Y regresamos con los mangas, porque advertí que acapararían esta sección y no lo están haciendo.

Aunque no cuenta con ediciones en español, es más fácil recordar a «Jisatsu Circle» por la que seguramente sería su traducción, «El club del suicidio». Una idea que quizá a estas alturas ya no sea de lo más original pero que sigue teniendo su encanto. Se trata además de uno de los mangas que más me gusta ubicar de manera precisa dentro de su contexto, ya que la red de correspondencias dentro de la que se crea habla tanto o más de lo que encontramos dentro de sus páginas.

jisatsucircle2En el 2001, Sion Sono estrenó «El club del suicidio», la película que lo consolidaría como uno de los directores más provocadores del panorama cinematográfico japonés (y ya sabemos que en Japón realmente hay competencia por ese título). La película no tardó demasiado tiempo en volverse objeto de culto, tanto por sus impactantes escenas, su manejo descarado de la violencia, su complicada crítica social y su particular estilo narrativo. Es difícil definir la película de manera puntual más allá de la implicación de una ola arbitraria de suicidios masivos en Japón, un detective que trata de encontrar la explicación detrás de los mismos, una joven que quiere entender por qué se suicidó su novio, un grupo de J-Pop musicalizando todo, y en general un festín de secuencias suicidas extrañamente festivas. Por si la mezcla no fuera lo suficientemente rara, la pregunta que flota en el aire durante casi toda la película es: ¿Estás conectado contigo mismo?

Eso.

Para el lanzamiento del dvd de la película, Sono contactó con el mangaka Usamaru Furuya, quien para entonces ya era conocido en el ámbito, sobre todo por sus obras «Palepoli» y «Short Cuts», diciéndole que le gustaría que con la película se distribuyera también un manga sobre el mismo tema. En un primer momento Furuya planeaba adaptar fielmente la historia de la película en papel, situación que seguro hubiera sido bastante complicada a menos de que recurriera al útil cuadro por cuadro. Sion Sono le explicó que eso no era necesario, que lo que él quería era que Furuya escribiera una historia libremente inspirada en «El club del suicidio» y que hiciera lo que le diera la gana. Básicamente. Todo dentro del maravilloso tiempo de un mes. Y así es como surge este manga homónimo de un solo tomo con apenas unas 160 páginas, que toma como punto de inflexión una de las escenas más poderosas del filme: la primera secuencia de suicidio.

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En serio, niños, manténganse detrás de la línea amarilla.

jisatsucircle4Cuatro años después, aparecería algo así como la secuela de la película, «Noriko’s dinner table», con una relación bastante sutil con los hechos de la primera, y que al mismo tiempo recuperaba algunos de los elementos que Furuya había introducido en el universo suicida donde todos los eventos tienen lugar. Especialmente el valor del nombre de Mitsuko, el eje de relaciones dual entre dos individuos femeninos, la importancia de la familia, y las consecuencias inmediatas (aunque ocultas) de los suicidios. Que, hiperbolizado todo, conseguiría trazar una trama mucho más clara que en la primera película pero sin perder las impactantes escenas que hacen el pan de cada día en la filmografía del director. A modo de agradecimiento o guiño, el mangaka tiene un esporádico pero quizá revelador cameo en esta segunda parte, donde aparece en algún punto para explicarle a un despistado personaje lo que él ha conseguido descubrir sobre el llamado ‘club del suicidio’.

Después vendría una novela, escrita por el propio director (multifacético, como lo ven), que acercaría los hechos de las dos películas. Al parecer la idea original era hacer una trilogía sobre el tema, situación que no fue posible (pero vistos los tópicos que suele tratar en todas sus producciones no es que se haya alejado demasiado de sus propósitos). Pero si en el aspecto cinematográfico el asunto se quedará a pares, me parece que dentro de ese microuniverso que se consigue crear, el manga de «El club del suicidio» bien puede ocupar un importante punto de referencia y comunicación con las otras dos obras.

¿Ya estamos todos interesados? Comienza la función.

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Japón es uno de los países que desde hace varios años ha tenido uno de los índices más altos de suicidios. Esto se ha convertido en una preocupación primordial y al mismo tiempo un síntoma de otros problemas de la sociedad nipona. Tanto la película como el manga abren con la secuencia de un grupo de colegialas que convergen en una estación de metro, deciden de pronto tomarse todas de las manos y saltar a las vías justo a tiempo para ser arrolladas por el tren. No se especifica de manera textual pero se trata de la línea Chuo del metro de Tokio, conocida como ‘la línea del suicidio’ por ser la que estadísticamente más suicidas eligen para ser arrollados.

La primera y trascendental diferencia entre las dos piezas del mismo nombre se da en ese momento. Mientras en la película el suicidio de las 54 chicas resulta en un enigma total para la policía, en el manga hay una milagrosa superviviente.

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It sucks to be me.

A partir de ese momento la historia va hacia adelante y hacia atrás constantemente, desarrollando la relación entre Saya, la superviviente, y Kyoko, su mejor amiga desde la infancia. A través de los encuentros y desencuentros de las jóvenes Furuya disecciona cuidadosamente algunos de los problemas sociales más críticos de la juventud japonesa. Las tendencias suicidas, la mutilación sistemática de algunos adolescentes, la prostitución entre menores de edad, el abandono familiar, la obsesión virtual, las seudo sectas que proliferan, la desesperada necesidad de conectar con alguien. Partiendo de la base de ‘conexión personal’ que ya había manejado la película, el manga extiende la pregunta de ‘¿estás conectado contigo mismo?’ al ‘¿estás conectado con los demás?’ y busca descifrar el cómo.

jisatsucircle8De este modo *el club del suicidio* mantiene un tono a la vez realista y sobrenatural, convirtiéndose en una suerte de amenaza que permea todos los ámbitos posibles: la realidad inmediata, las interacciones sociales, el mundo virtual. Y que pese a que se concentre en un grupo de adolescentes no deja de representar, a su modo, la generalidad de la sociedad del país.

Uno de los elementos más interesantes que toma y reinterpreta de la primera película (y que a su vez tomaría y reinterpretaría la segunda) es el código Mitsuko, una relación tan sutil como poderosa al mirar este universo íntimo de manera general.

Mitsuko es, en la película de «El club del suicidio», el nombre real de la chica cuyo novio se suicida y que trata de entender el por qué armando de nuevo su vida como si fuera un rompecabeza. Es ella quien atraviesa por todos los estadios de la duda y el autoconocimiento que viene implicado en esa confrontación directa (con los personajes pero también con el público) del ‘¿estás conectado contigo mismo?’. En la reinterpretación del manga Mitsuko se vuelve una especie de valor, de concepto absoluto, una suerte de jerarquía dentro del club del suicidio. Mitsuko es la joven que incita al primer suicidio masivo que presenciamos pero una vez que muera su lugar tendrá que ser ocupado por otra Mitsuko, alguien que abandone su vida anterior para nacer de nuevo. Este término es parte fundamental de la trama en el manga, y vuelve a aparecer en «Noriko’s dinner table» como el nickname con que Noriko, la protagonista, se desenvuelve en los foros virtuales, a través de los cuales cambiará su vida y entrará en un nuevo mundo, donde su anterior nombre perderá todo valor.

Acostumbrados a la relación usual cómic-película de toda la vida que sólo puede representar una adaptación cinematográfica de la historia escrita o la necesidad de llevar al papel tal cual lo que sucede en pantalla, la dinámica que «El club del suicidio» establece con el universo fílmico es única y enriquecedora. En parte porque cada pieza puede verse de manera independiente, de manera conjunta, o en cualquier orden, sin que el resultado afecte realmente la apreciación de los otros elementos. La finalidad en sí misma es construir un universo, una metáfora en miniatura del Japón actual, y hacer que trasgreda todos sus límites, que toda denuncia sea lo más exagerada posible pero que aun así tenga que ser tomada en serio.

La elección de Furuya para esta labor no deja de ser curiosa porque se trata de un mangaka que se ha caracterizado desde sus inicios por ser bastante innovador, por manipular muy libremente las estructuras narrativas y visuales clásicas y por tener un estilo de lo más particular. Ya con su desarrollo posterior se destacaría también como uno de los mangakas eroguro (erotico-grotesco) por excelencia, con historias bastante perversas y violentas como «Hikari Club». De modo que resulta hasta un poco extraño que para esta obra haya optado por un estilo bastante sencillo, incluso hasta un poco descuidado por momentos, donde el aspecto gráfico no parece jugar un papel importante en la trama. Que puede haber sido una apuesta deliberada para darle todo el peso a la idea antes que a la imagen (además teniendo en cuenta el limitado tiempo que tenía para realizarlo), pero es difícil no preguntarse qué resultado se podría haber conseguido en caso de jugar más con la cuestión visual.

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Ejemplo de otro de sus mangas: Niñas-muñeca con conejos y cactus cual órganos internos.

Para finalizar quería dejarles un adorable video de japonesitas cantando para, presuntamente, incitar a todos al suicidio pero al parecer no hay ningún video completo y/o decente en youtube. Así que van a tener que ver la película. (Sí, en realidad esto fue un plan malvado para mezclar mis dos secciones).