Y no nos tardamos demasiado para hablar de más cómics latinoamericanos.

Argentina, dentro de la tradición de literatura latinoamericana, ha sido probablemente el país que más se ha arriesgado al acercarse a géneros como el fantástico y la ciencia ficción, aunque sigan siendo expresiones más bien minoritarias. De modo que uno podría pensar si en algún país latinoamericano iba a surgir una historia como «El eternauta» tenía que ser ahí, pero no deja uno de sorprenderse ante la increíble propuesta que encierra este clásico del cómic en español. Una historia ‘tantas veces contada’, una tradición tan rica del género que bebe sobre todo de exponentes anglosajones, y una apropiación precisa de sitios, nombres y circunstancias. Si ahora nos preguntamos por qué en el cine los alienígenas siempre atacan a Estados Unidos, valdría la pena recordar que ya en 1957 la invasión tuvo como centro la conquista de Buenos Aires.

eternauta2¿Podemos asumir que Oesterheld era del River?

Entre 1957 y 1959 se publicaría de manera episódica la odisea de Juan Salvo, un hombre que se llama a sí mismo el Eternauta y que refiere su historia a un guionista (el propio autor, Héctor Germán Oesterheld) con la esperanza de que sirva de algo. Una noche él jugaba a la cartas en su casa con unos amigos cuando una nevada empezó a asolar la ciudad. La nevada de la muerte. Un apocalipsis extraño cuya intensidad fue aumentando conforme los sobrevivientes se iban dando cuenta de lo que verdaderamente sucedía: alienígenas con propósitos todavía desconocidos trataban de destruir la humanidad.

eternauta3Hoy en día todas las películas empiezan así. ¿Qué hacer cuando ya lo único que importa es sobrevivir y cuando queda cada vez menos humanidad por defender? Pero esto es 1957, una época en la que los televisores no eran comunes en los hogares argentinos y ni los protagonistas de George Romero pensaban en los zombies a los que tendrían que sobrevivir. En unos años. Juan Salvo lo que tiene es una familia que defender y un conveniente amigo físico que puede mantener la cabeza fría y organizar un plan. La ciencia ficción más clásica y elemental entonces va desplegándose a lo largo de tres años de episodios que conjuran apenas algunas noches en ese universo amenazado por desconocidas fuerzas externas. Del plan básico a las estrategias de batalla, de la elaboración de herramientas a la observación cuasi-científica, histórica o documental. Como una canción-tributo diría años después, «Todos somos Juan Salvo». El eternauta es la encarnación de un héroe colectivo que representa todos los núcleos sociales: la familia (la esposa e hija de Salvo y los allegados que terminan por configurarse familiarmente ante tanta tragedia), el ejército, los grupos de supervivientes. Este abanico de personajes recurrentes o fugaces no sólo encarnan la unidad de esa humanidad post-apocalíptica sino también cada uno de sus matices. Aunque es claro que muchos de ellos surgen ante la necesidad del estereotipo, se acoplan de buena manera en la historia y llegan a resultar incluso entrañables ante la necesidad de heroísmo cotidiano en un momento que, como nuestro protagonista nos recuerda a cada momento, «ya no queda nada que perder». Un padre de familia que sólo piensa en los suyos, un chico que nunca tuvo nada a qué aferrarse, un joven con capacidades excepcionales de supervivencia, un científico capaz de reorganizarse ante cada nueva situación, un cronista obsesionado por llevar registro minucioso de los hechos. Cada uno juega su papel y permite que la historia vaya girando a lo largo de sus inesperados momentos y constantes descubrimientos. Nosotros también no sólo vamos comprendiendo de a poco ese plan galáctico sino que nos asomamos a un mundo con todas sus dimensiones: humanas, sociales, incluso geográficas (las referencias espaciales son bastante precisas y seguro que los familiarizados con Buenos Aires pueden seguir los pasos de esta odisea).

eternauta4La primera versión de la historia no es tan evidentemente política, aunque es claro que hay una referencia a la dictadura por la que atravesaba (y quizás previendo las que atravesaría) el país y un mensaje anti-bélico marcado. Con los años Oesterheld publicaría una nueva versión, ahora con el ilustrador Alberto Breccia, y luego una segunda parte de la mano del ilustrador original, Francisco Solano López, que mostrarían de manera mucho más contundente las inclinaciones políticas del escritor. Inclinaciones que finalmente lo llevarían a desaparecer y ser asesinado durante la dictadura militar del Proceso de Reorganización Nacional, en 1977.

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Si la historia logra equilibrarse más que afortunadamente entre la ciencia ficción y la metáfora social sin duda es también gracias al fantástico estilo de dibujo de Solano López, que lo mismo se detiene en detalles maximizados que deja al aire algunas siluetas extraterrestres para mantener parte del misterio. Y también a la gran cantidad de signos abiertos que han permitido que a lo largo de los años se pueda reinterpretar, volver a mirar y descubrir cada vez cosas nuevas en esta pieza que, al igual que su protagonista, ha atravesado los años para llegar hasta nosotros. Nueva y vieja, dispuesta a ser leída una vez más.

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