Cuando leo comentarios que refieren a «The Kurosagi Corpse Delivery Service» como un manga de terror, pienso en cuan fácil es la relación occidental de ‘violencia = terror’ y en lo poco que suele cumplirse en Japón, donde la hiperviolencia es una finalidad en sí misma. Tampoco es que «Kurosagi», para estándares de su autor, Eiji Ôtsuka (yo llegué a él con «Multiple personality detective psycho»), sea excesivamente violento. Pero antes que terror, es prácticamente un «Ghost whisperer» con más cadáveres vengativos en descomposición que comprensivos fantasmas.
Lo que tienen en común son los escotes.
Kuro Karatsu es estudiante de una universidad bodista y un cuasi monje que tratando de hacer su servicio social se encuentra con Ao Sasaki y su curiosa propuesta: que colabore con el particular negocio que está tratando de empezar. Dado que el encuentro gira alrededor del bosque de los suicidios, parece que el giro empresarial está decidio. Sasaki ha juntado a un grupo de jóvenes con talentos particulares relacionados con la muerte: Makoto Numata, quien puede encontrar cadáveres con ayuda de un péndulo, Yuji Yata, quien es capaz de contactar con vida extratarrestre y manifestarla por medio de un títere de mano, Keiko Makino, una muy joven embalsamadora que estudió en Estados Unidos, y ella misma, especialista en tecnología e información. Y Karatsu entra perfectamente en sus planes, ya que puede hablar con los muertos.
Lo cual probablemente es mucho más efectivo para el negocio que el alien-títere.
El Kurosagi Corpse Delivery Service se plantea como una empresa pequeña dedicada a cumplir los últimos deseos mortales de los espíritus que están a un paso del más-allá, sobre todo en los casos en que la muerte no ha sido particularmente pacífica y quedan algunas cosas por arreglar. Todo a cambio de una módica cantidad o con-lo-que-guste-cooperar, porque a todos nos han vendido esta idea de ser emprendedores. Así, sin mucha experiencia en el campo, se encuentran con su primer cadáver y caso, el de un joven que se internó en el bosque de Aokigahara para cometer doble suicidio con su pareja y la muerte lo encontró colgando solo de un árbol.
La clase de empresas que todos soñamos empezar.
Who you gonna call?
Desde ese primer capítulo, el tono que tomará la serie resultará una mezcla bastante particular. Con un esquema de ‘resuelve el misterio’ que se irá volviendo más complejo en los tomos siguientes, la dinámica entre los personajes y las historias a su alrededor se mantendrá por lo general en la comedia ligera (a veces incluso un poco tonta) con detalles mórbidos y con ocasionales (pero frecuentes) momentos sangrientos. Y aunque, sobre todo al inicio, ese salto pueda resultar un poco difícil de conciliar, termina por darle un toque particular a la lectura, caracterizándola con un ‘lo leo porque es entretenido – y porque tiene muertos vivientes’.
¿Qué más se le puede a un manga para pasar el rato?
Lo mismo sucede con el estilo visual, a cargo de Housui Yamazaki, que en un principio luce casi hasta un poco infantil y algo desproporcionado, para luego mantenerse en una línea correcta, pero que consigue saltar por momentos con excelentes viñetas, especialmente cuando alguien no tiene medio rostro o un montón de cabezas sin cuerpo necesitan consumar su venganza. Los momentos que importan. Aunque no puedo quitarme la idea de que el estilo de Shou Tajima (quien trabaja con el autor en «MPD Psycho», y a quien todos recordarán por la animación de «Kill Bill») hubiera beneficiado enormemente el desarrollo de la historia.
Sin embargo, es posible que justo esta condición algo atípica termine por jugarle en contra a la serie. Parece un poco claro que las intenciones con las que se inició eran mucho más shonen, independientemente del grado de violencia, pero conforme pasó el tiempo (seguro en parte por la dificultad de pensar decenas de razones por las que un cadáver tendría un deseo póstumo original) tuvo que ingeniársela con tramas un poco más complejas (en 2006 la serie es transferida a una publicación seinen). Ya no enteramente pero todavía no enteramente serie, hacia finales del sexto tomo (hasta el año pasado se habían publicado 20 en Japón, de unas 200 páginas cada uno) nos hemos empezado a enredar con el pasado de Karatsu y cualquier otro pasado que tenga a bien cruzarse por las páginas.
De modo que, aunque en general (y hasta el momento) se mantiene en el margen de una lectura de divertimento, poco a poco va dejando la sensación de que no siempre consigue exactamente las emociones que se propone. Y eso que todavía no sabemos a dónde va tanto misterio (y tampoco parece que yo vaya a conseguir pronto los próximos números para enterarme).
Por otra parte, promete gore desde el inicio y eso nunca se le olvida.
«The Kurosagi Corpse Delivery Service» está publicado en inglés por Dark Horse Manga y pueden comprar sus hermosos tomos en El Péndulo (sólo el primero) y Amazon; y en español por Glenat y puedes comprarlo en Amazon o BookDepository.