Cuando a uno se le presentan esas extravagantes combinaciones de elementos en apariencia incompatibles, no suele esperar mucho más que el divertimento o el exotismo de ver el modo en que el autor se las ingeniará para que tengan un mínimo de sentido. Crossovers entre superhéroes, zombies infiltrándose en todas las obras clásicas literarias, y una larga lista de irregulares ejemplos. «Fatale», pese a sus seductoras portadas, se planta de cara y nos dice que estamos a punto de sumergirnos en un mundo en el que H.P. Lovecraft y Raymond Chandler se encuentran. Lo más clásico de la novela negra con los más profundos horrores. Pero «Fatale» es mucho más que el encuentro anecdótico, como Jo es mucho más que una cara bonita.
Un hombre asiste al entierro del mejor amigo de su padre, un famoso escritor de bestsellers de misterio. En el funeral conoce a una enigmática mujer que revela que su abuela y el escritor estuvieron alguna vez enamorados, historia que Nicolas Lash desconoce y que lo sorprende tanto como la inquietante belleza de Jo. Tratando de descubrir algo más sobre ella encuentra la que fuera la primera novela nunca publicada de Dominic Raines. Como en cualquier novela de misterio, en este punto empieza la persecución y Nicolas terminará tan atrapado en la telaraña que es Jo tanto como los misteriosos hombres de negro que están ahora tras ellos.
Eh, no, todavía no estos misteriosos hombres de negro. Pero pronto.
«Fatale» es una cuidadosa reinvención de la figura de la femme fatale dentro de un universo que se toma totalmente en serio todas sus implicaciones. Jo encarna todos los valores de una femme fatale literaria y cinematográfica, con la diferencia de que esta condición es menos una decisión propia que una maldición otorgada por la secta que ahora la persigue. Lo que para la mujer fatal usual suelen ser estrategias para moverse en un oscuro mundo dominado por hombres, en Jo es la tragedia de orillar a todas las personas a su alrededor hacia un cruel destino. De manera casi incontrolable sólo puede despertar deseo, deseo obsesivo y desenfrenado, deseo ciego y casi siempre fatal.
No exactamente la mujer que te prometió tanto film noir.
Las historias van generando más historias, y aunque el arco de Nicolas Lash abre y cierra el conjunto total, a lo largo de sus cinco tomos iremos saltando de un momento a otro, de un tiempo a otro, en el vasto campo temporal de una mujer cuya vida abarca todos los momentos. Una mujer que ha vivido demasiadas vidas, o varias mujeres que han compartido una sola. Jo pasa de ser un personaje omnipresente al ser un arquetipo que puede repetirse infinitamente. Aunque la mayoría de los arcos que se irán abriendo y cerrando mientras tratamos de descifrar el origen de esa cósmica conspiración detrás de ella, se centran de manera exclusiva en Josephine y su evolución personal, nos encontraremos también con otras ‘mujeres fatales’. Mujeres que van de un medievo europeo a un lejano oeste americano, que comparten una misma maldición y una semejanza física que parece querer advertirnos del eterno destino que las une.
«Fatale» funciona en todos sus niveles. Desde las historias individuales, los retratos aislados de personajes consumidos por el deseo y la obsesión, hasta el cuidadoso trazo en que se va hilando la historia completa. Una compleja historia que, condicionada por la inmortalidad, debe leerse en muchos tiempos, con un ritmo propio y una evolución propia en una mujer que lucirá siempre igual pero no será siempre la misma.
Y a pesar de que justo la premisa se construye sobre el concepto más puro de la mujer como objeto de deseo, y de que la gran mayoría de las acciones son realizadas por los numerosos personajes masculinos, «Fatale» consigue un poderoso retrato de un protagónico femenino como no suele verse muy a menudo en el medio. Una mujer que acepta y desafía un destino trágico, a la que podemos ver en todos sus ángulos, desde su más devastadora indefensión hasta el placer más primitivo que puede provocar arrastrar a los hombres a su muerte. Esa Josephine no sólo está construida por el excelente texto de Ed Brubaker que a este explosivo cóctel consigue añadirle tentáculos y una secta obsesionada con inenarrables horrores que haría que Lovecraft se sintiera orgulloso; sino también por el increíble estilo visual de Sean Phillips, con un trazo elegante que nos remite al film noir pero que no teme recurrir a la violencia explícita cuando es necesario. Y con tentáculos cósmicos de por medio se imaginarán cuán necesario es. A ello sumémosle el coloreado de David Stewart y sus tonos azules y opacos, y el retrato está completo.
Y quizás olvidé mencionar a los nazis.
Con tan particulares características es difícil imaginar un resultado mejor logrado, aunque tal pareciera que el dueto artístico está más que acostumbrado a estos estándares, con exitosas colaboraciones anteriores en «Sleeper», «Criminal» e «Incognito». El tiraje original de 12 números se volvió de 24, consiguiendo un total de unas 700 páginas repartidas en una colección de 5 tomos. Que, además de sus premios Eisner para regalar, se convirtieron en una de mis 5 lecturas gráficas favoritas del 2014, además de ser la única cuya publicación se correspondía con el año.
No se sorprendan de volver a ver pronto a Brubaker/Phillips por este espacio.
Muy bien, otra lectura pendiente jajaa. No pasa de este año para que lo lea. Gracias Sam.
Me interesan mucho este tipo de historias, ésta mas por eso del estilo de Lovecraft, definitivamente la voy a checar.