Aprovechando que luego nos quieren vender marzo como ‘el mes de la mujer’ y que yo paso por esos periodos laborales en los que los estrenos se escurren irremediablemente de mis manos, vamos a hablar un poco de las mujeres directoras. Una posición estadísticamente muy inferior en comparación con los directores, ya lo sabemos, y que además no suelen construir una filmografía demasiado larga o sólida precisamente por lo difícil que es concretar sus proyectos.
La lista va a ser tristemente mucho más corta de lo que me gustaría, ya que el filtro que utilicé es que debía haber visto por lo menos dos películas de la directora en cuestión y, en caso de haber visto más, por lo menos dos tendrían que haberme gustado. Y es terrible constatar que hay directoras de las que me ha encantado profundamente una cinta y descubro que o es la única de su filmografía o yo no he buscado más al respecto. Así que de lo poco (pero de mucha calidad) que nos queda están:
Mi película favorita de ella: «Rentaneko».
Sin duda mi favorita de favoritas. He visto casi todas sus películas y puedo decir que su filmografía (no tan breve en comparación con otras, ya que cuenta con siete largometrajes) me parece implecable. Con una pasión marcada por la obsesión, la ternura sutil y la extravagancia, ha construido casi todas sus historias alrededor de una sola idea (situación, elemento, condición) exagerada hasta lo posible pero convertida en parte de una inusual cotidianidad: un pueblo en donde todos los hombres usan el mismo corte de cabello, un grupo de mujeres japonesas que tratan de sacar adelante un restaurante tradicional en Finlandia, una isla en la que todos usan lentes y buscan escapar, una mujer que renta el gato que necesitas para completar tu vida. Con un marcada estilo personal y unas historias inmejorables, es sin duda la mujer a la que más trato de seguirle la pista en la dirección, aunque varios años puedan separar cada película de la siguiente. Si desde 2012 no nos ofrecía nada, ahora me muero por ver a Tôma Ikuta bajo su dirección como un travesti que se la pasa tejiendo.
Mi película favorita de ella: «¿Y ahora a dónde vamos?».
Aunque cuenta con una carrera más extensa como actriz que como directora, sin embargo empezó casi al mismo tiempo con ambos proyectos, sin contar sus primeras incursiones en cortometrajes. Con apenas dos películas en su haber, los resultados no sólo no podrían ser mejores sino que dan cuenta de una realidad femenina en exceso íntima en un país que no deja de tener algo de Medio Oriente, Líbano. Co-protagonista en ambas, con «Caramel» nos mostró una de las facetas más hipócritamente liberales de la calidad y con «¿Y ahora a dónde vamos?» los efectos de la sobre-información en un pequeño pueblo donde musulmanes y católicos llevaban años viviendo en paz. Es una pena que no parezca tener proyectos en puerta y que su inusual participación en el omnibús de «Rio, eu te amo» no parezca fácil de conseguir.
Mi película favorita de ella: «La teta asustada».
Claudia Llosa no sólo proviene de un país del que no solemos conocer mucho cine, Perú, si no que a lo largo de su muy breve carrera se ha esmerado por retratar las realidades rurales e indígenas del mismo. En su primera cinta, «Madeinusa», descubrió a la actriz de origen indígena Magaly Solier, quien ha protagonizado de manera magistral sus dos películas grabadas en Perú. Retomando cuestiones culturales y distorsionándolas, ha aprovechado historias de lo más atípicas para retomar los miedos que sembró el terrorismo en su país en las regiones rurales durante las últimas épocas. Si lo primero que me atrajo de sus propuestas es la brutal visión de ciertas tradicionales (su primera cinta trata sobre los días de semana santa en que Cristo está muerto por lo que cualquier pecado no puede ser visto, mientras que la segunda habla de sistema abominables de defensa ante la violación de las mujeres), me atrapó su crudo retrato de las emociones humanas y la pasión desbordando de un amor primitivo que parece impregnar todo lo que sucede en sus historias. Además de incursionar muy brevemente en dos series en español, en 2014 trató de dar el salto al cine en inglés con «Aloft» que no fue muy bien recibida.
Mi película favorita de ella: «Persépolis».
Con Satrapi es un poco de trampa: primero te atrapa con sus cómics y luego con esos mismos cómics te atrapa en pantalla. En su momento me pareció admirable que se hiciera cargo de la adaptación de su libro «Persépolis», que además es su propia vida, contada desde la infancia durante los cambios políticos en Irán. Siguiendo con el hilo autobiográfico, «Pollo con ciruelas» contó ya con actores reales y se convirtió en una fábula que tiene su origen en la justificación fantástica de la muerte de un familiar suyo. Una historia bella que trata de convertir un terrible momento histórico en una suerte de «Amelié» trágica. Una vez abandonada la base en cómic y después la producción francesa, parece que no le ha ido demasiado bien, pero yo todavía no he visto «La bande des jotas» ni «The voices» (con Ryan Reynolds, faltaba más) como para poder opinar. Y hablando de ciudades capitales a las que se les ama por una razón u otra, parece que está por sumarse con un fragmento a «Berlin, I love you» (quizás porque ‘te amo’ en alemán no suene nada amoroso), todavía sin fecha de estreno.
Mi película favorita de ella: «West of Memphis».
Amy Berg no sólo me parece una excelente documentalista (la única incluida en esta lista, tristemente) sino que además no tengo excusa para no haber buscado mucho más de lo que ha dirigido, ya que cada uno de sus documentales parecen acercarse a temas de lo más interesantes y difíciles de tratar. «West of Memphis» no es sólo el seguimiento puntual de un caso que conmocionó en su momento a Estados Unidos (tres adolescentes acusados de asesinar brutalmente a tres niños en rituales satánicos), sino un arriesgado acercamiento a la reapertura del caso muchos años después en busca, por fin de la verdad. Y de ese mismo modo se ha sumergido en las dinámicas de abuso sexual de menores en Hollywood o en la iglesia católica, o se ha ido hacia el lado opuesto al retratar la vida de Janis Joplis. Si en general dentro del género documental es difícil destacar como la figura detrás de la cámara, Berg ha conseguido un estilo personal que se nota tanto en la elección de sus temas como en el modo personal en que se sumerge en ellos y los presenta. Temas que sin duda deben ser bastante difíciles de asomarse a ellos.
Mi película favorita de ella: «13th».
Aunque cuenta con una carrera relativamente larga (17 créditos como directora, entre cortos, documentales, series de televisión y largometrajes), estoy casi segura de que se le conoce casi únicamente por «Selma», nominada en 2015 como mejor película pero omitiendo a DuVernay como mejor directora. Es excesivamente poco lo que he visto de ella (considerando además sus participaciones como guionista, productora, actriz, asistente de director, equipo editorial y personal de producción) y sin embargo me parece que su carrera da pasos fuertes y decididos en la visibilidad de la comunidad afroamericana y su historia como parte del gran conjunto de Estados Unidos. Si en «Selma» recrea poderosamente uno de los puntos más altos del movimiento de Martin Luther King, en «13th» (nominado este año a mejor documental) nos lleva de la mano por la construcción de sus sistema penitenciario que busca deliberadamente mantener a la comunidad negra como una mano de obra cuasi-esclava, a años de haber sido decretada su libertad. Además de este fuerte contenido político, es claro que otro de sus mejores elementos es el excelente uso de la música en sus producción, un factor cultural que no solo es muy representativo, sino que conjuga de manera excelente con el tono que busca en sus recreaciones.
Mi película favorita de ella: «La vida secreta de las palabras».
Debo reconocer que Isabel Coixet es un momento de mi vida que no sé si alguna vez regresará. De todas las directoras mencionadas es probablemente la primera que vi y de la que busqué deliberadamente sus producciones, después de toparme casi por casualidad con «La vida secreta de las palabras». De sus demás producciones, de las que vi no pocas, recuerdo apenas algunas cosas muy vagas, como el rostro de Sarah Polley (a quien sigo adorando todavía) o el segmento de «Paris, je t’aime» que en su momento fue mi favorito del conjunto. Pero luego los años pasaron, eventualmente llegó el «Mapa de los sonidos de Tokio» que odié poderosamente y ahora tiendo a recordar los retazos de sus historias con un dejo de cursilería que no sé si podría soportar en estos momentos. Desde entonces no he vuelto a ver nada de ella, y eso que no ha sido por falta de producción, aunque cada vez parece más enfocada en cortometrajes o documentales o ambos. Me inclino a creer un poco que es como aquellas películas que tanto amabas en su infancia o adolescencia y con las que te encuentras muchos años después para darte cuenta que ahora tú eres otro y esa película que se quedó allá, en ese punto tan lejano.
Mi película favorita de ella: «Titus».
Si Satrapi nos llevó del cómic a la pantalla, Taymor sin duda alguna transformó al cine en su teatro personal. Aunque su mayor logro histórico podría ser esa monumental puesta en escena de «El Rey León», la pasión con la que ha llevado otras piezas al cine es sin duda admirable. Seguro que todos recordarán mucho más «Across the universe», porque tampoco es poca cosa darle forma y sentido a la música de los Beatles en una historia alterna, yo con «Titus» descubrí toda una nueva dimensión de Shakespeare y estoy segura de que eso es algo que muy pocas personas pueden ofrecer. Es una pena que este mismo amor por Shakespeare no se repitiera en «La tempestad» , que contaba con un guión mucho más conocido y con Helen Mirren como quien debió ser una inmejorable Próspera, pero supongo que para algunos quedará el consuelo de «Frida», que particularmente es una cinta que no me gusta demasiado, como no me encanta la historia de su protagonista, pero a la que debo reconocer que aprovecha los elementos visuales de la cultura mexicana sin hacerlos parecer una fiesta de disfraces, y eso es mucho más de lo que Hollywood nos da usualmente.
Mi película favorita de ella: «Om Shanti Om».
Farah Khan era originalmente una de las más que famosa coreógrafa de Bollywood, que no es poca cosa, con casi un centenar de películas en las que se hizo cargo de esos bailes deslumbrantes. Seguramente por eso a nadie sorprendió cuando su primera cinta como directora, «Main hoon na» fue un éxito. Porque contaba con Shahrukh Khan y porque representaba el mejor masala de Bollywood: muertos que piden promesas en el lecho de muerte, hermanos separados al nacer, amores de preparatoria, batallas estilo Matrix, personajes tan disparejos como delirantes. De ahí a «Om Shanti Om», que es una increíblemente bella declaración de amor al Bollywood clásico y yo creo una de las mejores películas indias de los últimos años, había un paso. Por desgracia el paso siguiente no salió tan bien y con apenas dos producciones la veo cavar un pozo del que no sé cómo podría salir. Eso sí, guiones terribles con tópicos insoportables, pero sin olvidarnos nunca de Shahrukh Khan (al que le perdonamos todo) y con qué bailes…
Parte de mi propósito de este año, que estoy cumpliendo muy mal, es ver más películas dirigidas con mujeres, así que esperemos que para la segunda entrega de este tipo de entradas podamos comentar de otras figuras que sin duda merecen un espacio aquí. Y, por si se lo están preguntando, no, no creo que eso vaya a involucran a Kathryn Bigelow ni a Sofia Coppola.
Que buen escrito.
Con este articulo me doy cuenta que no conozco casi nada de cine jaja
Ni sabia que existían muchas de esas peliculas, me gustaria entrarle al cine de Bollywood pero tengo miedo.
Buen articulo, a culturizarse pues.