La distribuidora Corazón Films me invitó a la premiere de «John Wick 3», porque seguro no se me ve en la cara que me encanta la sangre al por mayor, y yo me sentí la más famosa de las reseñistas de 3GB. Obviamente. Así que Gris y yo, en una salida de chicas, nos dispusimos a ver a Keanu Reeves partiendo madres en más de un continente y siendo lamido amorosamente por perritos. No podíamos pedir más.
Pero más llegó, de todas formas. Si recuerdan, la segunda parte termina cuando están a punto de excomunicar a John Wick de la orden de asesinos por andar rompiendo sus reglas. Tal cual empezamos la tercera parte, cuando un muy golpeado Wick se mueve entre el tráfico y la ciudad sin saber muy bien qué hacer con el poco tiempo que le queda. Muy poco tiempo, sobre todo cinematográfico. Y mientras sospechamos miradas de asesinos en cada esquina y vemos cómo la amenaza comienza a cerrarse sobre él, nos preguntamos cuánto más podrá sostener una serie de peleas, una tras otra, por la cabeza del protagonista y la recompensa que pesa sobre ella. Es claro que las batallas no decepcionan, desde el primer momento, pero incluso así no hay modo de sostener toda una película con ello. ¿No?
Tal vez sí, nunca lo sabremos. Porque John Wick no es como que se vaya a quedar tan tranquilo esperando que media ciudad venga a querer asesinarlo y porque la parte burocrática de la orden de asesinos tampoco se va a quedar de brazos cruzados. Todo ese andamiaje de monedas, servicios y grandes personajes no se mantiene a sí mismo por mera buena voluntad. Así que después de unas cuantas escenas de acción, más de un involucrado en la gran trama comienza a plantearse que necesita un plan. Un muy buen plan, de preferencia.
El género de acción es usualmente menospreciado debido a sus menos espectaculares (pero más visibles) producciones. Se suele asociar siempre en primer momento con esos grandes blockbusters que abusan de los efectos especiales, las carreras de autos y las chicas con poca ropa. Y sí, también ahí está, pero todos los géneros tienen sus puntos bajos y sus puntos altos. Nada en la premisa de la primera película de «John Wick» era especialmente original. Tomaba la típica historia de venganza de ‘se metieron con mi familia y ahora verán’ pero la enfoca en un perro porque es lo único que le queda a Wick desde el minuto uno. El perro sin duda le da un buen toque, pero se necesita mucho más para hacer una gran película. Y sin embargo, dos secuelas después nos encontramos con una trilogía impecable que sigue ofreciendo nuevas emociones y que sigue tan cuidada como en un primer momento. Si la historia se mantiene sobre la línea de lo esperable (nada de giros de último ni grandes revelaciones), eso no significa que le den poca importancia a su coherencia y al mejor modo de garantizar que pueda continuar. Y, sobretodo, se le ha brindado un cuidado especial a la construcción del universo específico y al diseño y producción de la acción que son una recompensa visual y emocional para el espectador. Lo que en un tiempo relativamente corto (5 años entre la primera película y ésta) las ha distinguido de la abismal mayoría de producciones del género y las ha consagrado como una fantástica (y casi inesperada) trilogía de acción.
Y les diré cuáles elementos considero que han sido elementales para dicha consagración.
#1: Los perros.
Keanu Reeves & co. Todos los actores, quieran o no los involucrados en la producción (o lo quieran de cierto modo y no les salga) traen ya consigo una carga. Aunque un personaje logre destacar por méritos propios y de la película, la primera vez que vemos a Keanu Reeves en pantalla pensamos en muchas cosas. Pensamos en «Matrix», porque sabemos que es una película de acción, pero también sabemos que han pasado algunas décadas desde entonces. Luego lo vemos en las escenas románticas con su pareja y pensamos en sus películas romántica. Y pensamos, sobre todo, en que ya no es un jovencito y tal vez en parte por eso nos encanta ver que a sus más de 50 años pueda seguir trayendo cortos a todos sus posibles enemigos cinematográficos. La saga ha elegido a actores con una gran presencia en pantalla y un gran simbolismo por sí mismos. Los más frecuentes, aparte de Reeves, son Ian McShane y Laurence Fishburne, a quienes les crees cualquier cosa desde antes de que comiencen a hablar (ok, y Lance Reddick, quien tal vez no tenga tanta carga simbólica pero queda perfecto en su papel). En esta entrega se agregan muy oportunamente Anjelica Huston, Mark Dacascos y Halle Berry (la verdad temía por Berry, porque nunca me ha encantado, pero queda muy bien en su personaje). En todos los casos se trata también de actores por encima del medio siglo, lo que desde hace tiempo Hollywood parece no relacionar con el cine de acción, y resulta de lo más grato verlos darle de madrazos/disparos/espadazos sin temor de dios.
Como mencioné antes, el universo que han creado alrededor del concepto. El hablar de una orden o grupo de asesinos no es nada del otro mundo, pero la estructura particular y el modo de funcionamiento que han definido desde la primera película y que se va revelando entre el contexto y algunos guiños que van soltando, no sólo es de lo más apropiado y permite situaciones maravillosas, sino que es fascinantemente complejo y respeta sus propias leyes. Si por una parte tiene una estructura muy similar a la de algunos videojuegos (tienes un personaje, se mueve intercambiando una serie de fichas, hay misiones, hay bases, etc.), se trata de un videojuego infinito (en la primera se nos advertía que Wick era el único que había podido salirse del grupo) y está íntimamente ligado en todo momento. Eso permite que todo mundo reconozca a John Wick desde el primer minuto y que se muestre constantemente a Nueva York como una ciudad regida completamente por asesinos o prestadores de servicios, lo que puede ser tan hilarante como oportuno. Todo lo cual sin duda responde a un orden bien pensado y que permite avanzar maravillosamente la trama por toda clase de escenarios y situaciones particulares. En esta última ocasión, además, nos permite dar un rápido vistazo a lo que podemos suponer como un posible orden mundial.
El cuidado de la acción se manifiesta en muchas maneras y en cada uno de sus detalles. Desde el hecho de que Wick viene madreadísimo desde la película anterior y, por lo tanto, se va cansando más y más conforme avanza la trama. Por lo que, si bien sabemos que tiene que vencer a cada uno de sus enemigos, no pelea del mismo modo. Tenemos también el aspecto de las coreografías de pelea o persecución. Si bien soy fan también de las películas de artes marciales en que dan mil volteretas, es obvio que eso no puede funcionar en todos los contextos y el intento muchas veces da resultados bastante desastrosos (muchas películas y series parecen subestimar la necesidad de coreografiar y luego editar correctamente sus secuencias de acción). No es sólo el hecho de que todo está maravillosamente cuidado, sino que está realmente pensado en lo que es: una larga cadena de ataques de todo tipo. En esta entrega vemos desde peleas a puño limpio, pistolas obligatorias, armas improvisadas, caballos, motocicletas, paredes de vidrio, perros (yeah, ya tocaba aprovechar más al elemento canino), cinturones y un larguísimo etcétera. Y en cada momento es evidente que se pensó cómo resultarían los movimientos con estas armas, cuál sería la estrategia, cómo respondería un cuerpo al ser golpeado y más. Hay un momento en que Wick tiene que cambiar constantemente de arma de fuego y dentro de un mismo momento podemos apreciar los cambios que cada uno de estos tipos representa. No puedo transmitirles la emoción que sentí al verlo, no recuerdo emocionarme tanto con la estética de disparos desde la primera vez que vi la técnica tipo polvo de los personajes de Johnnie To al ser baleados. Era simplemente bello.
Su manejo del humor. Si bien no es que las películas de venganza tengan que ser completamente serias, pero sí suele ser el tono general de la historia. Después de todo estás viendo que a alguien le asesinaron a su familia, secuestraron a alguien que amaba, confió en alguien y fue horriblemente traicionado, etc. Aunque conserve el temple de hacer el chiste ocasional, ahí se queda. Y no es que no suframos al ver cómo a Keanu le matan a su perro y le roban su carro en la primera parte, pero al poco tiempo esto da paso a que John Leguizamo anuncie que a quien robaron fue al mismísimo John Wick y que todos los mafiosos sepan que la cagaron. A partir de ese momento, es tan formal como hilarante el modo en que se compone el mundo, y aunque todo es totalmente coherente dentro de ello, no dejan de ser absurdamente graciosos los detalles como que haya una base de datos de todos los asesinos para que reciban las noticias del momento en sus celulares. A lo largo de las tres películas este excelente manejo del humor y lo absurdo se mantiene, y en ésta nos adentramos cada vez más en los entresijos de la orden de asesinos y el cómo se maneja, sin dejar dejar de ser totalmente serios (en el aspecto de: this is business) y totalmente non-sense. Y lo amamos.
Y seguro podría seguir, pero me quedaré con, además de todo, en esta tercera entrega aparece Yayan Ruhian (aka Mad Dog en «The Raid») y yo me emocioné cual fangirl.
«John Wick: Parabellum» es una película estadounidense de 2019. Dirigida por Chad Stahelski («John Wick» 1 y 2) y protagonizada por Keanu Reeves («John Wick», «Matrix», «A scanner darkly»), Ian McShane («American Gods», «Death race», «Deadwood»), Laurence Fishburne («Matrix», «Río místico», «Contagio»), Mark Dacascos («En compañía de lobos», «La isla del Dr. Moreau», «Only the strong»), Asia Kate Dillon («Orange is the new black», «Billions», «Opus for all»), Lance Reddick («White House down», «Jonah Hex», «Lost»), Halle Berry («X-Men», «Monster’s ball», «Cloud Atlas»), Anjelica Huston («Los locos Addams», «The witches», «The Royal Tenenbaums»). Tiene 8.2 estrellitas en imdb, 7.2 en filmaffinity y 89% en el tomatometro. Y también tiene el sellito de garantía Sam.
Estas de regreso