Nos quejamos cuando traducen los títulos de películas de la manera más inverosímil y también cuando los traducen literalmente, pero es que hay palabras que tienen una cierta magia en un idioma y la pierden casi por completo al ser traducidas. El título original, «Moonlight», viene de la obra de teatro que adapta la película y que se llama «In moonlight black boys look blue», que es un título especialmente hermoso y cuya fuerza se siente a lo largo de la película (aunque especialmente en la primera parte) aunque nunca sea mencionado. En español, por otro lado, la luz de luna tiene una fuerza retórica bastante distinta.
Expectativas vs Realidad
Este año los Óscares decidieron que ya no podían ser ‘so white’ y eligieron por lo menos a un afroamericano para representar a cada una de las categorías importantes. Mientras más racialmente sea la historia, mejor. No tomaron la decisión muy a tiempo para el ‘black lives matter’ pero sí antes de que Donal Trump decida que ya no pueden representarse minorías en el cine, entre otras situaciones descabelladas que ya no parece tan surreal que se le puedan ocurrir. Pero incluso con este contexto de lo políticamente correcto, «Moonlight» es una cinta arrebatadora por y más allá de su contenido racial.
Chiron es un niño cuya vida rápidamente intuimos que ha sido muy dura. De muy pocas palabras pero seguramente muchas cicatrices, su universo es uno de los barrios más pobres de Miami, su realidad inmediata el acoso escolar de otros niños y una madre que oscila entre la sobreprotección y el crack. En un primer tiempo Chiron, llamado en ese entonces Little, conoce a Juan (un brutalmente bueno Mahershala Ali), la figura masculina ausente y la primera persona que parece encaminarlo hacia la búsqueda de sí mismo, algo que demostrará no ser fácil en ningún momento de su vida.
La película se cuenta en tres tiempos, una estructura que el director, Barry Jenkins, dice se inspiró en la película «Three times» del cineasta taiwanés Hsiao-Hsien Hou, a quien sin duda también le debe un poco en cuanto a la fotografía y a la sensibilidad con la que se sumerge en una historia humana como si fuera un mar. Y es que a diferencia de otras producciones nominadas en este año que abordan la cuestión afroamericana de manera directa, concentradas en cuestiones sociales específicas y en muchas ocasiones remitiéndose a la época de la segregación, «Moonlight» no necesita mencionar el tema para que se vea evidentemente el trasfondo de todo. Sin abordarse nunca la cuestión racial, es sin duda parte del dolor que subyace en las vidas de todos los personajes retratados. No es necesario mencionarlo para que sepamos que esté ahí, y por el contrario, la fotografía exalta esa condición con serie de poderosas imágenes, con un brutalmente bello juego de luces que justamente nos hacen regresar a esa idea de «in moonlight black boys look blue», pero también a las luces de Miami y a la decadencia de vidas que muchas veces pasan de noche en los rincones más oscuros de Estados Unidos.
El protagonista es Little, Chiron o Black, dependiendo el momento de su vida. Cada uno de estos fragmentos arrastra los mismos y nuevos problemas, y aunque suponemos que la vida es más que una sola zona geográfica, prácticamente toda la película está grabada de vuelta en el corazón de su historia: Liberty City, la parte de la ciudad donde nació y creció. Es por medio de esta serie de tres retratos, tan distintos y tan parecidos a la vez, que se busca incidir más allá del problema evidente (los barrios pobres, las drogas, el bullying, las familias rotas, la violencia, la cárcel, todos esos tópicos entre la ficción y la realidad con los que asociamos a los barrios afroamericanos) y enfocarse en el individuo destrozado: la falta de confianza de uno mismo en un mundo donde siempre eres víctima y siempre eres culpable. La incapacidad de aceptar quién eres.
Grabada en poco menos de un mes, el director consigue en gran medida esta fragmentación (que, paradójicamente, le da más fuerza y continuidad a la trama) al hacer que los tres actores que representan a Chiron no coincidieran nunca en la grabación ni hubieran visto el trabajo de los demás. Cada uno construyó su propio personaje, pero el dolor es el mismo. Pero así como este tipo de historias se detienen en exceso en el drama, hay siempre algo brillante en el fondo de «Moonlight». Algo que hacia el final nos embarga de amor y que llena de fuerza a todos los personajes y el camino que han recorrido. Lo cual me parece especialmente valioso en un contexto (y con un tipo de producciones) que parecen no poder dirigirse a nada más que no sea una tragedia absoluta o una moraleja sobre-optimista. Es claro que hay mucho más que contar y modos increíbles de hacerlo.
Aunque en apariencia «Moonlight» parece una elección obvia en un año en que los Óscares quieren lavarse las manos, es realmente una maravilla cinematográfica que vale la pena disfrutar en todo su esplendor (y con todos sus colores) en un momento en que la condición de la vida humana (y la esencia de lo humano en general) parece tan subjetiva.
«Luz de luna» o «Moonlight» es una película estadounidense de 2016. Dirigida por Barry Jenkins («Medicine for melancholy», «Tall enough», «My Josephine») y protagonizada por Alex R. Hibbert, Naomie Harris («28 días después», «Piratas del Caribe», «Skyfall»), Mahershala Ali («Luke Cage», «El curioso caso de Benjamin Button», «Hidden figures»), Janelle Monáe («Hidden figures», «Amigos con derechos», «The equalizer»), Jaden Piner, Ashton Sanders («Straight outta compton», «The retrieval», «The last virgin in LA»), Jharrel Jerome («Wheels»), Trevante Rhodes («Westworld», «If loving you is wrong», «The night is young») y André Holland («Selma», «42», «The knick»). Tiene 8.2 estrellitas en imdb, 7.2 en filmaffinity y 98% en el tomatometro. Y no dudo que será de lo mejor de esta entrega de premios.