A diferencia del remake, que en realidad retoma exactamente la trama, el desarrollo de personajes no es odioso y uno incluso puede ponerse en sus zapatos aunque los odie por tomar decisiones terribles. Tal vez influya el hecho de que uno pueda justificar las decisiones terribles de los setenta, pero no del 2006.
Entre los actores tenemos al más que clásico Michael Berryman, quien más destaca del clan pese a no tener un perfil protagónico y que se volvió prácticamente la imagen de la película; pero también tenemos a Dee Wallace, que puede no destacar demasiado como hija mayor con bebé, pero tal vez podríamos recordarla de otras películas de terror, como la mamá en «Cujo».
«The veil», Phil Joanou
Pero no todas las películas de terror pueden ser grandes sorpresas esperando a ocurrir, aunque sus premisas e intenciones sean buenas. Algo así me pasó con «The veil», en parte porque me encantan las tramas relacionadas con sectas, como tal vez ya habrán podido notar, y porque me parece que la aproximación en este caso apuntaba hacia un desarrollo apropiado. ¿Debí haber sospechado con la participación de Jessica Alba? Ni siquiera se me ocurrió.
Los integrantes de la secta Heaven’s Veil se suicidaron de manera masiva hace 25 años, en una imagen que inevitablemente nos recuerda a la del suicidio de Jonestown, justo en el momento en que el FBI estaba llegando al campamento donde se encontraban. Sólo hubo una superviviente, una niña de 5 años llamada Sarah que insistía en que todos resucitarían pronto. Salto a la actualidad, Sarah es una enfermera que no sabe nada de su pasado, ni siquiera sabe quiénes de la secta eran sus padres. Es contactada por Maggie Price, una documentalista que busca retomar el tema de la secta e investigar por la zona en la que estaban asentados. Sarah no está del todo convencida, pero también está intrigada, y la propia historia de Maggie y por qué está interesada en la secta terminan por cerrar el viaje en que rodarán su proyecto.
La verdad es que la premisa me agradó bastante, así como la actriz Lily Rabe, quien interpreta a Rabe. Y de hecho el terror es bastante bueno durante la mayor parte de la película. Una vez que lleguen al campamento se introducirán algunos elementos de found footage que se entremezclan con la dirección regular y con los flashbacks, logrando una buena combinación y un conjunto de perspectivas oportunas para desarrollar la historia de una manera más compleja. Creo que el punto de quiebre se da cuando se debe elegir hacia dónde va el clímax, cuál es los elementos de terror será el que tiene que primar y qué desenlace se le dará al asunto de la secta. Primero parece que se caerá en un fácil slasher (aunque fantasmal), pero luego queda un poco pastiche y pareciera como si no supieran por qué punto inclinarse. Se trata de esos casos en los que, en mi mente, olvidaré algunas escenas para que el recuerdo sea más grato que el agridulce sabor de boca que me dejó al terminar de verla.
Además de Rabe, que para mí fue un grato descubrimiento (leo que ha salido en varias, si no es que en todas, temporadas de «American horror story», pero no tengo ni remotos planes de verlas pronto), en la película aparece también Thomas Jane, protagonista de «The mist» (esa increíble adaptación de la novela de Stephen King), como un fantástico líder de secta cinematográfica.
«Devil», John Erick Dowdle
Tengo vagos recuerdos de que cuando se estrenó se le refirió como si fuera una película de Night Shyamalan, aunque se trata únicamente de una historia del reconocido director, adaptada por un guionista y dirigida por John Erick Dowdle (director de «Quarantine» y «The Poughkeepsie tapes», aunque su nombre pueda no sonar de nada). La premisa podría no sonar especialmente original, aunque Shyamalan quiera embellecerla diciendo que está libremente inspirada en la estructura de una obra de Agatha Christie.
Un hombre se suicida y los policías encargados tardan en darse cuenta de que saltó desde lo alto de un edificio cercano. Cuando van a investigar al respecto, se encuentran con que uno de los elevadores se quedó misteriosamente atrapado y hay cinco personas prontas a volverse histéricas dentro. Aunque la situación no parece nada excepcional, una serie de casualidades van complicando todo y llevan a que uno de los encargados de las cámaras de seguridad les diga a los policías que se trata de una trampa tendida por el propio diablo. Porque obviamente eso es lo que hace el diablo en sus ratos libres.
Por una parte tenemos la típica estructura ‘what a twist’ de Shyamalan, luego una herramienta cuasi slasher de ‘morirán uno por uno’, luego está el diablo y finalmente una serie de personajes que se ajustan adecuadamente a lo que la historia requiere. Sin tener que profundizar en ninguno de ellos, sus detalles se irán conectando para permitir que la acción avance sin que se pierda el interés ni se vea como algo demasiado forzado (digo, si ya aceptamos de entrada la posibilidad del diablo, podemos aceptar muchas otras cosas). Con todos y sus posibles fallas y momentos algo exagerados, me pareció una película que en su simplicidad es bastante entretenida y sirve de maravilla como esas producciones palomeras de terror que uno puede encontrarse en la tele y aprovechar por poco menos de hora y media.
Como plus, está Logan Marshall-Green, el gemelo malvado de Tom Hardy, que me encanta y al que vería en casi cualquier situación.
«Phantasm», Don Coscarelli
Desde hace algún tiempo quería ver esta película y tal vez plantearme ver la saga (son cinco películas), aunque realmente no tenía del todo claro de qué trataba y si uno llega así, la sorpresa puede resultar bastante mayúscula.
Tommy, amigo de Jody y Reggie, es encontrado muerto pero la policía cree que se trata de un suicidio, aunque a sus amigos les cuesta creerlo. Mike, el hermano menor de Jody, observa escondido el funeral y ve que el encargado de la funeraria es capaz de levantar un ataúd como si fuera cualquiera cosa y que además se lleva el de Tommy en lugar de enterrarlo. Mientras los demás medio siguen sus vidas de manera normal, parece que Mike es el único que se encuentra con toda clase de situaciones bastante atípicas, aunque no le creen la mayoría, ya no digamos cuando empiece a hablar de ladrones de cuerpos o realidades alternas o máquinas voladoras asesinas. Por cosas inesperadas no paramos.
La película resultaría menos inusual si fuera únicamente de ciencia ficción o con toques psicotrónicos, pero si le aunamos el género de terror, que realmente es el que prima, y a que a un giro delirante le sigue otro, pero siempre con una estricta seriedad, se consigue sin duda un producto de lo más original y que por algo es considerado actualmente de culto, aunque a mi parecer requiere de un cierto tipo de gusto particular para terminar de apreciarlo.
Por el modo en que termina esta primera parte me intrigaba un poco cómo podían continuarla, aunque leyendo la premisa de la segunda me recuerda un poco a cómo hicieron para darle su primera continuación a «Hellraiser». Qué tiempos aquellos. Mencionar, además, que el director (y guionista) se tomó 9 años para hacer la primera secuela.