Suehiro Maruo es uno de los nombres más importantes de las corrientes actuales de manga eroguro, una abreviación para erótico-grotesco que dentro del imaginario japonés es poco necesario explicar. Es, además, un autor que se ha convertido en una figura de culto incluso en las sociedades occidentales, donde no abundan demasiadas de sus traducciones, gracias a piezas tan gráficas como con una estética maravillosa como «Midori» o «La sonrisa del vampiro». Muchos sin duda estarán más familiarizados con sus ilustraciones independientes que con sus obras, ya que es innegable que tiene un estilo y un imaginario difícil de olvidar.
Me voy a ahorrar las imágenes más explícitas pero, niños, discreción leyendo esta reseña.
A los 17 años, en los años 70, cuando el eroguro había permeado de manera importante en la cultura popular y las manifestaciones literarias y audiovisuales, Maruo trató de comenzar su carrera como mangaka, pero fue considerado demasiado gráfico para aspirar a la Shonen Jump. No fue hasta ocho años después que retomó la labor ya sin la presión de tener que censurar su estilo, al que encontró sitio en otras publicaciones como la revista Garo, especializada en manga alternativo y avant-garden, y de la que fue un frecuente contribuidor.
Como muchos autores de su época, en distintas artes, su obra fue fuertemente influenciada por la de Edogawa Rampo, el primer escritor en tratar el género detectivesco en Japón al estilo inglés pero también uno de los más importantes aportes al terror y el desconcierto ya propios de la cultura japonesa. «The strange tale of Panorama Island» no es la primera adaptación que Maruo hace de un texto de este escritor, pero quizás sí la que mejor explore las coincidencias y las particularidades de sus estilos.
Hitomi es un mangaka cuyo sueño quizás no sea tanto la fama como una fortuna que le permita llevar sus fantasías más allá del papel. Viviendo apenas al día, su última historia trata sobre un hombre que utiliza toda su fortuna para crearse una isla de placer. Sin la seguridad de si su editor la publicará o no, se entera por casualidad que un viejo compañero de la escuela acaba de fallecer: Komoda, un joven con una vida diametralmente opuesta a la suya pero al que lo unía un físico idéntico. Komoda había crecido para convertirse en un rico empresario que moría joven, como su padre antes que él. Y no mucho necesitó Hitomi para dejar su vida y hacerse pasar por aquel oportuno doble en busca de finalmente poder hacer realidad su sueño.
Elementos fetiche de Rampo se cruzan rápidamente por la premisa, al tiempo que las imágenes de Maruo, cuidadosas pero no demasiado impresionantes al inicio, nos van dejando rastros de este encuentro-celebración en las viñetas: gemelos, islas extraordinarias, lagartijas, guiños a Edgar Allan Poe. Rápidamente pasamos de una vida a otra, de un engaño a otro, porque todo parece conducirnos vertiginosamente a esa isla prometida, esa extraña Isla Panorama que sabemos cobrará vida en cualquier momento.
Lo que todos construiríamos si tuviéramos un chingo de varo.
La novela es una muestra maravillosa del equilibrio que pueden alcanzar las preocupaciones temáticas de Edogawa Rampo y las estéticas de Suehiro Maruo. En la primera parte de la historia nos encontramos con un trazo personal que no cede ante la tentación de lo grotesco y lo gráfico, que se detiene en las reflexiones de Komoda sobre la dualidad, las implicaciones de su engaño y el poderoso deseo que va guiando su delirante proyecto. Y una vez que esa antigua isla de pescadores va cobrando algo de Panorama es que empieza la otra parte del espectáculo.
Aquellos fanáticos de Maruo que busquen sus personajes descarnados, las lenguas sobre superficies grotescas, la sexualidad hiperbólica y las posibilidades del horror siempre latentes, quizás encuentren «The strange tale of Panorama Island» bastante moderada en comparación con otras de sus piezas. No faltarán los miembros en descomposición y los personajes abandonándose a sus placeres, pero estos aparecerán como un elemento necesario dentro del concepto que guía la historia y no como una necesidad visual y narrativa en sí misma. A diferencia de otra de sus adaptaciones, como es el caso de «Caterpillar» (también partiendo de un texto de Rampo), donde el erotismo termina por comerse una historia con tantas posibles lecturas. En esa moderación vale cuestionarse si no habrían muchas más posibilidades, sensuales y violentas, que hubieran encontrado cabida en la Isla Panorama de haberse también el autor abandonado a su propio placer (artístico, por llamarlo de algún modo). Pero fuera de lamentar que el espectáculo visual no dure mucho más de sus poco menos de 300 páginas, no pierde nada de fuerza esta historia de deseos desesperados, por preferir el trazo delicado antes que el escandaloso.
«The strange tale of Panorama Island» es la última obra publicada por el autor, en el 2008, y es posible que ello explique su cuidado visual y narrativo. De cualquier modo Suehiro Maruo es un artista poderoso con proyectos de lo más interesantes y del que seguramente volveremos a hablar en algún momento.
wow muy interesante!, no se de todas formas que niño lo leeria ultimamente son muy perezosos, le echare un ojito gracias SAM! :-*