Uno de mis propósitos de este año fue ver más cine mexicano y para ello me dispuse sobre todo a tratar de ver películas antiguas, clásicas o reconocidas, que había dejado pasar por aquello de que la sensiblería de que algunas historias viejas (sobre todo los culebrones) no me atrapa para nada. Pero lo cierto es que hasta el momento han sido más las gratas sorpresas que los desafortunados encuentros.
«El compadre Mendoza», Fernando de Fuentes
Fernando de Fuentes es considerado uno de los directores más importantes de la historia del cine mexicano, especialmente por su trilogía sobre la Revolución Mexicana, de la cual ésta es la segunda parte. Se trata de historias independientes enmarcadas en este mismo periodo histórico y que tratan de abordar su complejidad desde distintas perspectivas.
El compadre Mendoza es el terrateniente Rosalío Mendoza, un empresario que busca quedar bien con todos los bandos para evitar que se metan con sus negocios y poder seguir llevando su estilo de vida. De modo que está preparado para recibir tanto a las tropas de Emiliano Zapata como a las de Victoriano Huerta cuando sea necesario. Sin embargo, en una ocasión que su oportunismo está a punto de costarle la vida ante las tropas revolucionarias, uno de los generales, Nieto, le salva la vida, por lo que Mendoza le pide que sea el padrino de su hijo que está por nacer.
La cinta se centra en la vida de los empresarios y terratenientes durante la época y cómo su proceder se acercaba y alejaba convenientemente de las cuestiones políticas en tanto les permitiera conservar su estatus. Pese al candor que se presenta en ciertos momentos y algún toque de nobleza respecto a la lucha, se trata de una película mayormente realista y muy poco optimista, sobre todo si consideramos que es relativamente muy cercana a la propia época de la revolución. Mendoza y Nieto, aunque se presentan como personajes arquetípicos muy concretos, son al mismo tiempo personalidades complejas y que se mueven de acuerdo a motivaciones reales, representando tanto ideales propios de la época (o que se enunciaban como tales) como bajas pasiones humanas.
Es también una película poderosa en el aspecto visual, que tiene fuertes influencias tanto del expresionismo alemán y de la vanguardia soviética. Aunque es muy reconocida por críticos e historiadores, sorprende que no sea más conocida por el público general, tan acostumbrado a pensar que hay poco que rescatar del cine mexicano. En 1994 se hizo una lista de ‘las 100 mejores películas del cine mexicano’, en la que participaron varios especialistas en cine mexicano, y esta cinta fue considerada la tercera mejor de toda la historia, hasta ese año. La primera es también parte de esta trilogía, «Vámonos con Pancho Villa» y la única que me falta por ver de las tres.
«A paso de cojo», Luis Alcoriza
Y nos vamos a otra guerra, en este caso, la Guerra Cristera. Un episodio también bastante interesante de la historia mexicana y que se ha prestado todavía más a interpretaciones bastante tendenciosas, aunque tenga mucho menos producciones. La verdad es que desconocía que la película se trataba justamente de este momento y pensaba que más bien era otra historia sobre la Revolución.
Durante los momentos más difíciles de la Guerra Cristera, en un pequeño pueblo perdido, el cura se dedica a pregonar que todos deben participar en la lucha, pese a que la gran mayoría de los hombres ya se han ido a pelear y sólo quedan los que por cuestiones físicas, de edad, entre otros, no pudieron irse antes. Tanta es la insistencia que arman su propio batallón de discapacitados, ancianos y la más variopinta variedad de abandonados de dios, quienes además secuestran al cura (por andar de argüendero, además de que también tiene una pierna más corta que la otra) y se van en pos de una guerra que no saben dónde está.
«A paso de cojo» es una película bastante negra y que aprovecha una trama algo exagerada para denunciar los aspectos más políticamente más cuestionables de la Guerra Cristera y en general de las guerras civiles: la manipulación de los sectores más vulnerables de la población, la hipocresía de las clases dominantes (representadas aquí por el clero), la rapiña de los grupos supuestamente dedicados a la lucha, los abusos sufridos por la población en general, el desprecio resentido por ciertos grupos que sólo están buscando el momento de vengarse. De manera muy simple, entre el humor cruel y el drama desolador, Alcoriza muestra lo peor del ser humano y sintetiza muchas actitudes que suelen asociarse con los vicios socio-culturales del mexicano. Por momentos se trata de una cinta difícil de ver o que se siente detenida en estos momentos sin ir a ninguna parte, para luego darnos cuenta de que eso es justamente lo que busca hacer: no encontrar la guerra pero mostrar toda la destrucción que la búsqueda puede dejar a su paso.
Al parecer los críticos de la época dijeron que esperaban más del director, sobre todo en comparación con su película anterior «Mecánica nacional», pero me cuesta un poco ver cómo más exceso o más humor negro hubieran hecho mejor lo que ya por momentos es difícil de digerir en la película.
«Roma», Alfonso Cuarón
En realidad vi «Roma» antes de la correspondiente entrega de Premios de la Academia, no mucho por voluntad propia porque temía que fuese a ser un super dramón de cortarse las venas (ya hasta estaba en blanco y negro) y no me sentía como para sufrir fortuitamente en ese momento. Pero ya saben, todos querían saber de qué iba el hype y me vi atrapada, y tampoco suelo negarme demasiado a una película, ya no digamos de Cuarón.
A estas alturas absolutamente ya todos saben que la película va sobre Cleo, una joven de origen mixteca que trabaja como empleada doméstica en casa de una familia que vive en la colonia Roma y que está libremente inspirada en la propia familiar de Cuarón, así como Cleo está moldeada por Libo Rodríguez, empleada doméstica y niñera de Cuarón durante su infancia. En un año de vida compartida seguimos momentos difíciles de la vida de Cleo, de la familia y de México, con una mirada íntima que resalta una fotografía bellísima y una recreación fantástica de la Ciudad de México de hace varias décadas. Sí es un drama, queda bastante claro, pero no es una cinta que busque provocar emociones fáciles y de hecho su tono familiar y cotidiano atenúa en muchos momentos situaciones que podrían parecer desgarradoras, como recordándonos que muchas personas y familias atraviesan por crisis similares todo el tiempo.
Si tuviera que ver objetivamente la película considerando su historia y el modo en que se desarrolla vista por sus personajes, me parecería una buena película pero tampoco tendría demasiado que destacar de manera concreta en referencia a su guión o algunas decisiones argumentales. Y sin embargo ya desde antes, con todo lo que se hablaba al respecto tal vez desde que Cuarón regresó a grabar al país después de tanto tiempo, la película nos habla de muchas más cosas. Y me parece que justo es una muestra de cómo el hablar desde lo particular puede repercutir de maneras tan amplias en una visión social y nacional.
Por una parte tenemos la primera capa del discurso, en lo referente a la figura de Cleo, a la decisión del director de buscar una actriz no profesional y que fuera realmente de origen indígena. La figura de Yalitza Aparicio, lo seguimos viendo, saca lo mejor y lo peor de la imagen del mexicano. Y por desgracia, es especialmente reveladora en la parte negativa: el racismo, el desprecio, la burla. Y si en un segundo nivel tenemos también la cuestión del modo de vida de las trabajadoras del hogar, un tema que ha perdido algo de fuerza conforme se aleja el estreno de la cinta, me parece que hacia sus particularidades reside una parte muy importante de la fuerza de la película a largo plazo. Antes de verla había leído varias críticas que acusaban a Cuarón de romantizar la figura de la trabajadora del hogar, como si hubiera algo de realmente envidiable en el modo en el que Cleo parece moverse ‘entre dos mundos’. También antes de ver la película leí una entrevista en la que Cuarón respondía a estas críticas diciendo que en realidad escribía desde la culpa. La complejidad de muchas personas que como Libo o Cleo han dedicado su vida a las labores del hogar, sobre todo las que han pasado años dedicadas a una sola casa como si fuera suya (pero no es suya) es en extremo complejo y no incluye sólo el atropello a sus derechos laborales y humanos, sino al enredado esquema emocional que involucra pedirle a alguien que se encargue de la crianza de una familia como si fuera suya a sabiendas de que no es suya, hacer a alguien ‘parte de la familia’ y al mismo tiempo seguirla considerando en un nivel casi sub-humano. Y esto me parece particularmente notable (y desgarrador) en momentos clave de la película que son los que realmente nos revelan la situación de Cleo, la entienda ella o no, y siento también que nos obliga a muchas personas que crecimos con esquemas similares de crianza a reconectarnos con un aspecto humano que tal vez no fuimos capaces de apreciar como tal en su momento.
«El prisionero 13», Fernando de Fuentes
Siguiendo con la trilogía revolucionaria de Fernando de Fuentes, «El prisionero 13» fue justo la primera parte y apenas la segunda película que dirigió el director. Aunque sólo un año la separa de «El compadre Mendoza», es evidente la mejora técnica que hay entre ambas, incluso en cuestión de guión, en el que va perfeccionando los temas que sin duda le interesaba abordar.
Alfredo Diestro, el mismo protagonista que en la otra, encarna aquí al Coronel Carrasco, un hombre violento, mujeriego y borracho. Sin duda la mejor imagen para un hombre mexicano y encima, del Ejército. Está casado con Marta, una mujer que oscila entre la abnegación y la resistencia, y a quien obviamente maltrata al por mayor. Ambos tienen un pequeño hijo, Juan, que escapa un poco de la furia del padre porque lo ve como su sucesor. Pese a las amenazas del coronel, Marta consigue escapar de su casa llevándose a su hijo, para criarlo en un ambiente amoroso aunque no tengan tanto dinero. Muchos años estallará la Revolución y el coronel y su hijo, ya un hombre, se encontrarán de maneras inesperadas.
El aspecto visual, aunque parezca un poco menos pulido, tiene todavía más marcadas influencias del expresionismo alemán, lo que sin duda ayuda a realzar una historia que no es particularmente compleja pero que complejiza las cuestiones idílicas de la Revolución Mexicana (de hecho en su momento la película fue considerada «denigrante para el Ejército» y lo cierto es que no es para menos). Con recursos que ahora podrían parecernos conocidos se consigue dar una pequeña vuelta de tuerca interesante a los temas relacionados con este periodo histórico, sobre todo considerando que se trata de una cinta de 1933. Al parecer el director quería que se tratara plenamente de una tragedia al más puro estilo griego pero fue forzado a darle un final más convencional, que sin duda resulta bastante abrupto si lo vemos hoy en día y que desde el visionado nos hace sospechar que ahí hubo fuerzas más allá de la mera intención artística. Con todo, y sobre todo de miras hacia el pasado, resulta una película de lo más interesante y con un ritmo bastante interesante como para dejarse atrapar (a lo que también ayuda que dura apenas poco más de una hora).
«Vuelven», Issa López
Me intriga un poco que la película sea catalogada como terror, ya que si bien tiene algunos elementos sobrenaturales terroríficos, me parece que su trama y su desarrollo se alejan bastante del género. Si acaso, diría que tiene algo de realismo mezclado con una fantasía oscura, en el mejor de los casos, pero primando siempre la primera línea. Y bueno, se imaginarán que justo por la cuestión del terror, y en parte porque su título en inglés es bastante cautivante («Tigers are not afraid»), es que me dispuse a verla. Y espero que si llegan a verla no esperen nada de terror, porque seguro la disfrutarán mucho más, y es que es una buena película, pero si te quedas esperando un susto o que el argumento se vaya por sitios más oscuros, pues esperarás infructuosamente mucho tiempo.
En un México bastante parecido al de hoy, sobre todo al Estado de México, Estrella tiene 10 años y en su escuela hay una balacera. Mientras se resguardan bajo sus escritorios, la maestra le da un gis y le dice que éste le concederá tres deseos. Al volver a casa se encuentra sola, su madre no vuelve en los siguientes días y su primer deseo es que regrese, pero lo único que se encuentra es con algo así como la sombra de su madre que regresa a la casa. Estrella no es la única niña huérfana por la violencia en la zona, por lo que quiere unirse a una banda de niños que viven en la calle, aunque éstos no están muy convencidos de aceptar a una niña entre sus filas; sin embargo, los une el deseo de luchar contra los grupos de crimen de la zona y recuperar parte de lo que han perdido.
Por una parte tenemos una inspiración clara en el clásico cuento de terror de «La pata de mono», el cual nos enseñó a todos que los deseos no siempre son positivos y que pueden conllevar cosas horribles. Por el otro lado tenemos un panorama que si bien está ligeramente exagerado, refleja bastante bien la situación de violencia que se vive en el país y que ha involucrado a toda la sociedad. Me recordó un poco a una película que reseñé hace poco tiempo, «Cómprame un revólver», por aquello de reconstruir una realidad horrible a través de los ojos de los niños, aunque en este caso quieran verse como niños más moldeados por esta sociedad. Al final, hay una última capa que la violencia no puede romper del todo y aquí se ve como ese deseo de poder regresar las cosas a una cierta normalidad, el poder contarse cuentos por las noches (el de los tigres que no tienen miedo) y el de confiar en que sus mamás regresarán a casa.
«Enamorada», Emilio «El Indio» Fernández
Pues también me tocó un pequeño maratón del famoso director El Indio Fernández, como podrán ver en estas próximas tres recomendaciones. Y qué mejor si incluye a la maravillosa María Félix y a un actor que cada vez me gusta más, Pedro Armendáriz.
Una vez más nos ubicamos en tiempos de la Revolución Mexicana, en la pequeña ciudad de Cholula, que se ha mantenido ajena al conflicto hasta el momento. Ahí vive Beatriz Peñafiel, hija de uno de los hombres más notables de la ciudad. Cuando llegan las tropas zapatistas lideradas por el General José Juan Reyes, obviamente tienen intención de presionar a la clase alta para que financie la lucha y para mantener el dominio de la zona. Por una parte, hay varios intereses de por medio que no facilitan la labor en general, y por otra parte el general se enamora a primera vista del atractivo y del carácter de Beatriz, quien obviamente no lo soporta.
La película presenta la típica historia de se odian/se aman, que particularmente me parece un poco odiosa, la cual resulta un poco más compleja de lo usual por el momento histórico que retrata y las historias particulares de los personajes protagonistas. María Félix busca representar un estereotipo de mujer fuerte e independiente, no usual para la época, el cual se ve desde el primer momento cuando al ser tomado prisionero su padre le deja el revolver a ella para que se defienda, en lugar de a alguno de los múltiples hombres que se encuentran en ese momento en la casa. Es una pena que en su relación con José Juan Reyes muchas veces caiga en una actitud infantil de ‘hacer maldades’ para demostrar cómo ‘no le gusta’. Un recurso que a mí particularmente no me gusta nada pero que supongo era menos tópico en 1946 que ahora. Con todo es innegable que se trata de una película bien hecha y los dos actores son realmente buenos pese a verse reducidos por momentos a personajes un poco simplones. Ya no digamos ese final metido con calzador que, por desgracia, también es bastante típico del cine de esa época.
«Soy puro mexicano», Emilio «El Indio» Fernández
Y seguimos con Pedro Armendáriz en otra película del director. También en modalidad ranchero y en otro importante periodo histórico, aunque en este caso, sorpresivamente, se trata de la Segunda Guerra Mundial.
La verdad que si la película no se tomara tan en serio, aún con ese toque de musical ranchero propio de la época, podría hasta parecer una cinta surreal: tres agentes del Eje (un alemán, un italiano y un japonés) se encuentran en México para planear una invasión y llevar a cabo sus terribles experimentos. Una espía estadounidense, haciéndose pasar por una estrella musical, logra ser invitada a la mansión en la que residen con la intención de descubrir sus planes, pero todo se complica cuando a la misma mansión llegan unos periodistas cuyo coche se estropeó en la carretera (uno de los cuales es pareja de la supuesta estrella musical, sin saber que es espía) y un grupo de bandoleros que acaban de rescatar a su líder de ser ejecutado (ejecución a la que habían asistido los periodistas pero que no se llevó a cabo tras el escape). Maravilloso encuentro de personajes propios y ajenos que puede resultar explosivo al concentrarse en tan limitado espacio.
La verdad es maravilloso que este extraño cóctel sea controlado por el charro mexicano, porque la figura central de este encuentro es justamente el criminal que escapó de prisión. Obvio es un criminal bonachón y buena gente, que coquetea con la espía y no se fía de los extranjeros aunque no sepa absolutamente nada de lo que están tramando. La historia sigue rigurosamente la trama típica de las películas de este periodo, entre el espionaje y los desencuentros, entre los villanos malvados y sus trucos, pero agregando el tono mexicano desenfadado aunque no burlón que lleva incluso a la acción y la sangre.
Me parece que incluso debería ser una película más conocida de lo que es, al menos por ser una joyita inesperada.
«Las islas Marías», Emilio «El Indio» Fernández
Y se termina este pequeño maratón con Pedrito Infante, un actor que creo no he apreciado demasiado porque al parecer sólo he visto películas en las que es odioso. Aunque no es precisamente una de las películas más conocidas o reconocidas del director, tenía algo de ganas de verla por su contexto geográfico, justo en las Islas Marías.
Una familia de la alta sociedad en desgracia busca alegrar un poco sus trágicas vidas con el regreso del hijo pródigo, con todos los honores, tras graduarse en el Ejército. La madre organiza una fiesta por todo lo alto antes de que sean desalojados de su enorme casa, pero las cosas no pueden ser tan idílicas como espera tomando en cuenta que su hijo mayor es un vago alcohólico al que no le importa su familia y la hija está metida con un hombre casado que planea abandonarla. Escándalo. Un crimen. Para tratar de taparlo todo y de redimirse, el hijo mayor (Pedrito) confiesa haberlo cometido y es enviado a la prisión de las Islas Marías. Lo cual no evita que la tragedia siga sobre la familia.
La cinta en realidad no profundiza demasiado en las condiciones de la prisión en sí (lo importante, obviamente, es el sufrimiento enaltecedor de Pedro Infante), pero hay muchas cosas que podemos captar de las condiciones de vida tan particulares que ahí se tenían, el modo en que podía configurarse como una sociedad y que de alguna manera aspiraba (al contrario que prácticamente todas las prisiones en México y en la mayor parte del mundo) a la reinserción social configurándose como un pequeño mundo. Ahí Pedro conoce a una joven que ha vivido ahí toda su vida y trata de empezar a enderezar su vida, aunque no será cosa fácil al estar rodeado de criminales. Como podrán suponer, es un dramón y aunque Infante sólo es un vago alcohólico durante la primera parte y luego se hace más sobrellevable, no deja de ser un poco odioso. Supongo que tendré que seguir a la búsqueda de su versión cinematográfica buenaonda.
«Días difíciles», Alejandro Pelayo
Elegí esta película al azar del catálogo de Filmin Latino como parte de mi propósito y por no querer quedarme únicamente con el cine más clásico. La premisa sonaba interesante, pero igual creo que no me esperaba de algún modo el tipo de película, tal vez después de ver tanto blanco y negro y dramón.
Edmundo y Ricardo Castelar son hermanos y los principales accionistas de una importante industria. Su aproximación a los negocios es muy distinta, pero Ricardo tiene que someterse a Edmundo por haber sido considerado por el padre como su sucesor. De todas sus fábricas, las que se mantienen son las plantas químicas, que han comenzado a generarles problemas por crisis de contaminación. Mientras se discute la postura que tomará la empresa ante esta situación, Edmundo es secuestrado y pide un rescate. Aunque Ricardo queda entonces al frente de la familia y obviamente no es que le desee el mal a su hermano, varias otras voces querrán opinar sobre cuál es el mejor modo de proceder ante el crimen y de miras a cuidar, ante todo, el negocio.
La historia es un poco difícil de seguir al principio, porque las ‘varias otras voces’ en realidad aparecen en todo momento en forma de un montón de empresarios, políticos, amigos de negocios y un largo etcétera que no siempre será fácil recordar quién es quién, tanto como costará seguir un poco el contexto más general de las fábricas, las huelgas, el sindicato, la contaminación, las quejas y otro nuevo etcétera. Pero una vez que más o menos dejamos eso entendido, podemos centrarnos en el verdadero punto de la historia, que es una cuestión familiar marcada por intereses y por la tragedia. La cinta, pese a tratar cuestiones de criminalidad, es poco violenta en el aspecto físico y visual, pero claramente muestra el rostro menos favorable del ser humano, encarnado por las propias relaciones familiares.
Una pequeña sorpresita con la que el director ganó el Ariel a Mejor Argumento Original en 1988 y Blanca Guerra el de Mejor Actriz.
«La cabeza viviente», Chano Urueta
Y terminamos con Chano Urueta, un director clásico pero del cine de terror más psicotrónicamente mexicano. Yeiii. Y bueno, se imaginarán que no necesitaba más que un título tan ambiguo y macabro para decidirme a verla.
La cabeza a la que se refiere el título es la de Acatl, antiguo guerrero azteca cuya tumba es encontrada por un grupo de arqueólogos. En ella también se encuentran los restos momificados de Xochiquetzal. Sorprendente, además, es que la cabeza está perfectamente conservada, no tanto así los restos de su amada. Pero como los arqueólogos mexicanos son siempre muy responsables, se llevan todo consigo a sus casas e incluso regalan el anillo de Xochiquetzal a la hija de uno. ¿Qué podría salir mal?
Como podrán suponer, la película sigue sobre la línea de películas típicas de monstruos, específicamente de momias y maldiciones desenterradas. Pero también aprovecha algunos otros elementos como posesiones, asesinatos, una historia de amor, historias paralelas pasado/presente, aztecas arbitrarios y una cabeza azteca que anda dando vueltas por todos lados. No podemos quejarnos de nada. Y aunque suene como si estuviera a un paso del delirio cómico, tenemos en el reparto a Germán Robles («El vampiro») y a Mauricio Garcés. Y también a Abel Salazar, pero él sí que salió en cuanta película de terror, barata o cara, se le cruzara por el camino.
Peca por momentos de ir lento y de no equilibrar lo suficientemente bien su parte seria y su bajo presupuesto (no termina apostando claramente por uno solo de estos extremos), pero se mantiene en un nivel bastante decente para este tipo de historias, sobre todo en México.