En 1981 faltaban pocos años para que la dictadura argentina llegara a su final, tras muchas intermitencias. En el aspecto crítico y artístico ya había encontrado resistencias explícitas, como en la reinterpretación de «El Eternauta» que enfatizaba su alegoría política (12 años después de la publicación original). «Buscavidas» es, en contraposición, una obra de ocaso pero también de madurez para sus autores, especialmente para el dibujante Alberto Breccia, uno de los nombres más importantes de la historieta argentina, quien ya había trabajado anteriormente con Carlos Trillo y con quien volvería a colaborar en otra de sus obras más reconocidas, «Perramus».

«Buscavidas» es una serie de viñetas hiladas por la memoria, temática constante en el artista y en una generación que apelaba a un «nunca más» tras el horror. Pero se trata del ángulo más obsceno y cruel de la memoria. Un recordatorio constante de los restos de un pasado trágico que no termina de irse.

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A diferencia del trazo realista de «Mort Cinder», el Buscavidas es una figura apenas con rostro. Un fantoche con obesidad mórbida toscamente dibujado en un mundo de caricatura cuyas líneas se confunden en una perpetua oscuridad. Buscavidas busca, como su nombre indica, alguien que le cuente una historia, la peor historia, todos los modos en que un ser humano puede caer hasta lo más bajo. Colecciona estas historias en biblioratos, configurando una biblioteca capaz de entretenerlo en sus ratos de aburrimiento.

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Las historias son cortas, de apenas unas siete páginas, y autoconclusivas. Se organizan con un dejo infantil en su estructura sólida y en la estructura a modo de fábula con una falsa moraleja. En todas ellas el Buscavidas entra en contacto con alguna persona dentro de un universo que se intuye repleto de historias ocultas, ya sea porque él ha elegido al persona o porque la vida parece dispuesta a entregarse sin recelo. Bares, bancas de parques, trenes, en cada rincón es capaz de detectar a personas desesperados que sólo buscan la oportunidad de compartir su tragedia. Abandonos, crímenes, deshonras y opulencia desvergonzada. Todos los estratos sociales se confunden en un mundo caótico y todos esconden horribles secretos.

buscavidas4Cualquier parecido con nuestro país es mera coincidencia.

Aunque formalmente pueda parecer una propuesta simple que se concentra en trazar esbozos de miseria, el modo en que se configura la totalidad de la historia (cuya compilación llega apenas a poco más de 100 páginas) es poderoso y atrevido. El estilo extravagante pero preciso de Breccia se acomoda perfectamente a las historias y recrear un mundo mucho más complejo con todos los detalles que pueblan las viñetas más allá de la historia central. Como ya han argumentado varios de sus críticos, los trazos parecen contarnos otra historia, tener sus propios motivos, detenerse hasta el cansancio en esa noción de que el mundo es tan horrible que ya no queda nada por ver. Pero el Buscavida quiere ver, quiere verlo todo. Y es tanto lo que quiere ver que el horror ya no puede sorprenderlo.

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Aunque su extensión total es bastante corta para este tipo de historietas que se valen de episodios breves y autoconclusivos, siempre resulta un reto el modo en que deben concluirse este tipo de historias (en muchas ocasiones el final se precipita por el cansancio de años de publicar a un mismo personaje). Debido a que su hilo conductor temático es tan general como el deseo de entretenerse en la vida de los otros, parecía una difícil labor el cerrar la publicación como un ciclo. Tal vez con trampa los creadores optan por rescatar un elemento de la memoria que sería importante de manera personal para ellos y que serviría como metáfora de toda una época que, con suerte, también estaría por cerrar. El último capítulo está dedicado a Héctor Germán Oesterheld (de quien ya hemos reseñado «El Eternauta» y «Mort Cinder«), cuya desaparición a manos de la dictadura todavía no se había dado a conocer oficialmente. En una ficción dentro de la ficción, o en una memoria dentro de la memoria, ese universo oscuro del Buscavidas parece llegar a un acuerdo (o un forzado equilibrio) con una realidad quizás igual de horrible.

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Y en parte, supongo, porque todos estamos cazando historias a nuestra manera. Y las brillantes figuras de Breccia sobre ese invariable fondo de negro son capaces de retratar mucho más que las solas palabras.

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