Me había tardado ya mucho tiempo en hacer una entrada temática de Asia, mi gran amor cinematográfico, pero esperemos que la tardanza haya valido la pena. Les recuerdo que este tipo de entradas son recomendaciones de películas que he visto últimamente y que no representan un top de mis películas favoritas en general. Pero no se preocupen, que el cine asiático tiene mucho amor que dar.

«El infierno del odio», Akira Kurosawa

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Que Akira Kurosawa es uno de los más grandes cineastas de la historia lo sabemos todo, pero nunca deja de ser grato reencontrarse con su cine, sobre todo con sus películas no tan populares y que se alejan del tema samurai. Aunque no pueda alejarse de Toshirô Mifune (ni cómo culparlo).

Si la ambientación ‘actual’ de los 60 puede resultar ya un poco desconcertante, la premisa termina de alejarnos por completo de las luchas de espadas y el Japón del pasado. Gondo es un fabricante de zapatos y uno de los altos ejecutivos de una de las compañías más importantes del país, pero no comparte la visión de sus socios de que deben adaptarse al mercado y bajar la calidad de sus productos para reducir precios y tener una mayor ganancia. Hay que recordar que esto es el Japón de la posguerra, entre una recuperada economía y los estragos no totalmente lejanos de una guerra. Aunque su voto podría ser el más importante, es claro que se ha hurdido un plan en su contra. Pero nada de eso le preocupa, porque tiene un plan de emergencia con forma de un añorado ahorro que podrá servirle en caso de que tenga que dejar su puesto.

Esto hasta que su hijo es secuestrado y los responsables llaman para pedirle un cuantioso rescate.

Mifune no necesita verse como un samurai para pensar como un samurai. Aunque la historia pueda parecer diametralmente alejada de sus cintas de épocas, la cuestión entre el deber y el individuo, la profunda reflexión humana, une sus historias de manera clara. Se trata de una película de secuestros que podría parecer muy moderna para ser del 63, pero también una poderosa exploración por un hombre que se mueve entre la familia, el poder económico, su propia pasión y los caprichos de unos criminales. Con tal director y protagonista, ya sabemos que el resultado es impecable.

«Mr. Six», Hu Guan

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No sé si les he contado cuánto me gusta el cine de mafias chino. Usualmente veo más el hongkonés, pero el continental de pronto tiene sus particularidades atractivas. «Mr. Six» prometía una trama típica de viejo mafioso que había tratado de dejar ese estilo de vida, pero el estilo de vida nunca lo dejaría a él (típico), pero el contraste que nos presenta entre los tiempos tiene un enfoque muy distinto y el propio personaje protagónico destaca por una dimensionalidad no muy usual en este género.

Mr. Six ahora parece un hombre mayor que subsiste con una pequeña tienda y una serie de negocios no siempre muy legales pero nada escandalosos. Un hombre a veces malhumorado, a veces amable pero siempre firme que se queja de que ya no haya educación y que las cosas ya no sean como antes. Nada de esto sorprendería demasiado sino fuera porque el estricto respeto que le profesan las personas a su alrededor vienen de su pasado como mafioso, cuasi padrino, del cual conserva sobre todo sus maneras de resolver conflictos aunque siempre procurando el diálogo y el negocio antes que nada. Parecería incluso preparado para una vejez tranquila sino fuera porque se entera de que su hijo, a quien no ve desde hace años, se metió en problemas con una pandilla de jóvenes. Pero no el tipo de bandas con las que él está acostumbrando a lidiar: ellos son la nueva China, hijos de empresarios y políticos corruptos, jóvenes con demasiado dinero y conexiones y que no temen meterse con los demás porque saben que todo puede comprarse.

La película no tiene la acción que uno suele esperarse de este tipo de historias, pero ofrece unos personajes muy bien dibujados (bueno, los old school, los chamacos son unos pendejos) que conocen su mundo y saben que no siempre se puede vencer a golpes. Hay varios momentos en que uno odia demasiado a la *nueva generación*, pero el heroismo cotidiano (y mafioso) de Mr. Six puede fácilmente sobreponerse a todo.

«The battleship island», Seung-wan Ryoo

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Hasta el momento se trata, para mí, de la cinta surcoreana del año, y eso que este tipo de tramas históricas en las manos de esta cinematografía suelen caer muy fácilmente en el melodrama excesivo. Por lo que sorprende que «The battleship island» lo sortee tan bien (incluso cuando cae en él en algunos momentos), considerando que se trata de la Segunda Guerra Mundial y la relación entre Corea del Sur y Japón, que ya sabemos fue especialmente turbulenta y sumamente desventajosa para el primer país.

Entre todas las terribles historias reales que ya conocemos, se encuentra la de la isla Hashima, cerca de Nagasaki, donde cientos de coreanos fueron enviados durante la Segunda Guerra Mundial para trabajar como esclavos en las minas que se encontraban allá. Muchos de ellos llegaron bajo engaño, como el grupo de protagonistas, al viajar a Japón con la promesa de conseguir un mejor trabajo del que podrían tener en su maltratado país. Sin distinguir entre sexos, condiciones ni nada, en la isla termina un grupo de músicos, la hija del director de éste, un jefe mafioso y sus asistentes, esclavas sexuales que escapan de otros centros japoneses y un soldado coreano-estadounidense en busca de alguien que se encuentra atrapado ya en la isla.

Se trata de una épica de poco más de dos horas que incluye todos los elementos necesarios para una película bélica: abuso de poder, situaciones denigrantes, un entramado de relaciones que buscan la supervivencia a toda costa, estrategias militares, traiciones. Todo lo cual puede lograrse maravillosamente a través de un excelente casting y unos contrastantes personajes que representarán distintos aspectos de un conflicto mucho más extenso de lo que podemos ver en pantalla.

Aunque no faltará el momento de acción y redención cuasi-hollywoodense, lo cierto es que para cuando llega uno ya está tan atrapado que hasta le da la bienvenida.

«Kundo: Age of the rampant», Jong-bin Yun

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Aunque se trata de otra película surcoreana, llegué a ella por las ganas de ver espadazos y peleas hiperbólicas al estilo chino. Allá van. Cine época, intrigas familiares, gobernadores malvados, todo lo que se necesita entre el kung fu y Shakespeare.

Primero nos introducimos a la época y su contexto histórico, la Dinastía Joseon (de 1392 a 1910). Con una organización semi-medieval estilo asiático, el poder se dividía en provincias y los gobernadores eran señores cuasi-todopoderosos de sus alrededores. Pero existía también un grupo de guerreros que se mantenían al margen de la sociedad y de la autoridad, y que se rebelaban contra los poderosos cuando era necesario para darle al pueblo un mejor nivel de vida.

Luego aterrizamos en las historias concretas. Por una parte está Jo Yoon, hijo ilegítimo de un gobernador pero posible heredero por su condición de único hijo varón. Las intrigas familiares y la crueldad con la que ha crecido pese a su riqueza lo han hecho un joven despiadado pero también increíblemente diestro en la lucha. Luego está Dolmuchi, carnicero, la casta más baja de la sociedad, quien se conforma con obtener lo suficiente para darle de comer a su familia y, aprovechándose de su pobreza, lo involucran en las intrigas familiares de su señor sin que entienda del todo en lo que se está metiendo.

Al tratarse de una épica de más de poco más de dos horas, estas dos historias crecerán de manera compleja y llegarán a involucrar a varios otros personajes, algunos de los cuales también dejarán entrever sus propias historias. Se trata de la batalla habitual entre el poder y los desprotegidos, con el detalle de que ésta es librada con muchas artes marciales, espadas, flechas ardientes, machetes y una cierta complejidad en el ‘y ahora quién lleva la ventaja’.

«Barefoot Gen», Mori Masaki

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Ya había hablado en algún momento del manga y en algún momento tenía que caer la animación que se hizo poco de diez año después y que seguro es reconocida actualmente por ser el marco total de ese video de gente derritiéndose tras la bomba atómica que solemos encontrarnos de vez en cuando en redes sociales.

Del manga, e incluso de ese más que breve (y escandaloso) video podemos deducir fácilmente que el principal punto de la adaptación es el contraste entre una historia familiar cliché con tiernos dibujos de anime y el horror de la bomba que ya sabemos que se avecina desde el primer momento.

Como adaptación, la hora con veinte minutos de la película obviamente resume los hechos del manga, sobre todo en lo relativo al preámbulo del ataque, lo cual puede hacer que se sientan un poco más acartonados y estereotípicos de lo que ya parecen en la historia original, por lo cual es importante no perder de vista que se trata de un testimonio autobiográfico, aunque esté pasado por el filtro del tiempo y de las convenciones narrativas que formaron a un mangaka desde antes de que estuviera dispuesto a formar su propia historia.

Es cierto que en gran medida «Barefoot Gen» es un monumento histórico cuya importancia reside en el contexto (el de la época que retrata y el de su autor), pero en el sentido audiovisual no deja de ser impactante la recreación de un momento histórico tan terrible y las consecuencias inmediatas de las que tal vez sabemos pero que no solemos aterrizar de manera gráfica: cuerpos totalmente calcinados, derritiéndose, semi-zombies desesperados por beber e incapaces de hacerlo. Pese a su estilo cuasi-astroboy, la cinta (como el manga) es un recuerdo efectivo y una horrible lección histórica.

«Angel dust», Sogo Ishii

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«Angel dust» es un thriller japonés noventero en toda regla. Lo cual quiere decir que es surreal y retro en puntos inesperados.

Hay un asesino en serie en Tokio que mata únicamente los lunes en el metro atascado de gente a las 6 en punto de la tarde. Porque los lunes no podían ponerse peor. La policía obviamente no tiene ni idea de qué hacer, así que llaman a una psiquiatra que, btw, tiene un extraño pasado relacionado con sectas. Porque todo esto está relacionado con sectas, ¿no? Es eso o paranormal, no hay de otra.

La película, como pueden imaginar, no va estrictamente de la investigación policial como ahora lo conocemos, porque incluso antes de que lleguemos a las sectas ya todo es muy extraño. La psiquiatra Setsuko Suma es una mujer de hielo que va hilando lo imposible pero parece incapaz de concentrarse en el hecho de que cada semana que pase una persona más morirá en el metro sin que puedan hacer nada por detenerlo (y tiene su grado de dificultad), al tiempo que se entremezclan médicos, parejas pasadas, personas arbitrarias involucradas en sectas, experimentos y mucho diálogo ambiguo y confuso. Todos van vestidos noventeramente y me encanta.

Aunque probablemente no destaque de manera particular en ninguno de sus géneros o subgénero (¿thriller, terror, policial, acción, semiromance?), la combinación inusual de ellos y el tono lóbrego con el que se cuenta todo le da un encanto único que sobrepasa el hecho de que no hay modo de entender del todo la trama con tanta cosa dicha a medias. No es necesario, ya sabemos que en Japón la gente sólo es asesinada cuando está rodeada de condiciones de lo más misteriosas.

«Okja», Joon-ho Bong

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A una parte de mí le cuesta creer lo popular que ha sido la cinta de «Okja», incluso considerando que me encanta su director, pero supongo que los elementos ‘Netflix’ y ‘denuncia contra malos tratos en la industria de la carne’ son mucho más fuertes de lo que puedo imaginarme. Y no es que sea una mala película, de hecho es mucho mejor de lo que hubiera podido imaginarme con la premisa de un super cerdo y una niña campesina coreana. Pero, al mismo tiempo, no deja de ser una película sobre un super cerdo.

La compañía Mirando busca limpiar su imagen como corporación a la que no le importa el medio ambiente con el ambicioso proyecto de sus muy naturales super cerdos, los cuales serán repartidos por el mundo para que campesinos de diferentes países los críen a su manera y dentro de 10 años se pueda determinar cuál fue el que tuvo un mejor crecimiento. ¿Cómo va a lograr una campaña que depende en personalizar la historia individual de una serie de animales convencer a los consumidores de que por esa razón deben de comérselos? Sólo los mercadólogos de Mirando tienen la respuesta, aparentemente.

Okja es el más super cerdo de los super cerdos, y el mejor amigo de Mija, la nieta coreana del campesino al que le tocó cuidarlo. Quien cree que después de todos esos años han logrado que el cerdo pase a ser de su propiedad y no está precisamente encantada de descubrir que pronto se lo arrebatarán para probablemente hacerlo salchichas.

Con una excelente dirección, el especialmente buen detalle del grupo de protectores de animales y en general un buen guión, para mí el particular problema radica en que no me trago esa estrategia de hiperhumanizar a los animales para justificar que no los tratemos del carajo. Pero esa soy yo, claro. Si una persona le bajó a su consumo de salchichas después de «Okja», entonces diría que la película cumplió su cometido.

«Trivisa», Jevons Au & Frank Hui & Vicky Wong

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Mafiosos hongkoneses, ¿he? Seguro no lo vieron venir. Pues si Johnnie To no viene a mí, yo voy buscando por lo menos películas que haya producido. Y la verdad es que «Trivisa» pintaba más que bien con una premisa de lo más interesante: los que antes fueran conocidos como «los tres reyes de los ladrones», notables mafiosos de Hong Kong, llevan años dedicándose a diferentes caminos. Yip tuvo que huir a China tras un encuentro desafortunado con la policía que llevó a algunas muertes, y ahora se dedica a llevar un negocio no-del-todo-legal por lo que ha cambiado las armas por las sonrisas y los sobornos a funcionarios. Kwai ha logrado mantener su identidad en secreto saltando de un seudónimo a otro, creándose un mito alrededor, pero realidad ahora tiene que vivir con el poco dinero de viejos atracos y de la bondad de antiguos socios que creen que se ha retirado. Mientras que Cheuk es el único que continúa al frente de una pequeña organización criminal que lo presiona para que se adapten a los nuevos tiempos, optando por chantajes y secuestros a millonarios que no llenan su extravagante necesidad de adrenalina.

Mientras cada uno trata de sobrevivir a su manera, en el bajo mundo empieza a correr el rumor de que se han juntado para planear un enorme atraco. Cada uno sabe que no es verdad, pero conforme las cosas no van saliendo en su vida como querrían, poco a poco empieza a entrar en sus cabezas la idea de ¿por qué no?

La película tiene una increíble construcción de la tensión y de sus personajes, cuyas secuencias supongo correspondieron a diferentes directores para que cada uno pudiera atender los requerimientos de cada parte de la historia. Si acaso en ese afán de construir tan complejamente la psicología de los personajes y llevarlos a su punto de ebullición sacrifica en gran medida la acción que esperaríamos de una película de mafias.

«Fat choi spirit», Johnnie To & Ka-Fai Wai

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Pero Johnnie To igual tenía que llegar tarde o temprano. Si durante gran parte de su carrera To (muchas veces acompañado de Ka-Fai Wai) está ocupando creando increíbles películas de mafias hongkonesas, otra parte del tiempo está haciendo comedias bastante estúpidas. No pocas veces protagonizadas por Andy Lau. Y yo caigo, en todas las ocasiones.

En este caso, Andy es un excelente jugador de mahjong (ese complejo juego que parece dominó pero tiene un millón de piezas y reglas de lo más complejas) que nunca pierde una jugada. Razón por la cual vive de apostar y manejar su dinero como el maestro que es. Pero si todo le sale bien en el juego, su vida tiene otros problemas: su familia que odia el mahjong a raíz de que él vive enviciado con él y una exnovia obsesiva que lo sigue por todos lados con los trucos más rebuscados en espera de que regrese con ella. Problemas menores cuando eres un maestro del mahjong. Eso hasta que, en el milésimo rechazo a Gigi, ella lo manda al diablo echándole una terrible maldición según la cual no podrá volver a ganar un juego. Y con las maldiciones de exnovias obsesivas no se juega. Andy, en efecto, pierde mágicamente todas sus habilidades en el mahjong.

A diferencia de otras de sus comedias tontas que se enfocan demasiado en el aspecto comedia romántica, «Fat choi spirit» tiene la ventaja de aprovechar bien sus otros elementos, sobre todo los relacionados con la mafia (ah, ¿no les dije que también hay mafias?). Aunque es cierto que también tiene las mismas desventajas de que puede llegar a ser demasiado estúpida y que Andy trata demasiado mal a Gigi (y que ella es demasiado estereotípicamente una mujer histérica y desesperada por amor) como para justificar ninguna trama romántica.

Pero, Johnnie To y Andy Lau. Volvería a caer.

«Godzilla contra Ghidorah», Ishirô Honda

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En realidad el título es impreciso porque debería ser «Godzilla y Mothra y Rodan contra Ghidorah». The more, the merrier. Me propuse ver todas las películas japonesas de Godzilla (ésta apenas es la quinta) y lo cierto es que la saga no tarda mucho en perder un tornillo y volverse descaradamente surrealista. Si ya desde la anterior Mothra provenía de una isla de la que viajaban unas duendecitas con poderes, aquí repiten la aparición y se suma un monstruo de tres cabezas que nació de un meteorito, la princesa de una ficticia nación asiática que es blanco de un grupo terrorista pero que pierde la memoria, es poseída por aliens y se vuelve profeta; un pteranodon y seguro estoy dejando algo afuera.

Como la película es de Ishiro Honda, el mismo director de la primera, después de volverse loco, todavía conserva un poquito de cordura, en la medida de lo posible. La cual no tiene la 2, por ejemplo, dirigida por Motoyoshi Oda y una pieza de lo más aburrida en comparación.

Como buena película de kaijus de los 60, uno sabe a lo que va, y debe aceptarlo en el corazón para poder disfrutarla como el increíble espectáculo que es. Y yo, por Godzilla, cualquier cosa. Esperemos que para la siguiente entrada asiática podamos hablar un poco más de la serie. Ya sólo me faltan 24 películas.