Justo ahora Corea del Norte y su temeraria afrenta a Occidente están en la boca de todos pero les juro que yo llevo planeando esta entrada desde hace ya unas buenas semanas. Pero es que nunca está de más hablar de la más enigmática de las Coreas, ¿no?
¿No piensan ustedes todo el tiempo en cómo vive la gente en Corea del Norte? El único país en el mundo que no tiene conexión a internet, que no se ilumina absolutamente nada cuando en google maps se hace de noche, donde gobierna omnipresentemente un eterno presidente que murió en 1994. Un país que es la mitad de otro, que sí que conocemos, y al que no se puede acceder y es casi en su totalidad un misterio.
Y vaya que conocemos a Corea del Sur.
Un género literario que cayó en desuso desde que la gente puede entrar a internet y comprar sus boletos de avión rumbo Kuala Lumpur es la literatura de viajes. Esos libros que escribían antes los que tenían la extraña oportunidad de recorrer el mundo conocido y transmitían sus experiencias a personas que quizá ni siquiera llegarían a conocer el mar. Good old days. Hoy no es precisamente un género muy popular y por lo mismo no se produce demasiado. Más extraño aún sería encontrar manifestaciones de este tipo de literatura en la modalidad gráfica.
Podemos relacionar indirectamente este género con un cierto número de historias gráficas, que se van haciendo populares con cierta moderación, que involucran una revisión histórica de países no demasiado conocidos. Uno de los casos más populares es sin duda el de «Persépolis», que ganó todavía más fama a raíz de su adaptación cinematográfica en la que estuvo involucrada la propia autora, y que nos adentra en la experiencia de crecer en Irán, siendo mujer, durante la Revolución Islámica. Dentro de este mismo grupo podríamos incluir a otros autores, como Joe Sacco y sus recuentos gráficos sobre Europa del Este y Medio Oriente (más orientados hacia la investigación periodística), y algunos ejemplos concretos de novelas gráficas, casi siempre enfocadas en momentos de guerras o conflictos.
En este singular panorama es que aparece Guy Delisle, un canadiense que se dedicaba originalmente a la animación, en un momento en que al parecer no se había vuelto algo cool a lo que todos los niños quieren dedicarse. Ni siquiera es que se dedicara de manera autoral a la animación, ya que su carrera se limita a incluirse dentro del departamento general de animación en producciones no demasiado conocidas. Pero Delisle, gracias a su trabajo (y al de su esposa), tuvo oportunidad de vivir temporalmente en países bastante inusuales de los cuales comenzó a escribir en su primera novela gráfica: «Shenzhen», sobre su estancia en China a finales de los años 90. Lo que comenzó casi como una modesta libreta de viaje (principalmente por las pocas anécdotas relevantes sobre ese viaje), le abrió un mundo de posibilidades dentro del mundo editorial, que le servirían para sus futuros y más emocionantes viajes.
Oh, el Reino del Dragón.
Cuatro años después, Delisle es contratado por Protecrea, una compañía asociada con el canal francés TF1, para que supervise durante dos meses los detalles de una producción que se llevaba a cabo, por sub-contrato, en Pyongyang, capital de Corea del Norte. Y ahí es donde comienza la aventura.
Con un estilo gráfico en exceso sencillo (que si bien caricaturiza a los personajes tiene el cuidado de reproducir con detalle sitios y momentos concretos, sobre todo en la cuestión arquitectónica) y una estructura narrativa dispersa, Delisle nos guía por la vida de un extranjero en uno de los países más impenetrables del mundo. Al que entra armado (rebeldemente) con una radio (objeto que debió ser requisado en el aeropuerto a su entrada) y la novela «1984» de Orwell (ni qué decir).
Delisle cuenta con un guía y un traductor que deben acompañarlo en todo momento, un servicio que disfraza de consideración para el extranjero lo que es realmente una supervisión paranoica de los permisos que tiene para moverse por el país. Con una cantidad de acciones limitadas, debe desplazarse siempre con permisos, tomar fotografías sólo a aquello que muestre la mejor cara del país (difícil ver cualquier otra, dadas las circunstancias), pasar por una serie de visitas obligatorias que enfaticen la ideología norcoreana frente al mundo, y en general mantenerse aislado de todo lo que le rodea. Pyongyang, para Delisle, se vuelve una pecera que sólo puede admirar desde fuera, tratando de entenderla inútilmente, intuyendo lo que esconde detrás de cada detalle esquizoide, reconstruyendo una historia de la que sólo posee fragmento y cuyas fuentes repiten la versión oficial como si se trataran de robots.
Lo que Orwell podría haber dicho al respecto.
Estrictamente hablando, no es que no exista bibliografía sobre Corea del Norte, de hecho hay varios libros sobre diversas experiencias de personas involucradas con el régimen y su historia (disidentes, prisioneros, secuestrados, otros extranjeros que hayan vivido temporalmente en el país, incluso esa surreal anécdota del director de cine surcoreano que fue secuestrado por designio de Kim Jong-Il para que hiciera películas para él). Uno de los puntos más fuertes de su propuesta, y el cual Delisle tiene más que claro, es la sencillez y el humor con el que se relatan los hechos, generando rápidamente un vínculo con el lector. Como el propio autor diría: Se trata de un libro que uno realmente leería (supongo que aludiendo a que si alguien se interesa de pronto por Corea del Norte, es más probable que le dé oportunidad a una amena novela gráfica de menos de 200 páginas antes que a «This is Paradise!: My North Korean Childhood».
Para enfatizar la idea de cuan personal resulta el viaje, también se incluye cierta información sobre su labor como animador, desde datos básicos hasta la diferencia con los estudios locales. Pasando por trivias que van desde estas producciones hasta guiños humorísticos sobre hechos reales del país.
Algo así debe verse el reverso de los cereales para niños norcoreanos.
Si bien la subjetividad con la que retrata al extraño país es uno de sus puntos fuertes, también es una de las razones por las que más puede cuestionársele. Algunas críticas señalan la poca preocupación del autor-protagonista por adentrarse profundamente en la cultura norcoreana, situación que no sólo es discutible (dado que no parecen haber muchas oportunidades reales para adentrarse en la cultura norcoreana) sino que incluso innecesaria, ya que precisamente la premisa del libro involucra la posición distante desde la que narra los hechos. Un punto incierto entre el turista y el local temporal lost-in-translation en una sociedad difícil por sí misma.
Un punto con el que yo sí podría estar un poco más de acuerdo es en la poca reflexión que Delisle establece sobre su perspectiva y su punto de vista desde el que elabora sus conclusiones sobre el otro país. Aunque nunca llega a ser tajantemente crítico, es evidente que su posición desde el inicio está en desacuerdo con la gran mayoría de las condiciones del país (tampoco es que podamos juzgarlo), pero nunca se plantea también cuántos de sus prejuicios están relacionados con su posición eminentemente occidental. Aunque como crítica no deja de ser algo ambigua ya que, una vez más, el hecho de que todo parta de un *yo* establecido hace que todo se reduzca un poco a un ‘porque yo pienso así’ incuestionable. Y también es que creo que aunque la personalidad del propio Delisle es bastante efectiva para conseguir una buena narración y propiciar ciertos momentos cómicos o interesantes, visto de manera más objetiva creo que sería una persona que no me agradaría de tener que tratarla en la vida diaria. Situación que no es que sea muy relevante y, claro está, no lo suelo pensar de casi ningún otro autor de cómics (obvio creo que Junji Ito y yo podríamos ser mejores amigos), pero es que en este caso tenemos que lidiar directamente con el autor durante las 176 páginas. Es difícil no pensarlo a veces.
Aunque se trata de una de sus novelas cortas (casi de la misma extensión que «Shenzhen», a diferencia de sus libros sobre Birmania y Jerusalén) es probablemente de las mejor conseguidas. No sólo porque el país mismo permite que incluso la poca información representada resulte tan increíble como interesante, sino porque el autor ha perfeccionado ya su estilo de dibujo y quizá su breve estancia permite que su narrativa sea más fluida. El libro fue realizado tiempo después de que sucedieran los hechos, cuando Delisle se encontraba con su esposa (quien trabaja para Médicos Sin Fronteras de Francia) viviendo en Etiopía (país que al parecer no le pareció lo suficientemente interesante como para hablar al respecto). «Pyongyang» no sólo ha sido alabado por diversos medios literarios sino que también ha despertado pasiones en otros aspectos.
Proyecto fotográfico reproduciendo las viñetas del libro, realizado por Andy Deemer y Michelle Woo.
(Puedes ver y leer más sobre él aquí)
Todo lo cual es todavía más interesante si tomamos en cuenta que se trata de un libro que no debió haber existido. Al parecer para poder entrar a trabajar a Corea del Norte a las empresas se les exige que hagan firmar a sus trabajadores un contrato de confidencialidad que les prohíbe hablar de lo que suceda mientras se encuentran en el país (eso no suena nada paranoico, Corea del Norte). Sino fuera porque Protecrea, la compañía que contrató directamente a Delisle, quebró unos años después, haciendo imposible cualquier demanda por incumplir dicho contrato, seguro que tendríamos que conformarnos con una novela gráfica sobre un país mucho menos misterioso (¡como Etiopía!).
Lo siento, Etiopía.
Ahora también se rumorea que se hará una adaptación cinematográfica de la obra, dirigida por nada menos que por Gore Verbinski (responsable de los «Piratas del Caribe», «Rango» y pronto de «El llanero solitario). Lo cual probablemente signifique que veremos a Johnny Depp atravesando escenografías norcoreanas mientras imita el acento canadiense. Por si uno se pregunta cómo adaptarán un cómic que precisamente no tiene una línea narrativa clara, hay que decir que todo parece indicar que se incluirá un factor determinante para darle sabor al asunto: ¡Delisle será acusado de ser un espía!
muy buen aporte sam, es el primero que tengo oportunidad de leer y me parecio excelente =)
Se ve muy bueno y su arte simplista me llama la atención, aunque la verdad no creo que sea un libro que valla a agarrar, espero si me lo encuentro tener lo suficiente como para conseguirlo.
muchas gracias por la recomendacio’n me encantan este tipo de libros y sera una compra segura.
apoyo la mocion de Artyom. mas gente necesita conocer Maus.
porfa reseña Maus de Art Spielgeman
Sí, «Maus» es uno de los imprescindibles en mi lista por reseñar, ya en algún momento le tocará su turno.
http://www.youtube.com/watch?v=24R8JObNNQ4
6 , el 6 es el maldito espía que se infiltro en el régimen razón ; no tiene su medalla del excelentísimo líder